Desde principios de esta semana me la he pasado tratando de recordar una canción, una en específico. Lo peor de todo es que yo la escribí. Co-escribí, mejor dicho, junto a Rafa mi examigo y excompañero de tertulia, creación e 'inspirancia'. Va un poco más o menos como sigue:
... y que si habrá segunda parte
de esta historia fascinante
tendrás que empezarla tú.
Voy a regalarte una sonrisa a tu llegada
que las palabras sólo sirvan como almohada
para escuchar si algún suspiro se escapó de ti.
Te prometo
ser el dueño de tu espacio y de tu cuerpo
y cubrirte por las noches con mil besos
y que nunca te arrepientas de este amor ...
... te esperaba desde ayer ...
de esta historia fascinante
tendrás que empezarla tú.
Voy a regalarte una sonrisa a tu llegada
que las palabras sólo sirvan como almohada
para escuchar si algún suspiro se escapó de ti.
Te prometo
ser el dueño de tu espacio y de tu cuerpo
y cubrirte por las noches con mil besos
y que nunca te arrepientas de este amor ...
... te esperaba desde ayer ...
Se llama: Te esperaba desde ayer. Y la razón de que me haya acordado tanto, es que aunque no quiera, he de aceptar que en este único caso, la ley de la atracción ha dado resultado y la mujer en la que más he pensado los últimos días volvió. Así, sin pensarlo, de pronto recibí un aviso de que me había agregado al msn, obvio la reconocí de inmediato y le di click en aceptar.
Pero todo comenzó una mañana de diciembre de 2005.
Por el umbral de mi entonces oficina entra corriendo un hombre rubio, alto y gordo preguntando por mí. 'Sí, soy yo'. 'Me urgen unas fotografías.' Me dijo el hombre que resultó llamarse igual que yo. 'Soy el dueño de la franquicia de Telcel que está en la planta baja de este edificio, tengo un evento, con música y edecanes y mi fotógrafo me canceló'. Tirín. Mi foquito rojo que es invisible y que se ubica en algún sitio sobre mi entrepierna se prendió de inmediato. 'Mmmm, edecanes' pensé.
Rápido y presuroso alisté la cámara, memoria, tripié y demás aditamentos necesarios y descendí las escaleras al encuentro de espectaculares mujeres (en mi mente). Y me equivoqué. Bueno, un poco. En realidad, ni el evento era tal, ni las mujeres eran espectaculares. Era un tipo de venta de garage de teléfonos celulares chafitas que costaban dos o tres pesos menos de lo normal; la música sonaba a todo y las edecanes, algunas escuálidas y otras con la carnita a flor de licra se contoneaban (no tan) sensual y arrítmicamente. Y entonces la vi. Paradita y bailando lo más decentemente que podía al costado izquierdo de la fila de siete féminas, con cara de '¿y sho qué hago aquí? ¡Maldita pobreza y maldito laburo de cagada!'. No era despampanante, bonita es la palabra para describirla, la piel perfecta y un par de enormes ojos marrón, tan grandes que si te miraba fijamente parecía una loca. Cabello castaño escurrido y largo hasta los codos, y eso sí, un cuerpo como esculpido en piedra, el abdomen durísimo como ningún otro que haya tocado nunca (es más, mi rodilla no es tan dura como su abdomen), un coqueto lunar junto al ombligo y la faldita azul con orilla blanca, a lo 'Santaclós de telcel' se le veía fascinante.
Le tomé fotografías indiscriminadamente, de su rostro, sus piernas, de perfil, de tres cuartos, sus tetas, su espalda, las nalgas con la falda respingada, y ella, pícara sonreía y jugaba con mi cámara, conmigo. ¿El evento? No lo recuerdo, supongo que sí hice las demás fotografías porque sí me pagaron, pero toda mi memoria de ese día fue para Jimena, ese era su nombre. La chica que junta malezas. Pero espera, no es de ella de quien quería hablar, sin embargo todo comienza con ese encuentro. Al día siguiente la miro, etérea, aparecer en mi oficina, y pedirme una copia de las fotos que le tomé. Sin respirar le pedí que se sentara (en el sillón) y le mostré los archivos. Doscientas cuarenta y siete fotografías solamente de ella. Hablamos, un par de horas quizá, había llegado de Argentina apenas la semana anterior y no conocía mucha gente en México. Salimos esa noche. Cine, tacos y depa. Después de eso, nos veíamos intermitentemente, sin palabras, sin ninguna especie de compromiso ni promesas. Nos disfrutábamos sin medida durante el tiempo que estuviéramos juntos, sin preocuparse en exceso el uno por le otro ni celos ni nada. Hasta que llegó ella.
Varias cosas sucedieron a la vez. Mi hermano se mudó del depa dejándome solo. A Jimena se le terminó el contrato con Telcel y aunque no le hubiera costado conseguir empleo, prefirió descansar, vacacionar, e invitar a una amiga. Jimena me decía que no tenía en México mejor amigo que yo, así que (invariablemente) emprendí con ella el viaje al aeropuerto para recibir el vuelo de LAN desde Buenos Aires en donde llegaría Valeria. ¿Mencioné que Jimena ya no tenía empleo? Pues tampoco tenía dinero, por lo tanto carecía de un lugar para vivir. Yo y mi bocota ofrecimos mi departamento para ambas, debo confesarlo no sin miles y miles de retorcidas fantasías en mi cabeza. Pero no imaginaba lo que sucedería en cuanto posara mis ojos (verdes, hermosos) en los suyos:
Verdes, hermosos.
Sentí el incontrolable impulso de amarla en ese mismo instante, de hacer todo lo humanamente posible para que ella me amara a mí. Cuando Jimena nos presentó y su voz llamó mi nombre me derretí. 'Ah, Lu, sho soy Valeria, Jime me habló de vos'. Era simplemente perfecto, fuimos a comer, tacos por supuesto y de ahí al depa. Había dos habitaciones libres y dejé que decidieran si iban a ocupar una cada una o ambas en una sola. Eligieron la primera opción. Cuando mi hermano se fue, dejó la habitación más grande y con baño vacía, y a mí me dio una flojera inmensa cambiarme ahí, así que esa le correspondió, por cortesía, a Valeria.
No voy a negar que la primera noche que estuvieron en mi casa, Jimena durmió conmigo, pero esa misma noche le dije que Valeria me encantaba, le pedí ayuda, información más que nada, y sobre todo que, si era posible, no se enterara jamás de que había habido algo entre nosotros, por muy superficial que fuera. Y lo hizo. Le habló tanto y tan bien de mí que los ojos aguamar volteaban cada vez más hacia mí, hasta que una noche, siete de agosto de 2006, volviendo del cine, nuestras manos se encontraron hasta desaparecer detrás de la puerta de mi habitación.
Jimena se fue a las dos semanas de que Valeria y yo comenzamos a estar juntos, cansada de no conseguir empleo más que de edecán, y aunque ahí ganaba buen dinero, no era lo que a ella le gustaba más hacer. Se fue. Regresó a la Argentina dejándome con Valeria, que para entonces ya estaba más que instalada en el depa. Conoció a mi familia, se adueñó de la cocina (y sus alfajores eran el cielo) y me convenció de dormir en la habitación grande (aunque siempre conservé mi cuarto intacto) donde me sentía extraño, pero caliente. Decorada en rosa y princesa pero en cuanto la luz se apagaba se convertía en guarida de fieras.
Fueron seis meses de idilio y felicidad y ambos creímos que duraría, pero después de todo, aún éramos demasiado inmaduros para vivir como una pareja. Valeria se estaba aburriendo de no trabajar y yo, pues nunca me pesó el compartir el dinero con ella, pero tampoco era lo que yo considerara adecuado. La idea de irnos juntos a Buenos Aires no dejaba de revolotearnos en la cabeza. Sin embargo no es una decisión fácil. Acepto que me resistía, sobre todo porque en ese momento tenía una relativa estabilidad laboral (que no he recuperado) y dejarlo todo por seguirla no era una opción. No en ese instante al menos.
Una madrugada de febrero de 2007 recibimos una llamada por cobrar, desde Argentina. La madre de Valeria, llena de llanto y con los nervios destrozados nos contaba en el altavoz lo que había sucedido recién: Un par de sujetos irrumpieron por la fuerza en casa de sus papás, con armas en mano y vociferando improperios tratando de amedrentar. Y robar. Su padre, en franca defensa de su casa y su familia arremete a tiros contra los asaltantes que hacen lo mismo y lo hieren, creyéndolo muerto huyen y desde el suelo, mi suegro le dispara por la espalda a uno de ellos, matándolo.
Ese trágico hecho apresura el fin de Luis y Valeria. Esa misma mañana ella vuela rumbo a Exeiza mientras yo me quedo con la penosa tarea de empacar lo más de sus cosas y enviarlas por paquetería. El padre permanece detenido un mes mientras la justicia argentina desahoga todas las pruebas del caso, pero la tranquilidad no vuelve a la casa de los Frangie. Un año después del suceso, nuevas pruebas salen a la luz y de nuevo, toda la familia a declarar. Todo lo que pudo haber sido para nosotros se esfumó a causa de la avaricia de unos cuantos que desencadenaría una serie de hechos violentos, a miles y miles de kilómetros de nosotros, pero tan cerca que nos afectó en lo más profundo. Apenas ayer me enteré que el febrero pasado, a dos años de los hechos, quisieron secuestrar a su padre. ¡Estúpida malandrinez!
Yo seguí adelante, volví a enamorarme y ella lo hizo también. Dejamos de tener contacto con el tiempo. Y el lunes pensé en ella con todas mis fuerzas, quise buscar en la red fotos de ella, pero nada. A causa de muchas cosas eliminó sus cuentas en las redes sociales. Y así, sin más, entrando a mi msn me aparece un aviso. ¡******** le ha agregado!
Y hablamos, ayer hablamos tanto que perdí la noción del tiempo y del espacio. ¿La idea de volver? Me pasó por la mente, pero no es algo que desearía en este momento. Ni ella. Lo único que hicimos fue hablar de la influenza, de nosotros, ponernos al día, recordar fechas, lugares, días, noches, besos. Ahora sería un buen momento para ir a Argentina. Pero no por ella, o sí. Pero sin falsas ilusiones. Bah, no iría, de cualquier manera ...
Parte de esta serie:
¡¡¡ letem bi lait !!!