viernes, 31 de julio de 2009

... ¡Cuelga, cuelga! ...

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Tendría un año o quizá un poco más que no me ponía una corbata. Bueno, no, miento, el día de la boda de Zoe, una chica que trabajaba en la oficina debajo de la mía hace un par de años. Y eso fue en octubre, a principios, así que, no soy temporólogo y me da flojera hacer la cuenta del tiempo que ha pasado sin que me pusiera una corbata.

Porque ayer usé una. Mal, quizá. Chueca y con el último botón de la camisa desabrochado. Pero hacía calor espantosamente. Y parecía que un gato la había usado como papel higiénico, la camisa, no la corbata, porque de pronto me descubrí una manchita café en la manga. Lo peor es que no pasó ni media hora desde que me la puse (obviamente ya había salido de mi casa) cuando una comezón espantosa me atacó alrededor del cuello. Impresionante. Y haciendo acopio de toda la fuerza de voluntad de la que soy capaz (y con la ayuda de pequeños golpecitos en la zona afectada), conseguí aplacarla por momentos.

Todo mi lindo puerquecito sufre por la desacostumbrancia a ser el hombre elefante (usar trafe y corfata). Que desde hace años, cuando trabajaba en el corporativo fraudulento no tenía necesidad u obligación de.

Pero cuando tenía siete años (maso) me gustaba ir a la iglesia de corbata. De esas corbatas que tienen ganchitos, oh sí, me veía tan galancito... Pero bueno, hace veinte años también gustaba de vestirme de futbolista, o de luchador, así que no cuenta en realidad.

Mi cuello es re sensible, en general toda mi piel de princesa (chale). Soy alérgico al polvo y al pelo de los gatos. Me lleno de ronchas en el cuello cuando estoy en constante exposición a los ácaros, o con la simple cercanía con los felinos. Entonces no sé si sea coincidencia o no, pero creo que un gato vive en mi ventana. Ayer todo el tiempo que estuve en mi cuarto mi nariz no paraba de gotear y gotear (¿Megah quieres ver?).

Digo que no sé si fue o no coincidencia porque la camisa me provocó lo que hace mucho no me pasaba. El estrés a causa de la comezón, la alergia.

La primera vez que recuerdo esa espantosa sensación fue en la universidad, durante mi estúpido protocolo de tesis con mi estúpido asesor que sirvió para dos estúpidas cosas. Tanto estrés y tanta impotencia porque nada de lo que hacía le gustaba, tanto que hubo que mover cielo y tierra para poder titularme (pero esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión), pero bueno, en esos días, mi cuello era una zona de guerra.

Luego volví a ser atacado durante la semana previa a mi debut radiofónico. En el casting no puse demasiada atención a los chicos pues estaba precupado por no rascarme enfrente de todos. Confié en mi productor y al final todo salió bien.

El año pasado, durante la grabación de la primera parte del documental sobre educación rural (que este año hice la segunda parte, y ejem, no me han pagado por cierto... ¬¬), tanto polvo y olores y pueblos y niños desnutridos con caras tristes me pusieron casi al límite.

Y ayer pensé que me atacaría de nuevo, pero no, o no dejé que pasara a mayores. Cierto es que me estresa la falta de un trabajo estable (más por las constantes quejas de mi madre de que consiga mejor un trabajo de ocho horas diaras y que paguen cada quince días), me estresa también que no me paguen mi dinero cuando dicen que lo harán, pero cierto es también que sigo flotando entre nubes y me siento tan lleno de éxito que sé que nada va a salir mal. (And nobody, in all of Oz, no wizard that there is or was, is ever gonna bring me down...)

Esas cosas que nos cuelgan a los hombres y que a muy pocos se les ve bien, anchas, delgadas, con puntitos, de rayas, cortas, largas, feas, más feas, lisas, con textura, etc. ¡Imagínense la vida con una de esas al cuello! Habrá a quien le guste, no lo niego. Tampoco es que sean símbolo de poder y dominación del empleado subyugado. Simplemente ya no quiero entrar en la dinámica del encorbatado. Aunque si valiera la pena ($$$$$$$) me tragaría mis palabras aunque ni la comida me pasara por el cuello apretado.

Y me veo guapísimo de corbata eeeh.

(Nel, no hay foto)




¡¡¡ letem bi lait !!!

martes, 28 de julio de 2009

... Orgullo micropolitano ...

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Nací y crecí en una ciudad pequeña. Cuidado, si vienen por acá, no vayan a decir jamás que es un pueblo, no, no. Mis paisanos se sentirán ofendidos si a nuestra bienamada ciudad pequeña es insultada y vilipendiada al llamarla despectivamente pueblo. Además que siempre es bueno saber que aquí no existen ni la izquierda ni la derecha, más bien nos orientamos por 'lado morral' y 'lado machete'. Ahí ustedes dicen si se arriesgan.

Pero no siempre fue así. Alguna vez fue un lindo pueblito con crepúsculos arrebolados en donde los párvulos podían corretear entre jardines al salir de la escuela ataviados con rojos overoles y zapatos de charol. Mi abuelo es poblano, mi abuela hidalguense, pero todos sus descendientes nacimos aquí o al menos hemos vivido aquí la mayor parte de nuestras vidas. Toda la familia de mi papá es de Toluca, yo viví allá algún tiempo, pero siempre sabiendo que mi casa estaba del otro lado, en la micrópolis barbacoyera. Así que, cuando pequeño, todo mi mundo se reducía a tres niveles, el primero, el piso, donde estaba mi hogar y todo; el segundo, México D.F. la gran ciudad capital (que en ese entonces no sabía lo que significaba); y el tercero, Toluca. Lo relacionaba así porque el ir a México nos tardaba una o dos horas mientras que a Toluca, tres o cuatro. Aunque ahora que lo pienso, la frase ir a México es taaaaan provinciano.

- ¿Qué quieres hacer cuando seas grande m'ijo?
- ¡Ir a México a estudiar la secundaria 'apá!


Porque eso de vivir a las orillas de una gran ciudad no está tan padre. No hay tanto tráfico, no hay tanta gente, no hay tanta contaminación, no hay tanta inseguridad, no hay tanta corrupción, no hay tantos peligros. Dicen. Pero no es cierto nada de eso. Mi pequeña ciudad, concebida como pueblo no estuvo nunca preparada para la explosión demográfica. Las calles son estrechas, las viviendas son escasas, los terrenos son caros, los servicios deficientes, los políticos perredistas, los autos son muchos y el aire viciado.

Y es que a pesar de ser un pueblo una ciudad pequeña, yo nunca entré en la dinamica propia de. Por ejemplo: Nunca fui en la misma escuela que mis vecinitos, todos mis amigos vivían re lejos, relativamente, pero a veces me era imposible ir caminando para jugar en sus casas, tenía que tomar transporte o pedirle a mi madre que me llevara. En la adolescencia, cuando aprendí a manejar (y descubrí que lo odiaba) pude ser un poco más independiente en ese sentido e ir a donde se me hinchara la gana. Pero entonces mi mamá no me prestaba su auto para ir a México.

Además que llamar por teléfono al defe era y sigue siendo larga distancia. Otro drama. Cuando pude huí. Pero siempre he vuelto, por una u otra razón, siempre vuelvo. Y no quiero, conscientemente quiero irme de aquí pero invariablemente termino regresando a la querencia.

Yo sé lo que sienten los que viven en Guadalupe, en Zapopan, en Ramos Arizpe, en Puerto Morelos, en Tecate, en Progreso. O en Nueva Jersey, o en San Petesburgo, o en Saint-Denis ...

Tampoco es lo mismo vivir en Londres cerca del metro Insurgentes que vivir en London cerca de West Ham. Aunque en los dos lados te partan a cuchilladas, nuncajamásmente será lo mismo ser apuñalado por un puñal neo chíchifo que por un simple neo punk. ¿O sí?

Me gusta la tranquilidad pero extraño el ruido. Me gusta llegar caminando a todos lados pero extraño el bullicio. Me gusta encontrarme a la gente a donde vaya pero extraño el ser incógnito. No me gusta la barbacoa y extraño las pizzas de Papa John's. Quiero la ciudad. La quiero. La extraño. Aunque no le diría que no jamás a The City.




¡¡¡ letem bi lait !!!

viernes, 24 de julio de 2009

... El cisne Mirón ...

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¿Cuál es el colmo de un hipermétrope? Ser voyeur.

Bueno, está bien, no es gracioso, ni siquiera es un chiste, pero el punto es que tengo cierto grado de hipermetropía, pero además, soy muy visual. Si pudiera categorizar, la vista sería mi segundo sentido favorito después del tacto, me excitan las visiones más que los sonidos, las palabras escritas más que las escuchadas (a menos que sea al oído, en un piso alto, con el peligro de que alguien nos vea ...); pero me excita más el tocar, y por ende, el ver una cara de placer.

Me gusta sentir las gotas de lluvia cayéndome en la cara, sin embargo, hoy me pasó algo muy extraño. Caminaba de regreso a casa después de comer quesadillas sin sabor, el cielo tronaba y se ennegrecía a cada paso que daba. Faltaban doscientos metros para llegar a mi resguardo seguro cuando gotones enormes comenzaron a caer. Yo veía claramente como se estrellaban en el piso haciendo pequeños charcos (en bullet time), a lo lejos se miraba como una cortina de agua, pero yo caminaba sin seguir un rumbo establecido y no me mojaba. Por increíble que parezca. Las gotas eran tan grandes y estaban tan espaciadas, que yo (cual varita de nardo) cabía perfectamente entre sus trayectorias. Rarísimo todo. Faltaban cien metros para llegar a casa y entonces sí, los gotones permanecían, pero entre ellos, miles y miles de gotitas cual agujas me atacaron. Llegué empapadísimo.

Pensé que yo era de los que pueden cruzar el pantano sin ensuciarse, o ir por la lluvia a media calle sin mojarse, pero no. De nuevo mi falible condición humana me dio una patada en la espinilla.

Me gusta el facebook. Me aburrí del hi5 hace tiempo, poco menos de un año creo yo. Antes del rediseño, facebook me parecía un tanto soso y sin sentido. Además estaba orgulloso de mi hi5 auriazul, sin ruidos, perfectamente acomodado y con purga de contactos cada cuanto. Antes de las miles y miles de aplicaciones, tests, juegos, galletas, etcétera, mi diversión de ocio eran los grupos/foros de hi5.

En enero del año pasado ingresé a uno en el que casi de inmediato comencé a hacer polémica. ¿Qué puedo decir? Me gusta hacer notorias las cosas que me molestan, aunque hiera frágiles egos y pequeñas susceptibilidades, el punto es que ese grupo se fue haciendo más y más grande, y era divertido. Hasta que en un arranque hormonal, la creadora del pelo y de las garras de ese foro amenazó con cerrarlo. Ni tardo ni perezoso, creé mi propio grupo y así me convertí en el criador ('cría cuervos y te sacarán los ojos' indeed). La mayor parte de los que se sintieron ofendidos por dicho arranque decidieron seguirme y se formó un grupo lo bastante heterogéneo para resultar extremadamente divertido. No niego si afirmo que muchos de mis mejores posts no terminaron aquí, sino en el foro, donde la respuesta era inmediata, y copiosa.

Pero todo por servir se acaba, cierto sector ñoño (más) del grupo no cesaba en halagos baratos y mentirosos para ellos mismos. ¡Con lo que me hartan las loas gratuitas! Y por supuesto que tenían todo el derecho del mundo, pero les faltaba el mérito, y eso era innegable. Yo me divertía cual mozalbete haciéndoles creer que compartía sus halagos cuando en realidad me moría de la risa de su pretendida grandilocuencia (¿o grandigrafía?). Pronto se darían cuenta y de pronto, en el foro se gestaba un odio secreto contra mí y contra doña esa, la cual tiene la culpa por consentirme y consecuentarme desde entonces todas mis culeradas. Pero en fin. En un émulo de La Noche de los Cuchillos Largos, de madrugada, me ayudó a purgar de indeseables el grupo y a la mañana siguiente, los mensajes al hi5 y en el msn no tardaron en aparecer. Ejemplo:



Y miles y miles de ellos del mismo estilo.

Mi grupo, mi creación dejó de ser divertido sin bufones y entonces, sin medir consecuencias ni guardar palabras, lo desaparecí. Los exiliados/corridos formaron su propio grupo que más tarde que temprano correría la misma suerte. No sin antes una pequeña pero divertida intervención hilarante cuya crónica más precisa pueden encontrarla acá.

No cabe duda que los ciclos se repiten. Y a veces mis palabras pudieran parecer conflictivas, sin embargo, no lo hago siempre a propósito.



Hay plumajes que cruzan el pantano
y no se manchan... ¡Mi plumaje es de esos!
Salvador Díaz Mirón


¡¡¡ letem bi lait !!!

miércoles, 22 de julio de 2009

... El papá de todos los aguacates ...

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No vi la película Up. No quise.

Cuando se estrenó, mi abuelo, Papá E, tenía un par de días sintiéndose mal de toda malitud. Primero su corazón de unioctogenario comenzó a latir irregularmente provocado por el cansancio resultante de su terquedad al pretender ser un alegre novillo e irse en metro todo el camino hasta 'La Meche' a comprar cosas para su negocio, y solo. Porque han de saber que nos engaña, nos dice que irá un día pero en realidad va otro, todo para que nadie lo acompañe. Lobo solitario como siempre ha sido. Pero bueno, nunca le había pasado nada hasta el mes pasado en que nos asustó a todos.

La semana pasada, el martes pasado fue su cumpleaños número ochenta y uno. Y ahí andaba tan campante como siempre, tomando sus medicamentos nuevos religiosa y puntualmente como debe de ser. Entonces, el plan era llevarlo a Atlixco, el martes de plaza allá, justo el día de su cumpleaños a que recorriera las calles en las que nació y creció. Ja, bueno, no nació en la calle (creo), pero me explico. Todo iba conforme a lo planeado, cuando al salir tempranísimo de bañarme, mi mamá me dijo: 'Vuélvete a dormir, no vamos a ir' '¿Por qué?' 'Tu abuelo se siente mal'. El corazón se me detuvo un momento, vaya, si nunca antes se había enfermado así, ya dos veces en menos de un mes era demasiado. Corrimos a verlo, sólo era el estómago, el día anterior, para celebrar el cumpleaños, mi abuela había hecho mole y se tomó un par de cervezas. Obviamente le hicieron corto en la panza. Total que el día en Atlixco se canceló, se pospuso una semana en realidad, aunque yo lo había olvidado.

My big floating head estaba tan enredada entre pensamientos tuyos que mi abuela creyó que estaba enojado con ella debido a la tremenda carita que me cargaba. Mi abuelo era feliz contando y recontando anécdotas de su infancia y yo sonreía por hacerlo, soltaba uno que otro comentario repitiendo lo que él decía, pero mi mirada se perdía en lontananza (ja) pues todas las baterías de mis pensamientos estaban enfiladas hacia el Crowne Plaza.

Según mi abuelo (y no tengo motivo alguno para desconfiar de sus recuerdos), de Atlixco salió el primer aguacate que se comercializó en todo el país. Así que, debo agradecer al pueblo de Papá E el que haya dado a conocer tamaña asquerosidad al mundo. Bueno, ocioso es decir que todo lo que comí ese día tuve que pedirlo específicamente SIN AGUACATE, de otra forma estaría imbuido hasta la esencia de tan verdosa manteca. Iugh.

Los moscos y las mariposas no dejaban de estamparse contra el parabrisas. Mi abuelo es fans del agua de manantial que baja desde el Popocatépetl (por cierto, ¿creen que es una incoherencia acentuar las palabras en náhuatl? Yo no), así que prestos, después de comprar tlacoyos atlixquenses, queso, jocoque y demás cosillas nostálgicas de comer, llegamos al manantial de Axocopa. Aunque hay un letrero que amenaza con remitir a las autoridades a cualquiera que meta los pies o se bañe en las cristalinazs y mineralizadas aguas; yo aproveché la solitariez del cauce para quitarme los zapatos y los calcetines y meter tan sólo por unos momentos mis patas.

No sé que haya pasado en realidad, pero prometo que me imaginé que, como en el comercial de una tinita que masajea los pies, la suciedad de mis patrullas se diluía entre la corriente suave del manantial. Y no sólo de mis patrullas. A la orilla del manantial de Axocopa me senté.

La sangre se me heló cuando entramos a las catacumbas de la iglesia en la que está enterrado mi bisabuelo, al que jamás conocí por cierto. Algo extraño me sucede cuando entro a una iglesia, una sutil mezcla de admiración por los muros y respeto por lo que vive dentro. Lo que representa. Volví a detenerme por un instante y pensé, mientras mis abuelos regalaban sus plegarias en la capilla donde Papá E fue bautizado y confirmado.

Suspiro y me encuentro temblando ...

A la hora de la comida, un mensaje de mi celular me hizo cambiar el rostro por completo. Porque ahora estoy completo. Hasta mi abuela me dijo que debió haberme tomado una foto en la mañana y una en ese momento para que viera la diferencia en mi expresión.

¡Oh sí!



¡¡¡ letem bi lait !!!

martes, 21 de julio de 2009

... Quiero, amo ...

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... but I'm willing to give it another try ...





¡¡¡ letem bi lait !!!

lunes, 20 de julio de 2009

... I'm going to reap just what i sow ...

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Just a perfect day
Drink sangria in the park
And then later when it gets dark
We go home

Just a perfect day
Feed animals in the zoo
Then later a movie too
And then home


Siempre he tenido el miedo real o imaginario de que los monstruos del pasado vengan hoy día (aquí y ahora) a jalarme las patas. Lo feo es cuando tales esperpentos los traigo amarrados a mi propia cola y termino pisándomela solito. Lo peor de todo es que las cosas se juntan y acaso podrían llegar a interpretarse de una manera completamente equivocada. Lo siento y lo siento (en ambas acepciones de la palabra). Te quiero. Mucho.


Oh it's such a perfect day
I'm glad I spent it with you
Oh such a perfect day
You just keep me hanging on
You just keep me hanging on


Me niego, me rehúso terminantemente a aceptar que algo tan fácil, tan perfecto, tan fuerte, con todo el presente y el futuro pueda terminar tan intempestivamente. Sé que mi estúpido orgullo no puede interponerse entre mí y mi destino. No esta vez. No cuando pierdo lo que más quiero. No cuando las fronteras entre lo correcto, lo deseable y lo adecuado se han desvanecido. No cuando todo es poco comparado al infinito. No cuando arde el rostro de vergüenza. No cuando la miro alejarse sin volver atrás. No cuando el agua puerca toma su cauce descendente. No cuando hiede a arrepentimiento. No cuando PERDÓN es la única palabra que procede. No cuando he quebrado la confianza. No cuando un sacacorchos no es suficiente para sacar lo que sobra. No cuando el sentimiento existe y confía, crece, cree, siente, quiere.


Just a perfect day
Problems all left alone
Weekenders on our own
It's such fun

Just a perfect day
You made me forget myself
I thought I was someone else
Someone good





Pato:
Sólo pido una mirada, y una oportunidad más para confiar, para ganarnos.

Estoy listo ...



¡¡¡ letos bi lait !!!

sábado, 18 de julio de 2009

... The darkest hour ...

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Todos somos freaks.
Texto de Rubén Bonet.


La normalidad aplicada al género humano es un mito y una utopía social trasnochada. Si nuestro único privilegio al nacer consiste en la posibilidad, genética mediante, de construirnos un futuro o una personalidad, con el paso del tiempo esa promesa hueca se llena de aconteceres, vericuetos afectivos y secretos íntimos que acaban configurando la fisonomía del rostro, esa cartografía emocional donde se registran tanto los gozos más intensos como las cicatrices más profundas.

Espejo del alma, como alguien lo nombró, y también el pozo que se abre al abismo turbulento que es el drama de la existencia humana, no importa si ésta se desarrolla en un parque de Berlín, en la Roma o en la morgue de Oaxaca.

No hay personaje que sea inocente, y menos frente a una cámara (o cuando se está tan expuesto [nota del copy]). Es eso consiste el famoso pecado original: en sabernos farsantes. Todo ser esconde un secreto, un drama íntimo que sólo a él le compete y que se materializa en la expresión que el retrato congela y comprime en este preciso instante que vemos, atrapando las esencias del ser como quien huele un perfume y fantasea con escenarios lejanos de aterciopelado oropel ...








¡¡¡ letmi bi lait !!!

viernes, 17 de julio de 2009

... El negocio del escarnio ...

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Aunque mi moralidad pueda ser severamente cuestionada en varias vertientes, hoy sucedió algo extraño, extrañísimo que jamás hubiera imaginado. Algo que no debería me hizo reír muchísimo o bueno, no tengo idea si debía o no, después sentí vergüenza, después gracia combinada con incomodidad. Lo fue bueno que no pasaron más de dos minutos en las que todas esas sensaciones se me revolvieron. Explico:

Regresaba yo a mi casa después de una noche perfecta (y una película malísima, pero bueeeh), en el metro. En el metro regresaba a mi casa, no en el metro la noche perfecta. En la penúltima estación, antes de bajarme, una persona con curvas femeninas subió al vagón. Digo con curvas femeninas porque tenía la cara cubierta con un tapabocas azul de los recientemente famosos, lentes oscuros enormes y el gorro de la sudadera tapándole la frente. El cuerpo pasado de peso completamente cubierto con kilos de ropa, que sólo hacían que se viera más voluminosa de lo que era. Los guantes rojos de lavatrastes complementaban el outfit antiepidémico.

¡Oh imaginación poderosa!

Lo único que pensé fue que era una paranoica sobreviviente de la influenza, nada más allá. Las puertas del sistema de transporte colectivo se cerraron y ella se quedó de pie entre los asientos. Yo pensaba que le tenía tanto miedo a los gérmenes que no quería contagiarse de nada, aún estando sentada. Equis. Y entonces comenzó el espectáculo. Detrás de toda la tapadera comenzó la perorata con el consabido sonsonete de vendedor/merolico de metro:

"Amables pasajeros, disculpen la molestia que les vengo ocasionando, tengo SIDA, tengo mucha necesidad, si pudieran regalarme una moneda ..."

Hasta aquí todo normal, bueno, regular, nunca había oído que alguien clamara tener SIDA para pedir dinero. Me sentí taaan mil novecientos noventa, pero en fin, supongo, tampoco he conocido un enfermo de SIDA realmente ...

"... Si gustan pueden humillarme, patearme y burlarse de mí, me pongo de rodillas si quieren, tengo mucha necesidad, una moneda que no afecte su economía ..."

Y así, ad nauseam.

Pensé que tenga o no tenga SIDA, provee de un servicio muy útil a los estresados pasajeros del metro (a mí no, yo iba muy relajado y feliz). Por una módica moneda que no afecta la economía, puedes patear y humillar a una sidosa. Chale y re chale. Está bien que la necesidad sea cabrona, pero pensándolo bien, no es la primera persona que sé que se gana la vida así.

Les suenan:
















Personas y personajes hechos para ser objeto de burlas ya sea por su comportamiento, habladurías o simplemente porque su apariencia provoca a los otros a darles en su madre.

¡Pobres!





¡¡¡ letem bi lait !!!

martes, 14 de julio de 2009

... Honest crap ...

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En medio de mis cavilaciones ancestrales del corazón y los sentidos, de pronto me siento perdido entre pensamientos tan felices y augurantes que dan miedo, miedo rico del que da ganas de correr pero en la dirección correcta.

La cosa esa espantosa conocida como me al cuadrado me ha atacado gracias a: jajaja nel, romperé las reglas y no diré quién, ni pegaré ninguna horrible imagen (que no haya sido hecha por mí) aquí. ¡Pos' éstos!

Tengo que escribir diez cosas honestas sobre mí. Como si jamás lo hubiera hecho. Bueeeeh. Ya qué, me quejo tanto que hasta parece que tengo muchísimas ganas de hacerlo, ahi va ...


Uno.
Procuro con toda mi fuerza de voluntad (con sus honrosas excepciones) no contestar en el messenger a los que se ponen sin conexión o no conectados. Me caga la madre, aunque debo confesar que algunas veces me pongo sin conexión, pero precisamente es porque no quiero hablar con nadie, pero quiero que me avise cuando me llega un correo o cuando se conecta alguien con quien sí quiero charlar, entonces me pongo online. Y me chingo, porque tampoco es chido ignorar a la gente que te habla.

Dos.
Jamás, hasta hoy, he puesto un pie dentro de un Starbucks. No sé lo que venden ni me sé los tamaños ni los precios. Sólo sé que son ridículamente caros y estúpidamente deliciosos por referencias que me han dado. No soy jipi ni antiimperialista. Simplemente nadie me ha invitado y a mí no se me ha ocurrido llevar a alguna date a un Starbucks. ¡Dios! Quienes me leen saben que soy todo menos un izquierdosoide-reniega-de-todo. Bueno, sí, pero jamás contra el capitalismo, oh no.

Tres.
No me gusta manejar. Me estreso, me enojo, miento madres y grito a los demás autos. Sufro de furia del volante. Cuando tenía auto, lo usaba únicamente para llevar el equipo cuando teníamos una grabación en locación o algún evento, pero jamás para ir de la casa a la oficina. Ahora que orgullosamente formo parte de la cofradía de peatones, de la chusma, de la tribuna de sol, me doy cuenta de lo dependiente que se vuelve uno sin ruedas. Pero mi tranquilidad y mi paz interior (a ese respecto, ejem) bien que lo vale.

Cuatro.
Soy buenísimo en ajedrez. Le parto la madre a cualquiera que se atreva a retarme. Menos a Pável mi cuate de la secundaria, que es actuario y además es una riata con los números. Y en el billar. Bah.

Cinco.
Cosas simples me hacen feliz. Una llamada, un mensaje, una sonrisa, un beso, un parpadeo, una mirada, una palabra. Sin embargo, la falta de eso mismo puede hacer que mi vida se convierta en un infierno viviente. Soy paranoico y aprehensivo cuando algo me importa. Al mismo tiempo, mi miedo permanente es que mi aprehensión arruine todo lo que es perfecto.

Seis.
Mi mamá dice que odio a las mujeres, que mi misoginia es un reflejo de todo el resentimiento que le tengo por arruinarme la vida. Bueno, eso dice ella pero yo no lo creo. No a menos que un profesional competente lo diagnostique. Y hablando de eso, he ido a tres psicoanalistas en la vida por diferentes razones. La muerte de mi padre, la lejanía en una relación significativa y la indecisión vocacional. De los tres psicoanalistas, uno está muerto, otra se retiró de la clínica para dedicarse a la cátedra y el tercero desapareció misteriosamente y nadie nunca supo de él, quizá está muerto también, o vuelto loco por tantos y tantos problemas ajenos.

Siete.
He estado con más mujeres de las que quizá debería, pero no tantas como muchos piensan. El verdadero número es tan irrelevante como la gran mayoría de ellas, las que en realidad guardo en la memoria y en el corazón se cuentan con los dedos de una mano. Oh, se leyó feo eso ...

Ocho.
Aunque se me pueda acusar de tal, odio sobremanera la presunción. Sobre todo entre quienes considero son inmerecedores de presumir. Es cierto que a todo ser humano le asiste el derecho de manifestarse de la manera en que mejor le plazca. Pero derecho no es igual a obligación. Quizá tienen el derecho pero carecen del conocimiento. Pueden tener todo el derecho del mundo pero no tienen el mérito. Una reverenda estupidez es decir: 'Lo hago sólo porque puedo'. Yo puedo patearles la cola a todos y cada uno de ellos, pero no lo hago. Pero no es por no querer ...

Nueve.
Mis dos mejores amigos de toda la vida (que no son amigos entre sí) se casan este año, el mismo fucking día a la misma fucking hora y no, tampoco se casan entre ellos, cada uno se casa con su novia. Lo cual me pone en un predicamento moral. En realidad es fácil, porque el primero ha sido mi amigo desde la secundaria y obviamente iré a su boda, pero el segundo fue mi socio en la mejor etapa de mi vida laboral y acaso me conoce más actualmente que el primero; así que será horrible faltar a su boda. Ni modo. Al que madruga Dios lo ayuda.

Diez.
Siento que me explota el pecho, y nada más diré al respecto. Estoy muy feliz. Realmente feliz. Como adolescente, inesperado, no hay tibieza en mi horizonte, me deslizo entre un extremo y otro de mis emociones y me siento vivo ... Por fin.

Ahora, nadie haga esta tarea o **** o como quieran llamarlo. Arruino la dinámica a propósito porque aunque estoy feliz (y sin cabeza), mi emo interno sigue viviendo para quejarse del mundo y alrededores.



¡¡¡ letem bi lait !!!

lunes, 13 de julio de 2009

... En defensa de John C. Reilly ...

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No tengo cabeza. Bueno sí, pero la estoy ocupando para otras cosas to whom it may concern ...

En plena efervescencia del día del amor de 2003, leí algo que se me quedó en la memoria para siempre. No tengo inspirancia pero se los regalo. Ahí a ver que piensan ...

Los días, los hombres, las ideas.
En defensa de John C. Reilly.

Por: Francisco José Amparán.


En la película The Good Girl, la actriz Jennifer Aniston (la Rachel de la serie de TV Friends, demostrando que puede actuar como algo más que comparsa de Ross o esposa de Brad Pitt) lleva una vida gris y tibia: es una empleada del montón en un supermercado, tiene una casa más bien furris, y un esposo fiel, proveedor y que la quiere; pero que tiene el encanto de una torta de aguacate de hace una semana y la brillantez intelectual de un diputado del PVEM. A fin de cuentas el personaje femenino cae en la tentación, y se deja llevar por instintos, hormonas y simple espíritu atrabancado a los brazos de un hombre más joven y guapo que su marido. Se supone que como espectadores debemos sancionar (o al menos comprender) esa actitud por lo poco satisfactorio que resultaba su matrimonio y lo pelmazo que era su esposo. El actor que hace el papel de cornudo es John C. Reilly.

En la genial película Chicago un ama de casa con aires de diva, interpretada por Renee Zellweger, tiene un tormentoso y adúltero amorío con el típico vivales que le promete ponerla ante las candilejas. Cuando el tipo revela su verdadera condición (e intención), la mujer le pega de plomazos en la mismísima recámara conyugal. Para salvar a su mujercita de la cárcel, el marido cornúpeta se echa la culpa del homicidio. Cuando sale a flote el affaire, y la policía mete a la esposa en chirona, el marido hace hasta lo imposible por contratarle el mejor abogado de la ciudad (Richard Gere, en un papel que ni mandado a hacer). Por supuesto, el marido era fiel, honrado, decente y la quería hasta las patas. Pero carecía del menor interés, carisma, encanto y, a juzgar por lo que hace por la ingrata, inteligencia. Al final de la película se supone que como espectadores debemos estar apoyando a la arribista (y a Catherine-Zeta Jones, mami) y despreciando al bruto que la sigue amando. El actor que hace el papel de cornudo es John C. Reilly, cuyo único número musical sirve para declararse transparente... alguien a quien los demás no ven ni toman en cuenta.

En la película The hours Julianne Moore desempeña el papel de un ama de casa clasemediera, suburbana y notoriamente aburrida en los años cincuenta. Su esposo es un hombre bueno, sencillo, trabajador, amoroso con su hijo y más plano y mediocremente previsible que el gabinete de Fox. La mujer se vuelve medio loca por la monotonía de su vida, le da por el suicidio y termina escapándose a Toronto (hasta eso, nada tonta) dejándole un hijo recién nacido al marido, que no supo ni por dónde le llegó el catorrazo. Se supone que como espectadores entendemos que la grisura de una vida como ésa justifica el abandono de hogar, hijos y familia. Ah, y el actor que hace el papel de marido abandonado es John C. Reilly.

Por supuesto, si yo fuera John C. Reilly, ya tendría entre ceja y ceja el cambiar de agente. Está bien que la facha de este actor (quien siempre ha salido en papeles secundarios, pero en este último año brincó a la fama haciéndola de alce, como ya hemos visto) da perfectamente el tipo de feo, bonachón, cumplidor y medio tonto. Pero como que ya estuvo suave, ¿no? Nada más faltó que saliera de esposo de Diane Lane en Infidelidad ... aunque eso ya hubiera sido la obviedad al cuadrado.



Pero eso no es lo peor. Total, uno puede decir que muy su carrera. Y que de galán, eso sí, nunca va a salir. Así que está bien que le haga su luchita por donde pueda. Además, se embolsó una nominación para el Oscar como Mejor Actor de Reparto por Chicago. A mí me late que fue por acumulación.

Lo peor es que lo que le está ocurriendo a John C. Reilly marca una tendencia de Hollywood que, miembros del género masculino que somos, nos debería poner a temblar: La de fomentar el desprecio femenino hacia el hombre mediocre.

Y es que, como apuntábamos arriba, las tres cintas (dos de ellas justamente nominadas para la estatuilla de Mejor Película) juegan con el espectador de manera tal que echemos porras y hagamos la ola por las esposas aburridas que desean acción y emoción en su vida, mientras mandan a sus buenos pero oscuros maridos por el caño.

Lo cuál tampoco es así que uno diga una novedad: la esposa que avienta delantal y pañales para irse a la aventura (o de aventurera) es un tema ya viejito. Recordemos que, en cierto sentido, la una-vez-más-nominada Meryl Streep saltó a la fama con un papel de ese tipo en Kramer vs. Kramer, hace ya un cuarto de siglo; o a Jessica Lange matando a su lamentable marido (el actor John Colicos. Así se llama, en serio ... pero como que no es razón suficiente) en El cartero llama dos veces. Pero aquí lo inquietante es la tendencia. Y los posibles resultados que pueda producir.

Y es que, claro, la inmensa mayoría de los hombres podemos ser John C. Reilly (aunque no tengamos a un lado ni a Jennifer Aniston ni a Julianne Moore, ¡bah!). Pero la mayoría del género masculino no tiene ni el maduro atractivo de Richard Gere, ni los ojitos de Tom Cruise, ni el cuerpo de Denzel Washington, ni las muy masculinas arrugas de Harrison Ford, ni el dinero de Bill Gates, ni el bronco desparpajo de Félix Salgado Macedonio (quien jura que es actor), ni la chispa natural e ingeniosa bonhomía de Roberto Madrazo (de acuerdo, de acuerdo, olviden esto último). Muy pocos tienen para sacar a su mujer a restaurantes de lujo ni cómo darse una escapada con ella a Cuernavaca, ya no digamos París o Tahití. La inmensa mayoría no es broker de Wall Street (más bien, la mayoría está broke, si se me permite el mal chiste) ni piloto de pruebas ni médico misionero en El Congo. La mayor parte de los hombres que en esta Tierra viven se las dan de santos con sacar para el chivo, ver a los hijos terminar la prepa sin que los expulsen por vandalismo y cumplirle a la 'ñora de vez en cuando sin ver azul. Para ellos una aventura es ir al Estadio Azteca cada quince días y salir de él no sólo vivos, sino además sin haberse contagiado de lepra o peste bubónica tras visitar los sanitarios (¿Por qué ese nombre, si son todo lo contrario?). Casi todos se conforman con vivir la dorada medianía de la estabilidad, y que los infelices de Hacienda no respiren demasiado cerca de su nuca.

Pero ahora Hollywood está mandando el mensaje nada subliminal de que las mujeres no tienen por qué apechugar con semejantes nulidades. Que la vida debe ser más emocionante que por fin pagar la hipoteca y lidiar con el Cloralex; o que el trabajo en la oficina o consultorio con el que tratan de lograr lo primero. Así que la humilde y tranquila domesticidad ya no debe ser suficiente: hay que ir más allá.

¿Y qué podemos hacer los pobres hijos de Eva? ¿Volvernos Indiana Jones? ¿Vivir en hoteles de lujo con voluptuosas camareras como Ralph Fiennes? ¡Brincos diéramos! Si no es por no querer...

Mucho me temo que esta última oleada de películas le añade un ingrediente extra a la pregunta fundamental que, creo, todos los hombres nos hacemos desde el momento en que se prende el foco azul en la maternidad: A fin de cuentas, ¿qué rayos quieren las mujeres?

Como si no tuviéramos ya suficientes problemas.



¡¡¡ letem bi lait !!!

jueves, 9 de julio de 2009

... En mi oficio o torvo arte ...

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en mi oficio o torvo arte
ejercido en medio de la noche
cuando la luna sólo brama
y los amantes yacen acostados
con todo su dolor en los brazos

siento envidia y respeto
por quienes trabajan con las manos
y ansían llegar al hogar a descansar

yo trabajo con luz sonora
con movimiento y armonía
nunca por pan o ambición
sino por la humilde paga
del corazón más secreto
nunca para el altanero apartado de la luna

no escribo para las personas
sino para los amantes y sus himnos
cuyos brazos bordean las penas de la eternidad
quienes no me recompensan con elogios ni monedas
ni entienden mi oficio o torvo arte




Dylan Thomas.




(versión de Luis de Pablo)





¡¡¡ letem bi lait !!!

martes, 7 de julio de 2009

PELANDO LA BANANA. La cáscara. Volumen VII.

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"Desde el principio hasta el final no hay una sola cosa recta, sólo es posible una pregunta. ¿Juegas?"
David Grossman



El olor a podrido que emana de las yemas de los dos pulgares de mis manos me marea pero sobre todo, hace que inexorablemente la recuerde. Cinco veces he votado en la vida. Dos para presidente, una para gobernador y con la de este domingo, dos elecciones intermedias de diputados (y para presidentes municipales y diputados locales que siempre vienen pegadas). He de decir que siempre voto por el mismo partido, aunque en las federales de 2006, caí en la tentación del seductor baile del hipopótamo y di uno de tres votos para Nueva Alianza. Total que siempre voto por el mismo color y tengo la dicha de estar invicto en las elecciones presidenciales. Dos votadas y dos ganadas. Pero por el contrario, dicho color no me ha hecho ganar ni maiz en elecciones locales, ni gobernador, ni presidente municipal, ni diputado federal, ni local, ni senador. Jamás. Pero en fin. Maldición de vivir en municipio amarillo.

Una de las relaciones más intensas que he tenido se dio dentro del contexto de la agitada campaña electoral de 2006. Ella, pobrecita, es hija de un politiquillo de rancho, que se ha dedicado toda la vida a chupar del presupuesto municipal, estatal o federal. Parte de la desbandada que abandonó el barco tricolor en 1987 para sumarse a la campaña de Cárdenas contra Salinas (primera elección de la que tengo vagas memorias). Después se juntó con los amarillos y así ha seguido, ha sido diputado local creo que dos veces, parte del ayuntamiento otras tantas y derrotado una vez que contendió para la alcaldía. Y su daltonismo (por no poder ver los colores correctos) se le pasó a su hija por herencia. Bueno, no tengo porqué defenderla, ella sabe lo que hace, pero en ese entonces (no sé ahora) era furibunda defensora lopejobradorijta.

La conocí en una fiesta. Mira si es grande el destino y esta ciudad es chica. Yo celebraba junto con los compañeros de la maestría el término de la misma. Me había salido antes que todos del examen de Estrategias de Distribución (ya lo había terminado) para pasar por Elizabeth. Iríamos todos al bar de mi hermano a festejar el término de dos años de materias poco aprovechables pero que se ven bien en el papelito. Había invitato a Elizabeth a acompañarme y sería nuestra primera cita.

Ese día fue el inicio de Elizabeth y Luis, y además había contactado a una excelente dealer de memorias usb. ¿Su nombre? Edith. Amiga de una amiga de un amigo de un amigo. O algo así. La historia siguió su curso, Elizabeth se iba y volvía, ella en toda su intermitencia y yo en toda mi permanencia funcionábamos de manera regular, o eso parecía. Por primera vez compré una monstruosa (en ese entonces) memoria de cinco gigabytes, carísima. Edith y yo charlábamos por msn también de manera regular, sin pretender nada, ni querer nada.

Un día, en noviembre, recibo un mensaje en el celular pidiendo por ayuda desesperada. Me encuentro con Edith en el centro, ella llorando como una magdalena porque su hombre la ha abandonado. ¡Oh cielos! Si hubiera leído correctamente las señales mucho se habría evitado, pero también mucho se habría perdido. Edith no tenía con quien hablar y me habló ya como último recurso, la hice reir y se tranquilizó. Una semana después, Elizabeth, su hijo y yo fuimos de vacaciones a Mazatlán. Casi me cuesta morir ahogado en la alberca asesinado por una novia celosa, una llamada de Edith a mi celular, de madrugada y de nuevo llorando por un nuevo abandono de su hombre. Dos en menos de un mes. Era de preocuparse, sin embargo no lo vi venir. No del todo, creo.

Con la llegada de diciembre, Elizabeth se fue a Los Angeles y yo no prometí esperarla, mis nalgas se cansaron de estar sentado decidí que todo había terminado y entonces entró Jimena por la puerta de mi oficina y pasó lo que pasó. Me sentí tan culpable, que hice lo mismo que Edith había hecho en alguna ocasión. Le llamé para contarle mis penas.

El año nuevo trajo consigo una inesperada amistad, complicidad y camaradería entre Edith y yo, iba a visitarme a la oficina al menos dos días a la semana saliendo de la escuela. Estudiaba ingeniería en electrónica y telecomunicaciones, creo. Nos fuimos haciendo más y más unidos y aunque en el fondo yo seguía extrañando a Elizabeth, salía con Edith como amigos aún pretendiendo nada, y salía también con Jimena, también pretendiendo nada pero lográndolo todo.

La convivencia con Edith llegó hasta donde tenía que llegar, comenzamos a sentir cosas, conocí la historia de los abandonos patológicos de su hombre, terminaban y volvían, terminaban y volvían y todo de nuevo, interminablemente. Yo no tenía autoridad alguna para juzgar, lo mismo tenía yo con Elizabeth, lejos, pero nos extrañábamos, lejos, pero juntos. Juntos, pero eso no me impidió encandilarme con los sensuales labios de Edith, tipo Angelina Jolie región cuatro bananero. Nada había pasado entre nosotros, pero era evidente, nos quemábamos por dentro. Un día, en febrero, después del cumpleaños de Elizabeth, decidí dejar de pensarla y esperarla tácitamente, un día después salí con Edith y juro por los cielos más sagrados, que jamás en la vida he sentido tantas ganas de besar a alguien como esa tarde/noche. Pero diablos, ella había vuelto con su hombre, también un día antes.

Irónicamente y como si todo fuera una mala película, Elizabeth volvió de Los Angeles ese lunes y como resulta obvio, corrí a su encuentro, todo era dichoso de nuevo, pero entonces sucedió el enroque. Edith llegó a buscarme a la oficina el martes por la mañana, mi socio, ignoto de la situación tan enredada solamente le dijo que me había tomado la mañana libre para ir a ver a mi novia. ¡Demonios! Por supuesto, me buscaba porque había vuelto a romper definitivamente con su hombre. Hablamos en la noche, le conté todo y ella a mí. Le confesé mis dudas y ella prometió no dejar de verme. Lo cumplió.

No pasó ni una semana cuando Elizabeth volvió a irse, a Mérida esta vez, de ahí saltaría a Cancún para quedarse una buena temporada. Y Edith seguía ahí. El día más genial fue cuando fuimos al cine a ver 'Una película de huevos' y después a la feria. Era domingo y ella tenía clases el lunes, por lo que debía estar en su casa a más tardar a las doce (reglas estrictas de su padre, según); pero era la clausura de la feria y el tiempo nos pasó volando, como pasa el tiempo cuando la pasas perfecto. Con el pequeño, pequeñísimo inconveniente de que al salir, a lo lejos vimos al ex hombre patológico con una rubia y ella se quedó pensando en eso todo el camino de regreso. Decidí no besarla (otra vez) debido a ello, no quería que fuera por una revancha de su parte ni nada parecido. No hubo la oportunidad. Cuando estacioné el auto a la entrada de su casa, oigo toquidos desesperados en mi ventanilla y me asusto horrible. Era su padre, en ropa de dormir y con una jeta de que se lo llevaba el diablo. Cierto que eran las tres de la mañana y cierto también que su hija llegaba con un desconocido y con cierto aliento alcohólico (ni tanto). Me gritó, o eso creo y arrastrándola la llevó adentro, ni tiempo tuvo de despedirse de mí. Rechinando llantas me fui de ahí enojadísimo.

No volvimos a vernos hasta mi cumpleaños. Por primera y única vez en mi adultez hice una fiesta enorme, casi cien invitados de los cuales llegaron sólo sesenta, aún así muchísimos. Todos reclamándome porque estuve todo el tiempo con Edith. Fue genial, se llevó de pelos con mi abuelo y con mi mamá. Pero en algún momento, algo se rompió dentro de ella o la cerveza le hizo efecto gacho o se le cruzaron los cables. El chiste es que se disculpó, y cual picadora de cebolla se encerró en el baño a llorar a mares. No sabía que hacer. Mi mamá le dio café y la llevó a dormir. Yo le llamé a una de sus amigas para que fuera por ella, no podía llevarla yo a su casa en ese estado, de por sí su padre me odiaba, piorrr.

La siguiente semana fue a la oficina a verme muy apenada. Me dijo que estaba enamorada de mí, y que sabía que yo lo estaba de ella, que por eso no podíamos vernos más (¿?). -De esos argumentos femeninos tan absurdos pero tan comunes que seguramente pronto abarcaré con más amplitud-. No había nadie en la oficina. Cerré la puerta, preparé una cámara en el set de chroma y la senté frente a ella con un monitor para que pudiera verse. Y a mí. Nos lo dijimos todo. Lo que sentíamos, lo que queríamos, lo que pensábamos y lo que estábamos dispuestos a hacer. Nos besamos por primera vez y fue, fue, fue mágico, hasta que el calor nos quemó lo suficiente como para querer más. Desnudos en mi oficina, sin condones, me rehusé a hacerlo. Simplemente sin condón no puedo, no quise. Se vistió enojadísima y se fue sin dirigirme palabra alguna.

Esa sensación de abandono y pesadumbre no me dejó hasta que volvió. El día de la inauguración del mundial de futbol Alemania. Sabía que no me iba a perder los partidos así que fue directo a mi casa. Sin hablar nos dijimos todo, nos perdonamos lo que había que perdonarse, y ahí sí, con los condones suficientes y necesarios, cogimos como si hubiéramos cogido toda la vida. Como dos amantes experimentados y doctorados en el cuerpo del otro, o así lo sentí. No se si hayan sido las ganas o en verdad algo más trascendente, pero pasó. Como pasaría casi diario a partir de entonces.

Las campañas presidenciales agarraban vuelo para entonces y los debates entre ella y yo eran monumentales, que López, que Calderón, que el compló, que el mesías tropical. Disputas que invariablemente terminaban en acostones de antología. Intenso, intenso todo, y por lo tanto fundamentalmente corpóreo. De esas veces cuando la piel siente tanto que trastoca el corazón y los sentimientos, y los confunde, creo.

El dos de julio había que ir a votar. Sabía que el domingo con ella estaría arruinado pues sería representante de su partiducho en una casilla. Fui, voté, compré refrescos, café y chucherías para llevarle. La vi extraña, sin ganas, como triste. Hablaríamos en la noche, lo prometió. Pero esa llamada nunca llegó. Yo marqué y no obtuve respuesta. Tampoco el lunes, ni el martes, ni el miércoles.

Hasta el jueves, el hombre patológico contestó mi llamada. Ocioso es decir lo que pasó, resulta obvio. La patología le ganó a la piel, o al corazón, o a lo que sea que hayamos tenido. Me destrozó, pero sólo por unos días. Lo dicho, como de película, Elizabeth volvió a curarme las heridas para volverlas a abrir de inmediato regresando a Cancún.

Esa semana, mi hermano se muda del departamento, Jimena viene a vivir conmigo y Valeria llegó a mi vida.

Mucho pasó en poco tiempo. Mucho, tanto que no me dejó tener un duelo especial por la pérdida de Edith. Ni con el tiempo. No le guardo rencor. Conmigo se quedaron los poemas que escribí para sus dibujos (aunque estos se hayan perdido). Al menos me regresó Diablo Guardián antes del fin. Fiuf.




Parte de esta serie:





¡¡¡ letem bi lait !!!

domingo, 5 de julio de 2009

... Homo mulieris porcus ...

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"Porcus est homo mulieris, non homo, quom qualis sit non novit"
(Cerdo es el hombre para la mujer, y no hombre, cuando desconoce quién es)
Tito Marcio Plauto Luis de Pablo.



Si los pobrecitos hombres lobos son a todo dar, fieles como perros pero solitarios como coyotes calamidad. En vez de signo perro, los nacidos en mil novecientos ochenta y dos deberíamos ser signo lobo. Se oye definitivamente mejor: 'El año del lobo', quiubo quiubo quiubo. Érase que se era, que el tal Tito Marcio Capotitus de la cita del título se ganó la eternidad con esa vaga cita que fuera de contexto no significa gran cosa. En su re-burra comedia Asinaria, cuya sinopsis según Wikipedia es:

El suceso se desenvuelve en Atenas, cerca de las casa del anciano Deméneto y de la alcahueta Cleéreta. El viejo Deméneto, que vive sumiso a la voluntad de su acaudalada mujer, pretende ayudar económicamente a su hijo Argiripo que, enamorado de la joven Filenia, hija de Cleéreta, desea recibir sus favores; Deméneto tiene el propósito de gozar él también de la moza. Con el favor del esclavo Leónidas se apodera del producto de la venta de unos asnos. El joven libertino Diábolo, desengañado porque Filenia no le hace caso, denuncia el complot a Artemona, la rica esposa de Deméneto y madre de Argiripo, que los que sorprende en un banquete en casa de la alcahueta ...

Hasta me dan ganas de leerla. Con semejante barbaridad, no creo que se imagine nadie que dentro del desmadre, alguien pronunciará las palabras que han dado la vuelta a la historia. "Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit" (Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro). Que después, Hobbes, un simpático tigre de peluche que cobra vida a la vista de su dueño, un precoz güerito baboso el filósofo inglés la contrajo en su opus magna Leviatán, dejándola en: "Homo homini lupus" (El hombre es el lobo del hombre). El egoísmo en todo su esplendor. Hitler y la bomba atómica son las imágenes que me vienen a la mente cuando escucho o leo esa frase

¡Pobrecitos hombres! En la antigüedad, tan lejos de los dioses y tan cerca de los lobos. Hoy, tan lejos de Dios y tan cerca de las mujeres. ¡Puercos! nos dicen, ¡Cerdos! nos llaman, ¡Cochinos, cochinos con razón! nos gritan.

Nos comparan con un noble ser que ni la debe ni la teme, simple y llanamente porque a ellas no les ha sido concedida la gracia de pensar con una parte del cuerpo que no es el cerebro. Porque para poner las cosas claras desde el principio, deben entender que los hombres pensamos con el pito. Establecido esto de antemano, nosotros, fieles y humildes discípulos de Epicuro, no podemos ni debemos sentirnos ofendidos cuando tales epítetos nos son endilgados.

Es, ciertamente, una razón platónica la que ha comparado a los hombres con los cerdos desde el principio de los tiempos. Basados en la creencia ancestral de que son los tiernos chanchitos los depositarios de las almas reencarnadas de los impíos, los impuros, los libertinos, los que hacían caso del placer de sus cuerpos, los que mediante la carne pretendían alcanzar la divinidad. No sin razón. Siendo el cochino, el único animal de la creación por completo incapaz de levantar la vista al cielo (a causa de una articulación incompleta en el cuello), no puede ser acreedor de la gracia de Dios. ¿No les digo? Si literalmente los agarraron de sus puerquitos condenándolos a vivir entre el fango y la suciedad.

Al estarle vedada la vista del infinito, el puerco representa la tierra. La Tierra, el presente, el aquí y el ahora, lo fatuo, lo esporádico, lo real, lo palpable, lo inmediato. Al llamar una mujer a un hombre, 'cerdo', lo ata a lo mismo. ¡Todos los hombres son iguales! Sí, ¿y qué? ¿Quién lo negó? ¿Quién fue la que con sus suaves y delicadas manos levantó la cabeza porcina y ofreció visiones celestiales? ¿Quién en su sano juicio puede negar la permanencia? ¿Quién mejor que tú entiende la diferencia entre entregarle el alma a una persona a solamente las manos, o los labios?

Puercos somos todos. Lobos, hay habemos pocos.



¡¡¡ letem bi lait !!!

viernes, 3 de julio de 2009

... LA GRAN MORDIDA ...

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Había pasado las dos semanas anteriores pensando y re pensando en la posibilidad de aparecerse o no en el aeropuerto. Cierto, las charlas interminables e intensas hacían que su sangre entrara en un punto de extrema ebullición. No lo entendía, era extraño pero la posibilidad de volver a la gran manzana después de casi ocho años era más que tentadora.

La primera vez era un joven inexperto haciendo servicio social en un periódico de circulación nacional, había ocurrido algo gravísimo en Nueva York y el miedo se sentía por todos lados, pero él, impetuoso como sólo se puede ser en el inicio de los veintes se ofreció a ir de corresponsal, nadie quería el encargo. Manhattan se vislumbraba entonces como poco menos que una sucursal del infierno. Llegar hasta allá supuso cinco días en carretera, minuciosas revisiones al pasar cada frontera nacional y estatal, mal comer y mal dormir, pero estaría cumpliendo su sueño. Internet estaba restringido por lo que tenía que detenerse cada cuando en algún pueblo para enviar sus colaboraciones al periódico.

No había ya torres gemelas, la estatua de la libertad estaba clausurada, el Yankee Stadium cerraba sus puertas provisionalmente y el río Hudson teñido en sangre y turbosina lo recibía como visión apocalíptica.

Ciertamente no era el Nueva York de las postales. Aquello era más una corresponsalía de guerra que la cima del glamour. Aún con su acreditación especial no podía acercarse a más de cien metros de la zona cero, pero desde ahí podía oler la muerte. La remoción de escombros no llevaba ni el diez por ciento y cientos de hombres habían perdido la vida en el intento, pero eso no hacía sino acrecentar las ganas de los voluntarios.

Nueva York fue una pesadilla recurrente en sus noches. Aún ahora hay noches en que despierta -solo- con un grito que recuerda a los lamentos de los deudos del once de septiembre. Sin embargo no estaba dispuesto a que eso le impidiera encontrarse con ella.

Ella, la de la piel blanca, que mientras él se bañaba apenas, ya debería estar llegando al aeropuerto con las maletas hechas, sus maletas, las de ambos.

No era Nueva York, era ella. Si había decidido darle una segunda oportunidad a la ciudad no era por la ciudad en sí misma, era por ella, por las ganas que tenía de verla, de caminar del brazo por Central Park, en fin, de hacer todas las cosas que hace un turista knickerboxer común y varil. Pero con ella, siempre con ella.

Decidió no rasurarse, al fin y al cabo, ella debía conocerlo y gustar de él como es. En la mesa de las llaves estaba ya el clavel rojo que atoraría en la solapa de su chaqueta. Jeans deslavados y con un hoyo en la rodilla, zapatos y chaqueta cafés y camisa blanca. Cómodo para el viaje. Casi olvida las gafas oscuras que protegían sus ojos del absurdo resplandor del cielo nublado de esa mañana. Su mejor amigo ya estaba abajo tocando el claxon como desquiciado. No quería llegar tarde, apenas está a tiempo y tampoco quería que ella creyera que no llegaría.

Corriendo pasa los filtros, le ayuda el no llevar más equipaje que su sonrisa. Apenas entrando a la sala de abordar la mira mordiéndose las uñas, se seca la frente aperlada de sudor y camina hacia ella despacio, como queriéndose grabar su imagen en la mente. El libro en una mano, dentro el pase de abordar, y bajo el brazo el abrigo. Mira el reloj y en su rostro se desdibuja una sonrisa.

Ella se levanta con la vista fija en el suelo y voltea, sus ojos por fin se encuentran en el reflejo de las gafas oscuras. Sonríe ampliamente. Despacio, ambos caminan hacia el túnel. Sin tocarse, sin hablarse pero sin poder dejar de mirarse y sonreir. Al doblar la esquina, él no puede resistir más, se acerca a su cuello ...

Aún hay tres horas de aquí hasta Nueva York.




¡¡¡ letem bi lait !!!

jueves, 2 de julio de 2009

... La K-J-I (diota) ...

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Si algún día me saco la lotería o un poderoso ejecutivo (o ejecutiva, sería mejor ¬¬) de televisión se enamora de mi trasero y lo(a) convenzo de dejarme todo su imperio, tendré una televisora cuyas siglas sean: K.J.I. El slogan obvio sería una burla para todos aquellos detractores de la televisión. Dirán: "Por supuesto, es tan idiota que hasta ellos de dan cuenta". "¿Cómo esperan que veamos algo que se autodenomina idiota?". Entre otras linduras. Pero lo cierto es que 'La Ka Jota I diota' será todo menos idiota. Quizá un poco imbécil, de humor simple y divertido y siempre con aires cultosos. Aquí hablé sobre mi programa de televisión ideal. Ahora imagino todo un canal para poder hacer lo que me plazca. Oh sí.

Bueno, resulta que un cuate que se murió en abril de este año de cáncer de próstata (¡ay dolor!), se hacía llamar J.G. Ballard, escritor, novelista y quote-genius que entre sus obras más famosas están: "El Imperio del Sol" que Steven Spielberg la hizo película y luego fue nominada para un chorro de Óscares; la genial "Crash" re fuerte y polémica sobre autos y mutilados y aaargh, ya me dieron ganas de...; ajá, Ballard también escribió disparates de la más inverosímil ciencia ficción como "The Kindness Of Women", pero eso fue en 1991 cuando ya estaba medio chocheando. O bueno no, porque su último libro "Kingdom Come" de 1996 (que por cierto es uno de los mejores títulos del universo para lo que sea, cómic, novela o grupo de rock) tiene unas reseñas enormes y aún no he podido hincarle el diente, pero bueno, algún día ...

Ah, lo siento, lo que quería decir es que J.G. Ballard decía que: "La televisión es pura vanidad". Que viniendo de un tipo de la edad de mi abuela no suena descabellado. De todos modos yo puedo quedar libre de casi cualquier pecado católico o cristiano menos siete, y la vanidad cae dentro de la soberbia, que ha de ser como mi tercer o cuarto pecado favorito; así que, por antonomasia, la televisión y yo nacimos para ser uno mismo. Uouuo.

Cada que me encuentro con algún trasnochado que en su afán por verse cool afirma y recontraafirma que no ve televisión, lo detengo antes de que comience su perorata diciéndole: "¡Hey! Cuidado, no hables mal de la televisión, ella me educó". A eso casi nadie sabe que contestar. Bah, ilusos. Claro, a nadie le gustaría que hablaran mal de doña Chonita su nana ¿no? O de su madre, o de su abuela o del padre Ángel, depende.

Siendo mi hermano y yo hijos de madre trabajadora y padre bohemio y ausente, pasamos la mayor parte de nuestra niñez en casa de mis abuelos papás de mi madre. Los cuales tenían sus trabajos y sus negocios. Lo que obligaba a la televisión a permanecer encendida por horas y horas. Yo no necesitaba hacer tareas, ya las había hecho durante las aburridas clases y mi hermano tampoco lo necesitaba, le pagaba a algunos niños para que las hicieran por él.

Mazinger Z, los Thundercats, los Halcones Galácticos, El Tesoro del Saber, Plaza Sésamo, Popeye el marino y -tardíamente- Los Simpson fueron mis tutores. Sin embargo, aún conservo el papel escrito que mi padre, bohemio y con ciertas tendencias librepensadoras, me envió alguna vez. Transcribo:

"Lee, lee mucho. Libros de historia, de historias, de historia de los países, de los animales, libros de cuentos. Hasta el Condorito, el Video Risa o los cuentos de Disney si quieres. Todas las letras te dejan algo bueno. No quisiera que un hijo mío se volviera un burro que nada más se la pasa viendo televisión."

¡Uops! No sé en qué momento torcí el camino. Lo cierto es que me encanta la televisión. De mis padres y mi abuelo heredé el gusto por la lectura, pero jamás me perdí mis programas favoritos. Mi hermano, aunque sin educación profesional, es un gran lector, un tremendo lector que se roba mis libros y se los lleva a tierras tlaxcaltecas lejos de mí (aaaargh, ajá). Mi abuelo tiene una biblioteca completísima y polvorienta que creo que vale más que su casa entera, a la cual se añadieron los libros que nos dejó mi papá. Mi mamá lee, siempre lee, en el baño, en la playa, en la sala de espera del ginecólogo, mientras ella espera a sus pacientes, aunque últimamente ha preferido conectarse al messenger para platicar con sus hermanos.

Antenoche fui feliz dando cátedra de geografía política e historia del comunismo, cosa imposible de lograr sin leer, pero también sin ver el History Channel y comparar visiones, lugares, fechas, opiniones y lados.

Cuando no tenía cable me quejaba de ver siempre lo mismo, pero ahora que hay internet me quejo de no tener el suficiente tiempo para ver todo lo que me gusta. El paso natural es el TiVo, y si de por sí duermo tres horas diarias, supongo que podré darme el tiempo. Trabajar haciendo televisión significa renunciar al tiempo para verla. Es simplemente desgastante y lo sufrí (y muero por seguirlo sufriendo, la verdad).

La relación de la sociedad con la tele es tan de amor-odio que miles y miles de historias pueden salir de ahí. El master de masters Pepe Rojo (aquí una genial colaboración para la revista en la que quiero trabajar) hace una buenísima fusión de novela y ensayo en la críptica "Punto Cero". Que desde el año pasado es de mis libros favoritos. No es fácil de conseguir, pero yo se los presto ja.

No soy envidioso, soy vanidoso, que es otra cosa.



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Vayan al post medio polémico (que me echan montón) en:



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... Gracias Dios por los dones que voy a recibir ...