miércoles, 21 de enero de 2015

... Con sumo placer ...

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He de decir que, aunque yo no fui un niño rudo, tampoco fui un escuincle enclenque que quisiera pasarse la vida sentado frente a la televisión. Lo que me sucedió fue accidental. Me gustaba salir a jugar a la calle, en triciclo primero y en bicicleta después hasta el poste y de regreso, pero también disfrutaba estar en el sillón frente a la vieja telesota de bulbos y mirar con calidad espantosa las caricaturas o el futbol o las películas de Cantinflas que tanto amaba mi abuelo.

No recuerdo haber sufrido la ausencia de cable o por que no me gustaba lo que había en la tele a alguna hora. Se veía lo que había y punto. Un poco más tarde, con la adolescencia entrando y los granos saliendo, me recluía a veces para mirar de corridito "Sliders", "Ciencia loca", "Salvados por la campana", "La niñera", "El príncipe del rap" y la joya de la corona: "Los Simpson".

Después caí en la cuenta de que la televisión fue para mí mucho más que un entretenimiento, se convertiría en algún momento en mi modo de vida, en mi manera de entender el mundo en el que vivo y al mismo tiempo, en la mejor forma de olvidarlo, por un rato. Nunca creí que tanta televisión me volvería turulato, por el contrario. Todo depende del mirador y la comunicación se da hasta que hace su aparición el receptor. Soy como soy por los valores que me inculcaron y por lo que aprendí mirando la tele. Es así. En una conversación, jamás permito que nadie hable mal de la televisión, ¡ella me educó! Espeto. Y respeto es lo que siento para los que hacen y viven de la tele.

Por eso me es tan difícil prohibirles o limitarles a mis hijos el horario de la tele. Me sé de memoria sus programas favoritos y a qué hora pasa cada uno y en qué canal. Tampoco es difícil, y sé que cuando están cansados pero aún llenos de energía, un rato de tele los apacigua, como música a las bestias. Además, no es que se sienten como tarados con la baba cayendo frente a una televisión que ya no lastima la vista como las de antes; la miran un rato, van por una hoja y una crayola y dibujan lo que sucede en la historia, o van por sus juguetes de lo que corresponda y cuentan la trama a la par de lo que se transmite. ¡Son geniales! (Por no decir que son unos tetazos).

Cuando me referí a que no fui un niño rudo, quise poner en contexto que siempre preferí los programas y juguetes que eran etiquetados específicamente para niños, no para niñas. Y eso era lo normal, lo natural en aquellos tiempos. Ahora, a mis hijos les chifla "La princesita Sofía", y está bien. Aman los muñecos y los peluches así como aman sus zapatos y balones y camisetas de futbol. Aman los globos como aman los coches. Aman besar mi boca como besar a quien se deje. Siempre quieren que yo sea el Rey Roland y ellos ser el príncipe James o el príncipe Xandar o el mago Cedric o el mayordomo Baileywick o el caballo que ahora no me acuerdo como se llama o los trolls de las cavernas. Y yo los dejo ser y los dejamos hacer lo que les plazca. Ya vivirán en un mundo estereotipado donde no se puedan salir de un esquema establecido, o quizá sí, y entonces habremos triunfado un poco más.

Pero quisiera retomar el tema de "La princesita Sofía". Es un programa espectacular aunque fallido. La historia es sencilla: el Rey de Encantia se enamora de una vivandera o pastelera, como sea, que tiene una hija llamada Sofía. El Rey ya tiene un par de hijos, el príncipe James y la princesa Amber, ambos mayores que Sofía -aunque no por mucho-. Jamás se nos explica el funesto destino de la reina anterior, aunque por lo que discutiremos a continuación, me puedo dar una idea muy clara y torcida de cómo sucedieron las cosas. Viven en una realidad propia de su linaje y ralea, pero el Rey Roland es bondadoso y justo. Miranda (la madre de Sofía) se siente como pez en el agua casada con el Rey, como si hubiera sido el propósito de su vida, su título es el de Reina y al parecer sus súbditos/excompas la a-do-ran. Para Sofía es mucho más difícil acostumbrarse a ser una princesa, básicamente porque es una peladita de arrabal venida a más.

El tema musical de entrada del show la llama claramente "Sofía Primera". Lo cual constituye no solamente una aberración en términos monárquicos, sino un acto de la más vil de las traiciones que se pudieran llevar a cabo dentro de una corte. Me explico. Los príncipes no tienen numeral en un reino, sí en un principado pero no en un reino como claramente se señala, ya que "El Reino de Encantia" tiene un Rey. Además, a los primeros de su nombre no se les otorga un numeral en vida, sí en los registros históricos, pero sólo hasta que existe un segundo del mismo nombre. Es el caso del Papa Francisco, que será el Papa Francisco hasta que haya un Papa Francisco II, cuando pasará a llamarse para la historia como Francisco I.

En fin, que para poder ser llamada Sofía Primera (o Sofía I), habría que esperar a que fuera reina y que posteriormente hubiera otra reina Sofía. Pero tendría que ser reina con R mayúscula, Reina que detente el trono, no consorte. Para eso, Sofía tiene varias posibilidades, primero que nada, el Rey Roland debería legitimarla, es decir, el Rey tiene el derecho y la facultad de legitimar a sus bastardos ya sean de noble cuna o de plebeyas; claro, suponiendo sin conceder que el Rey Roland fuera el padre biológico de Sofía, ya que como dije, su madre más que pastelera se me figura una vivandera trepadora, además que como Roland dice en algún capítulo: "CONSUMO PLACER", podemos darnos cuenta de la afición del Rey por visitar burdeles y casas felices desde la misteriosa desaparición de su esposa.

Digamos que Sofía fuera legitimada como hija del Rey. Antes que ella en la línea de sucesión está el heredero legítimo, el príncipe James. Y dado que desconocemos si el Rey Roland tiene hermanos, después de James, la siguiente en la línea es la princesa Amber. Ninguno de los dos parece del tipo capaz de abdicar, y menos en favor de una media hermana bastarda legitimada. Ahora viene el giro interesante, cuando Sofía llega al castillo por primera vez, el Rey Roland le regala un amuleto púrpura, que además de atarla para siempre a usar ropa morada, constituye una reliquia ancestral de la casa regente de Encantia, así que el portar tal joya, haría de Sofía una pretendiente poderosa a la que los más agitadores y violentos del pueblo pudieran seguir en caso de una sucesión complicada. Total que sabemos que siempre que un Rey pierde la corona, lo siguiente que pierde es la cabeza. Cuando muera el Rey Roland, el trono pasará al príncipe James de inmediato y a sus hijos tras su muerte, a menos que ésta ocurra antes de tener herederos propios, en cuyo caso, pasaría al primer hijo varón de la princesa Amber, o a una hija, o a ella misma en caso de no tener tampoco herederos. Todos ellos deben morir para que Sofía pueda convertirse en Reina. No es una proyección que uno quiera que sus hijos vean. Aunque yo sí se los expliqué aunque no me hicieron caso más allá de cinco segundos.

Un día le conté esta teoría y las fallas en el diseño de este programa a Astrid, quien muy segura de sí misma me respondió: "No importa porque 'La princesita Sofía' está hecha para niños y para papás de niños. Además, generalmente, la gente que sabe ese tipo de cosas que sabes tú, jamás se reproduce".

¡Toing!




¡¡¡ letem bi lait !!!













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sábado, 17 de enero de 2015

… UNA VEZ Y OTRA MÁS ...

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¡Ya no lo soporto más! ¿Me oyes?

Es que estoy cansado de intentarlo. Creéme que no importa la hora, siempre estoy pensando cómo hacer para superar esto que está siendo lo más difícil que me ha pasado en la vida.

Apenas y puedo dormir, y cuando lo logro, solamente sueño contigo. ¿Sí sabes cuánto te amo, verdad? ¿Sabes que no sabría qué hacer sin ti? ¿Sabes que has cambiado mi vida? ¡Por Dios, me has hecho odiar el chocolate! ¡Y lo hago con gusto! Antes de que llegaras a mí, no tenía un objetivo, una meta clara. ¡Le has dado a mi existencia un propósito! ¡Uno que persigo a cada minuto que tengo! Por eso mismo, no puedo creer que te pongas tan difícil, ¡y de qué manera!

Sé muy bien que al principio fue divertido, que gozabas cada vez que yo intentaba conquistarte, que sonreías y me felicitabas cuando hacía algo bien, que juntos tarareabamos canciones y melodías pegajosas, que te veía cuando tenía un tiempo libre en el trabajo. Y cómo olvidar la primera vez que te traje a la cama, no me dejaste dormir en toda la noche, pero valió tanto la pena, nos conocimos tan bien, aprendí movimientos que nunca había visto antes, y al amanecer, aún estabas ahí, tan radiante y genial como hasta ahora.

¡Déjame seguir, por favor déjame terminar de decir lo que siento! ¡Tú me das vida, dos vidas, cinco vidas, miles de vidas! Contigo cada día es diferente, eres tan cambiante, eres tan dulce, ¡eres un camaleón! Siempre hay algo nuevo que aprenderte, y yo estoy tan orgulloso de eso. Es una de las razones por las cuales te adoro, mi amor.

¡Pero también tengo dignidad! ¡No voy a dejarme pisotear ni por ti ni por nadie! No es un secreto que he intentado dejarte en muchas ocasiones. Pero siempre había pasado que, cuando más difíciles me ponías las cosas, cuando estaba a punto de abandonar el barco y huir para siempre de ti, algo pasaba de pronto, Dios me iluminaba o las piezas caían por su propio peso en el lugar correcto, y de nuevo todo era felicidad entre tú y yo. Pero ahora veo cuál es tu plan, cuál fue tu plan desde el principio. Lo que quieres de mí es que abandone toda esperanza, que me avoque a ti por completo, que sienta que sin ti no soy nada y que sepa que basta que tú hagas algo, que pongas un poco de tu parte para que las cosas funcionen, pero ¿sabes qué? ¡Pocas veces lo haces! Ya me cansé de que siempre soy yo el que se esfuerza, el que intenta, el que está ahí mientras tú me miras indiferente, viendo como fracaso una y otra vez.

Aún con todo eso, quisiera intentarlo una vez más. No quiero que quede en mi conciencia el saber que pude, que pudimos haberlo logrado juntos y que no hice hasta lo humanamente posible por conquistarte definitivamente. Por que me quisieras como yo te quiero a ti y que me ayudaras a construir esta aventura juntos. Sé que no es fácil, pero quería externar lo que siento, aunque no te importe, yo voy a seguir aquí, por ti, por mí, por los dos. ¡Nunca voy a dejarte! ¡Te amo, Candy Crush!





¡¡¡ letem bi lait !!!
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viernes, 16 de enero de 2015

... Aroma ...

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Alguien cerca de mí utiliza tu perfume
Siento pena por aquel que tiene que olerlo sin pensarte
¿Tenemos la medida de lo eterno?
Rivalizamos con lo etéreo sin querer
Idilios de mil noches de la luna en su cuerno
¡Dios, qué feliz soy al tenerte!




¡¡¡ letem bi lait !!!




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martes, 13 de enero de 2015

PELANDO LA BANANA. La cáscara. Volumen VIII.

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El año en que cumpliría 14 comenzó de una manera muy intensa. Con los compañeros de escuela, habíamos ido en bola y en camión guajolotero a las faldas del volcán Popocatépetl a juguetear en la nieve. Los más osados ya se veían escalando hasta más allá de Paso de Cortés cual modernos Hillarys, mientras que los más tranquilos y/o emparejados sólo queríamos aprovechar el frío para acurrucarnos cerca cerquita. Para entonces yo era noviecín de una chica de madre holandesa que era más de un año mayor que yo, estaba a un par de semanas de cumplir 15 años y yo a cinco meses de cumplir apenas catorce. Tampoco era que fuera a durar toda la vida. Mi profundo sentido del ridículo me hizo negarme por todos los medios a bailar con ella en su próxima fiesta, la cual ya estaba toda planeada.

El viaje no resultó lo que esperábamos pues después de subir y subir, la cuesta abajo se hizo pesadísima y entre todos contratamos a una camioneta estaquitas para que nos devolviera a nuestro guajolotero. Al hacer la cuenta final estábamos un integrante corto; el primo de mi holandesita no estaba y el pánico se apoderó de todos. Llanto y gritos desesperados precedieron por largos minutos hasta que, bajando pesadamente el camino, el primo bajaba en completo estado de shock y con un brazo prácticamente destrozado.

Sobra decir que la fiesta no podía cancelarse, pero sí cambió de estilo, en vez de hacer una gran ceremonia con vals y chambelanes, se hizo una techno-party como estaba de moda en esos días. Vestidos estrambóticos y nada de corbatas serían la norma en ese caldo de hormonas despertando. Los noventas estaban a la mitad y no siquiera recuerdo mi alocado atuendo, pero debió de ser extremadamente infame.

Liberado por anticipado de las obligaciones de novio, me dediqué a tomar refresco y ver cómo todos los demás sacudían sus hormonales esqueletos al ritmo de Scatman John. Mi amigo el científico se sentó junto a mí y juntos, con sólo ese poder que un par de buenos nerds son capaces de tener, nos reíamos tanto de todos. Hasta que llegó ella a sentarse entre nosotros.

Una chica de piel blanquísima y pelo negrísimo con los labios pintados con el rojo más intenso y rojísimo que había visto. Mi mandíbula me llegó hasta el suelo cuando se acercó a mí y me besó en la mejilla diciéndome su nombre. No tenía más de catorce años y su cuerpo era ya el de una mujer digna de su ralea. También saludó a mi amigo el científico que de igual manera se había quedado boquiabierto.

Platicamos toda la tarde, al menos tanto como se puede platicar cuando la voz de Gillette cantando Short Dick Man taladraba los oídos con sus subidos decibeles. En un momento, La gótica temprana tomó mi mano y me llevó a la pista, contraviniendo mis más profundas convicciones, quería ver al adolescente caliente que fuera capaz de decirle que no a esa hiper-niña. Mi amigo el científico se levantó y nos siguió para no quedarse atrás. Sin el menor sentido del ridículo, moví mi lindo cuerpecito junto a su hermoso cuerpazo mientras tarareábamos Knock kncok knocin’.

No sé ni le pregunté después qué había pasado entre ella y mi amigo el científico, lo que me interesaba era ir a su casa y verla y seguirla viendo, y besarla claro. Y fajonear con esos torpes fajoneos de puberto precoz. Ella me enseñó a jugar ouija y me enseñó las primeras heridas de navaja en sus brazos. Me enseñó fotos de piercings increíbles provenientes de revistas que jamás había visto. Me hizo probar por primera vez la sangre de otra persona cuando se cortó un dedo con un rastrillo.

El fin llegó justo ese día, cuando después de meter su dedo en mi boca y darme el rastrillo, me negué rotundamene a cortar mis suavecitos dedos. Sobra decir que no quería que el espíritu maligno de Gilgamesh o lo que sea se apoderara también de mi alma.

Aún conservaba mi pureza y castidad y sin embargo, el haberla visto hacerse daño y el tener la fortaleza suficiente de decir que no, me hicieron perder un poco la inocencia. Creo …








Parte de esta serie:





¡¡¡ letem bi lait !!!



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lunes, 12 de enero de 2015

… Detox y Rehab ...

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Sirva esto como una elegía y un disclosure hacia mí. No sé a ciencia cierta a qué se deben todas las cosas que pasan, pero sí siento que debo saber más, más de mí mismo y más de las cosas que me afectan y me hacen flaquear, o gordear. Los viajes más peligrosos que puede emprender el hombre son los que tienen como destino el interior de uno mismo, en ellos, se puede perder mucho más que la cordura, por añadidura elemental, la ganancia de tales empresas es incalculable, lo mismo que el riesgo.

El tiempo de crecer se acerca, la hora de la quema de las naves está cada vez más sobre mí, pero con esa quema, viene también una liberación de alma con todos los beneficios que de ella emanan. La rodilla dolorosa en rehabilitación solamente necesita tiempo de reposo y tiempo de constancia, el primero lo tiene y el segundo lo tiene que fabricar. Porque siempre he tenido una gran fuerza de voluntad, la falencia en este caso -y en muchos otros- es la falta de voluntad inconsciente.

Estoy seguro que los puentes que se queman iluminarán el camino, que por supuesto está más claro que el agua, aunque nunca sobra un poco de luz extra. El camino es claro, y aunque jamás he creído en la redención, imagino que llegará dándole la vuelta. Siempre con ayuda, siempre de la mano de mi otra mitad, que hace unos días volvió a decirme que no tiene ninguna duda de que quiere pasar el resto de su vida conmigo. Y yo no tengo dudas tampoco. Astrid es a quien mis ojos quieren adorar, es el río de mi sed y mi truco perfecto. Sólo que las cosas tienen que fluir por su propio rumbo y con su propio ritmo. Mucho está en juego. Todo.

La rodilla dolorosa y la depresión de la inmovilidad y el ocio descarnado y otras cosas en las que no abundaré, me hicieron ganar el peso que había perdido para ganar dinero, no engordé parejito, pero esta semana empiezo el reto de la desintoxicación. reto que ya había hecho antes por tres días, ahora voy por cinco. Los jugos saben bien y son suficientes, aunque son, de hecho, bastante diuréticos, así que las visitas al baño serán copiosas en más de un sentido.

Por cierto, hacer ejercicio con Astrid todos los días ha sido un bálsamo en las noches, un recordatorio saludable de que juntos somos lo que somos y seremos lo que somos. Como dice el anillo: SIEMPRE ...




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domingo, 11 de enero de 2015

… Lo tienes bien merecido ...

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El último día de diciembre le pregunté a Astrid: "¿Estoy mal por querer ver la película de Gloria Trevi?", a lo que ella dulcemente me contestó: "Sí estás muy mal, ¡pero yo también la quiero ver!". Así que, ni bien comenzó el dos mil quince, nos alistamos para mirar la 'biopic' de la Trevi, que, al menos en apariencia, sólo podía ser una oda al mal gusto.

Porque seamos honestos, los que tenemos entre treinta y cuarenta años, dimos puntual seguimiento a la historia develada por Pati Chapoy en Ventaneando, que se conoció más tarde como la truculenta secuencia de hechos que culminó en el 'Clan Trevi-Andrade'. Recordamos cómo Gloria Trevi le vació el agua de un jarrón a Pepillo Origel, cómo subió sus patotas a los sillones paupérrimos del set de Tv Azteca, la cara desfigurada por la ira cuando Chapoy anunció que Gloria regresaba a Televisa, incluso recordamos aquellos noventas tempranos, en que la programación del canal siete y del canal trece era la misma, salvo por el infame programa 'A todo dar', en donde niñas de no más de ocho años imitaban o trataban de imitar los movimientos hoscos y salvajes de la Trevi mientras hacían playback con "Doctor Psiquiatra", "Pelo suelto" o "Agárrate". Próceres y visionarios ellos de la televisión actual de provincia: Alby Casado y Juan José Peña. No me avergüenza decirlo pues es parte de mi historia, en la secundaria tuve de compañero por un tiempo a un hijo de Alby Casado, Dino. Que tenía el nombre más estúpido que he oído, pero que era, también, estúpidamente rico. Sus abuelos, Sergio Peña y Kippy Casado tenían la casa más grande que recuerdo, en ella, la habitación de Dino era dos veces el tamaño de mi casa, justo como la recámara de Bart cuando se va a vivir con el Señor Burns. Pero en fin, esa es otra historia y no creo que merezca la pena ser contada en otra ocasión.

Todos sabemos qué fue de Gloria Trevi, de su encierro en Brasil y de su extradición y posterior liberación, de sus hijos, una muerta y desaparecida y otro nacido en prisión, de sus "éxitos" musicales y cinematográficos, de sus calendarios calenturientos para púberes, de su renacimiento como reina gay y de sus fracasos televisivos más recientes.

No es necesario que nos demos baños de pureza con eso, #TodosSomosGloria ah no. O bueno, no sé. Todos conocemos los recovecos de la historia y está por demás hacer un recuento, sin embargo, los productores y escritores de la película "Gloria" lo olvidaron y decidieron que la cronología no debe de importarle a nadie porque 'fuck it'.

Para empezar, el casting es afortunado sólo en los dos principales roles, dado que tanto la actriz que encarna a la Trevi como el gordo que hace de Sergio Andrade lo hacen muy bien -dentro de las limitaciones que el insufrible guión les ofrecía-, pero ni los personajes reales que aparecen de casualidad ni las demás niñas están bien representados. La pusilánime Mary Boquitas es más un adorno y un recurso para echarle la culpa a alguien de arruinar una escena que un personaje fuerte, y debería ser o, ya que está presente en el noventa por ciento de las escenas, aunque sea de decoración. A Aline Hernández le hicieron un favor pues nunca fue ni bonita ni atractiva siquiera, y la pseudo-actriz que la representa, aunque se supone que es menor de edad, sí está muy buena. Por el contrario, a Karina Yapor la perjudicaron más porque le escogieron a la no-actriz más fea que encontraron que por la veracidad de sus acciones dentro de la historia. Los demás personajes están tan caricaturizados y ridiculizados al extremo, que no vale la pena detenerse en ellos, simplemente hay que hacer mención de que solamente sirven para meter ruido en un guión por demás falible. Las tristes parodias de Raúl Velasco, Paty Chapoy, Ricardo Salinas, Emilio Azcárraga, entre otros, no sirve ni como 'comic relief' en una trama que intenta ser melodramática sin lograrlo.

De ahí mi siguiente gran queja. El lenguaje utilizado en el guión de Sabina Berman es más propio de Shanik del mismo apellido que de una escritora publicada y laureada. No porque me guste su estilo, que lo tiene, pero esta película no la representa. Términos como "la cagaste" no son, de ninguna manera, adecuados para la época en que se desarrolló la historia realmente. Sería una peccata minuta si tomamos en cuenta que el guión jode la cronología de los hechos para adecuarlos a un hilo que no se entiende realmente cuánto dura. Por el embarazo y el crecimiento de las niñas podemos darnos una idea, pero ni así. Sobre todo porque todos sabemos qué fue lo que pasó.

Por último, las actuaciones del cast son deprimentes. A la no-actriz que (no)interpretaba a Karina Yapor, solamente le faltó alzar alternadamente los brazos mientras decía sus líneas, que peor, son de las más dramáticas y fuertes de la parte final de la película. Y eso es lo leve. Pero, para ser congruente con lo dicho aquí, sí se me enchinó el cuero cuando sonó "El recuento de los daños". Me reí de las situaciones absurdas reales y de ficción, y me pareció original (aunque mal logrado) el recurso de los videoclips insertos en la película.

¿Me divertí? ¡Sí! ¿La recomiendo? !No! ¿La vería de nuevo? ¡Dios no! ¿Desquité el boleto y el combo nachos? ¡Por supuesto! No es la obra definitiva que cambiará el rumbo de la cinematografía nacional, pero es entretenida por momentos, y tampoco es que sea "Un paseo por las nubes" para que me aburra hasta la muerte.









¡¡¡ letem bi lait !!!




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sábado, 10 de enero de 2015

... Miel por tu voz ...

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Cuando los besos son de verdad, el más importante es el que no se da, el que queda en la mente como una propuesta a futuro, como la expectativa de millares de besos mejores ya por venir.

Soy vicioso de la miel de una boca. Si la voz me nombra, yo me derrito. No soy difícil, soy fácil. Dirían que soy básico, sencillo de complacer. Nada le pido y así todo me lo da.

Todos los besos que damos, son simplemente tiernas reminiscencias del primero ...



!!! letem bi lait !!!

viernes, 9 de enero de 2015

… Maybe i'm amazed ...

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Love doesn't come in a minute
Sometimes it doesn't come at all
I only know that when I'm in it
It isn't silly, love isn't silly, love isn't silly at all

Paul McCartney




Mateo y Rodrigo son maravillosos. No lo digo por decirlo ni por cumplir con un convencionalismo socialmente aceptable. Lo digo porque realmente son una cosa del otro mundo.

¿En qué momento dejaron de ser mis bebés? ¿En qué momento crecieron tanto? ¿Cuándo dejaron de gatear y ver en lontananza y empezaron a correr todo el tiempo uno encima del otro? ¿Cuándo acabarán los días en que me sorprenda una cosa nueva de ellos? ¿Qué será de ellos sin mí todo el día cuando vuelva al trabajo? ¿Qué será de mí sin ellos?

Yo sobreviviré con el corazón roto, por cierto. Y ellos olvidarán un día que tenían un papá inválido por tres meses y volverán a ver a papá como el tipo que sale a trabajar después de llevarlos a la escuela y vuelve cuando ya están viendo la tele por la noche.

Yo solamente espero, espero y deseo que me miren de la manera en la que ellos puedan reflejarse mejor, más fuertes, más firmes, más ellos ...








¡¡¡ letem bi lait !!!



jueves, 8 de enero de 2015

… CARROÑA (Parte I) ...

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Se le veía rondar los cementerios, los crematorios, las capillas ardientes, las salas de urgencias, la sala de espera del hospital de oncología, el servicio médico forense, el ministerio público, incluso "El Torito". Se le veía y no. Su rostro era común, moreno y alargado con el mentón hundido y los pómulos prominentes, ojos negros pequeños y demasiado juntos, nariz ancha y frente amplia. De espalda ancha y cintura delgada, estatura promedio y pies grandes. Su chamarra negra con 'hoodie' gris era inconfundible para quien quisiera o pudiera fijarse bien, aunque realmente no había nadie además de él que pudiera estar en esos lugares de desesperanza sin sentirla.

Rara vez se aparecía con compañía. Quizá un par de veces al día se le advertía platicando con alguien. Era un alma solitaria. Y vieja. Sus ojos pequeños solían mirar a través del pensamiento de sus interlocutores y eran capaces de el más hábil convencimiento. Tenía un 'day job' como vendedor en una agencia automotriz, en dónde era una estrella en ascenso, su especialidad era vender camionetas a señoras divorciadas o viudas que se preparaban para regresar a su vida normal, con su ayuda.

Su único talento era el hacer felices por unas horas a quien fuera que lo necesitara. No era un hombre malo, sin embargo no era un paladín ni mucho menos un héroe. Su placer consistía puramente en la felicidad efímera que era capaz de otorgar a sus víctimas. Aunque él se rehusaba a llamarlas víctimas, simplemente eran un accesorio para su fetiche más extremo, una sonrisa seguida de lágrimas. Ellas eran las más vulnerables en ese momento y, sin embargo, disfrutaban realmente su compañía, su manera salvaje de coger, la forma en que sus ojos juntos se centraban en los propios para llevarlas desde el más agradable de los cielos al mismo sufrimiento del que, por unos instantes, creyeron que por fin habían escapado.

Fue una noche, cuando rondaba ya muy tarde por el Centro de Atención a Personas Extraviadas y Ausentes, que la vio. Era muy llamativa por decir lo menos, alta, un metro con setenta centímetros sin tacones, muy gorda pero de cara linda, cabello abundante y negro y rizado. Él se acercó más y logró escuchar el motivo de su presencia ahí. Buscaba a su hermana desaparecida el día anterior. Tenía veinte años y síndrome de Down, así que era más que probable que se hubiera salido de casa y no supiera regresar, incluso era posible que, al verse y sentirse perdida, la chica se hubiera hecho daño al violentarse.

Era su especialidad, una situación desesperada en la que él podía atenuar el dolor de una hermana ante la pérdida y las posibilidades. No tenía mucho que perder ...











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miércoles, 7 de enero de 2015

… Patrimonio de mi alma ...

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Recién volvía a leer tantas letras que aquí se han vertido sobre mi abuelo, incluyendo este post! de hace unos días, que es sobre él, siempre que escriba sobre periodismo es sobre mi Papá E. Quien celebra todos los años cuatro -otra vez el cuatro- aniversarios básicos en su vida: su cumpleaños, el día en que llegó a Texcoco, el día que se imprimió su primer periódico y el más importante de todos, el día de la libertad de expresión.

Aún ahora, cuando su salud se ha deteriorado de manera dramática en los últimos cinco años, no perdona tomar una copa y comer algo gordo en esos días. Sabe que se sentirá mal tres o cinco días después, que le subirá la glucosa y el colesterol, y que probablemente el primero de esos días deba permanecer en cama. Pero no le importa, bastante se cuida todo el año y bastante tiene que celebrar, su vida y su obra. Su feroz defensa del periodismo en el oriente del Estado de México jamás va a quedar ignota, sus roces y sus acercamientos con el poder tampoco serán olvidados. Sobre todo, la educación liberal en pensamiento y conservadora en sentimiento que nos inculcó a dos generaciones.

Justo este día negro para la libertad de expresión. A una semana de una nueva desaparición de un periodista en el país. Una desaparición notoria, pues todos sabemos que las cifras oficiales y visibles son solamente la punta del iceberg de todas las atrocidades que se comenten en el mundo. A unas horas de la carnicería cometida por terroristas islámicos en las instalaciones del semanario Charlie Hebdo en París. Una barbarie sin precedentes y sin explicaciones, una mordaza ineficaz que ha volteado al mundo en su contra.

Debo reconocer que no recordaba nada sobre Charlie Hebdo hasta esta mañana. Recordé entonces la polémica de hace un par de años por la publicación de caricaturas de Mahoma y eso fue básicamente todo mi background sobre ellos. Ciertamente, éste es uno de los momentos en los que desearía continuar no sabiendo nada. Ahora sé quien fue su director, su fundador, sus principales colaboradores, sus obras más representativas y demás. Sé también que en México tenemos muchas revistas que son o fueron análogas a Charlie Hebdo: El Chauistle y El Chamuco, entre las más notorias. Periodismo gráfico lenguaraz y atrabancado, que no dudo ofenda a conciencias más bien puritanas, tal como las ofensas al islam que se hicieron desde Charlie, mismas que mantenían al director de la revista bajo vigilancia y cuidado gubernamental, dadas las amenazas hechas en su contra en aquel momento.

Mismas que fueron cumplidas hoy, cuando los encapuchados arremetieron contra los empleados, matando al director, a tres moneros y a otras ocho personas hasta ahora, al grito de "Dios es Grande", reivindicaciones a Al Qaeda y tronidos de kalashnikov.

No es una de esas historias en las que se criminaliza a las víctimas. Eran profesionales haciendo su trabajo como todos los días. Trabajo creativo y trabajo de escritorio y trabajo el que sea. El que aún, en el mundo civilizado, pueda alguien dañarte por tu obra es la cosa más mierda que pueda existir. Es puro y vil terror. De ese terror que moviliza. De ese terror que, tristemente, le da gasolina a la represión.

Después de las noticias de París, las premoniciones de desastre seguían con los tuits lamentando la muerte de Julio Scherer. El eterno. Todas mis palabras dirigidas a Leñero aplican también para García. Más visión que su compañero, más acidez en la escritura, más mordaz en la crítica y más realismo que magia, así lo leía, así lo leí.

Proceso, con Julio -y Vicente- activo, fue más denuncia que pataletas. También es triste ver en lo que se ha convertido en su ausencia, sin embargo yo me quedo siempre con lo bueno. Incluso, los cartones de la última página, siempre fueron irreverentes contra las instituciones y siempre revelaron las ideas contestatarias de su director, o al menos la libertad que les daba a cada uno de sus colaboradores. Cientos de cartones en contra del catolicismo y sus curias, en contra de las cúpulas y sus ires y venires, pero aunque no sin quejas por parte de los aludidos, en el Proceso de Scherer jamás se cortó el hilo por lo más delgado.

La libertad de expresión es la máxima de las libertades que como hombres tenemos que hacer valer y hacer respetar. El día que nos corten la lengua será el día que nos corten las alas, y aún así, con las alas rotas y la boca sangrante, seguiremos teniendo manos, dedos y plumas para escribir; manos y dedos para hacer señas, pero sobre todo, ojos y oídos para percibir la realidad.





¡¡¡ letem bi lait !!!



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martes, 6 de enero de 2015

… Total, aquí o allá será igual...

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Ser de la izquierda es, como ser de la derecha,
una de las infinitas maneras que el hombre
puede elegir para ser un imbécil:
ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral.
José Ortega Y Gasset




A veces recuerdo las primeras tertulias de politiquerías de la prepa. Yo nunca tuve una formación militante, de ningún lado por dónde se le busque. Sabía que mis tíos paternos trabajaban todos en el gobierno priísta, así que siempre le fueron al tricolor y al Toluca. Sabía también, por la cercanía, que mi abuelo aborrecía todos los partidos y a todos los políticos por igual. La primera ez que tuve conciencia de que algo choncho estaba pasando, fue en las elecciones presidenciales de 1988. Yo tenía seis años, pero recuerdo a mi papá enojadísimo por el fraude a Cárdenas. He de decir que mi padre sí era medio rojillo, no sé si por oposición a sus hermanos o por verdadera conciencia izquierdosa, de todos modos, no importa ya.

Luego, cuando estaba en secundaria, entre el grupo de amigos había un fósil que recién había cumplido dieciocho años, y que por lo tanto, tendría oportunidad de votar en las elecciones de 1994. Por supuesto que se ufanaba y se pavoneaba de que su voto iría -y fue- a parar a las urnas con la cruz marcando la insignia del ingeniero Cárdenas y el recién formado Partido de la Revolución Democrática. Un galimatías al que todo el círculo rojo (wannabe) le tenía fe más allá de la realidad. La historia constata que el PRD comenzaría su cadena de derrotas llegando apenas al tercer lugar, detrás de Diego Fernández de Cevallos, el candidato del PAN, y el ganador Ernesto Zedillo del PRI. No hubo, en esta ocasión, gritos ni sombrerazos, mucho menos insinuaciones de fraude ni actos contestatarios ni bloqueos ni nada. La transición se dio natural y ordenadamente.

A menos que se tome en cuenta el levantamiento zapatista, que a todos nos llenó de miedo como si estuviéramos viendo un cometa que se acerca con toda lentitud al planeta. Como si estuviéramos siendo perseguidos por una momia recién reanimada que camina como entumecida de cinco mil años de inmovilidad. En fin, que pasado el susto, y después de que nada pasó realmente, mi hipsterismo temprano me hizo rechazar cabalmente todas las elegías y odas al zapatismo, movimiento que desde el nombre lleva la derrota, al ser llamado en 'honor' a un cacique que sólo vio por sus propios intereses, que es responsable directo de la crisis actual del campo al impulsar esa forma anacrónica que es el ejido y que perdió todas y cada una de las batallas a las que guió a sus secuaces.

En fin, que en la prepa tenía un mejor amigo rojizo, con el que peleaba todos los días con argumentos adolescentes de uno y otro lado. Porque éramos unos idiotas tratando de entender el mundo sobre bases teóricas sin sustento en la realidad. Él, creció para convertirse en un teórico estudiado, pues es historiador de los muy clavados. Lo sabe todo, creo, pues un día perdió la cabeza por una mujer peligrosa y jamás volví a saber de él. No existe para Google.

Llegué a la universidad y a la mayoría de edad, y mi primera elección presidencial fue arrasada por el fenómeno Fox, a cuyo tren me subí. Hice mi tesis sobre las estrategias políticas y mercadológicas de su campaña, entré a las juventudes panistas sólo para salir corriendo a los pocos días, quise ser presidente municipal, diputado local o lo que fuera. Después terminé la universidad y empezando a trabajar todo se esfumó. Tiene razón la frase coloquial que dice que a uno se le acaba lo socialista cuando deja de subirse al metro. Y bueno, yo sigo subiéndome al metro y sigo sin ser socialista, pero en mí aplicó el desinterés en participar de la política en lo absoluto.

Al menos hasta hace cinco años, cuando por azares de la vida y el trajín de las vocaciones, entré a trabajar en una dependencia de gobierno, cuya misión y visión son de sentido social, al menos en teoría. Como todas, tiene sus vicios ocultos que no es lugar éste para develarlos.

Desde hace unos días, y después de estar casi tres meses incapacitado por riesgo de trabajo, recibiendo dinero y prácticamente sin gastos variables, mi cabezota redonda comenzó a rondar ideas rojillas. No digo que quiera lanzarme a las calles a exigir que vivos los queremos, pero una conciencia social se ha despertado en mí, pues no olvido mi responsabilidad para conmigo mismo, con mi familia y con mi entorno.

Creo que eso es lo que pasa cuando a uno lo mantiene el gobierno.






¡¡¡ letem bi lait !!!

lunes, 5 de enero de 2015

PELANDO LA BANANA. Los dominicos. Volumen VII.

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Durante mucho, mucho tiempo, supe que mi mejor destino en la vida era ser un padre. Jamás, ni en mis horas más oscuras, renegué de la posibilidad de reproducirme. Era un padre desde siempre. Mis daddy issues tienen todo que ver, pero no importa, no quería ser un padre para redimir al mío ni mucho menos. Lo quería y punto.

Y aquí estábamos Astrid y yo, llegando a la casa con compañía. Dos seres pequeñitos en cuerpo, pero muy grandes en cariño, muy grandes en corazón y muy grandes en deseo. Dos seres pequeñitos que habían robado el corazón de dos familias unidas en una, y que ahora ya estaban en casa para iniciar su viaje en esta vida petaca. Era el sábado dieciséis de julio de dos mil once, y salíamos los cuatro juntos del hospital sin secuelas ni problemas mayores. Con todo el miedo del mundo para meter a esos pequeños en los bambinetos y a su vez, los bambinetos en el coche, y todos en el coche y de ahí a la casa.

Ellos seguían dormidos y dormidos se la pasarían la mayor parte del tiempo en un par de meses por lo menos. Esa primera tarde la dedicamos a tomar fotos, cargarlos de diferentes maneras, abrazarlos, intentar sostener a los dos a la vez, pero sobre todo a mirarlos eternamente, mirarlos como eran, aprender como eran, quererlos como son. La primera noche en casa fue difícil. No dormimos nada; ellos, toda la noche. Con dos sillas del comedor de cada lado y sobre ellas los bambinetos y dentro de ellos los niños envueltos en mil cobijas y sábanas y almohaditas para sostenerlos y que no se voltearan. Sobra afirmar que cada cinco minutos nos levantábamos a verlos, poner la mano en el su pechito para sentir su respiración, cerciorarnos que no se hubieran dado vuelta, y demás cosas que se tienen que cuidar en recién nacido.

Y luego la fórmula cada tres horas, nos levantábamos los dos a preparar dos onzas de leche para cada uno, con agua hervida y medidas justas en unas mamilas diminutas. Luego, cada uno agarraba su asignación y empezaba el largo y complejo procedimiento de dar de comer a un recién nacido, revisar y cambiar el pañal, todo con el mayor cuidado de no despertarlo o incomodarlo de alguna manera, pues los grititos, aunque suaves, podían despertar al otro y seguir así por horas, o eso decían. Porque desde ese día se mostraron completamente ignorantes de la existencia de su respectivo hermano, o quizá no, tal vez sólo estaban tan acostumbrados a su presencia, que el llanto de uno no importunaba al otro en lo absoluto.

El día siguiente no sería diferente. Llegaron las primeras vistas, quienes por cierto, nos volvieron a aconsejar dormir cuando los bebés durmieran, que era básicamente todo el día, así que la sugerencia se volvió punto menos que imposible. Para la noche la estrategia cambió. Astrid y yo, repantingados cada uno en su lado de la cama, con el nido de bebés en el medio. Considero ocioso afirmar que tampoco dormimos nada, incluso fue peor, pues el miedo racional de aplastar bebés nos dejó contracturas dolorosas y a Astrid un dolor en el hombro que no desaparecería ya durante muchos, muchos meses, pero esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.

Mi licencia raquítica de paternidad vencía hasta el siguiente miércoles, así que el lunes seguíamos instalados en el insomnio, cuidando bebés, cambiando pañales, preparando mamilas ínfimas e infinitas, y por la noche de nuevo un cambio de rumbo. El cuarto de los bebés estaba listo desde hacía meses, dos cunas/camas y un par de muebles para su ropa. Al ser ellos tan pequeñitos, decidimos colocarlos en la misma cuna, atravesados, cada uno en su cojín anti-reflujo y con sus respectivos topes para evitar el rodamiento. Bien armados con el transmisor con sensor de movimiento y no sé qué más, nos fuimos a dormir con la encomienda de despertar en tres horas para la mamila correspondiente. Ellos, como siempre, durmieron como los ángeles; nosotros, un poco mejor, pues ya sabíamos que sólo uno se levantaría y daría de comer a los dos, cambiaba el pañal de los dos, para al menos tener seis horas seguidas de sueño cada uno, si no de sueño, al menos si de reposo, acostados.

Así transcurrieron los días, hasta que pudieron salir por primera vez al sol. Cual vampiros, la luz natural les aterró. Jamás olvidaré sus caras arrugadas y sus manos intentando bloquear la luz que llegaba a sus ojos cerrados. Con la ropa enorme y las manos flacas, comenzaban su andar por la intemperie. La historia sigue y seguirá por mucho tiempo. Y cada vez hay más que contar, pero los primeros meses fueron de una preocupación infinita, incluso un par de sustos tremendos y la inevitable visita al hospital, para quedarse.










Parte de esta serie:







¡¡¡ letem bi lait !!!







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domingo, 4 de enero de 2015

… La gota que vence la sequía ...

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He sido un romántico incorregible. Este blog es una prueba innegable de ello, es mi naturaleza, soy besucón y agarrón. Por supuesto que mi lado sociópata también es lamentable, así que mis arrumacos siempre han sido selectivos. No cualquiera merece un abrazo de mi parte, mucho menos me gusta saludar de beso a todo mundo. Pero cuando siente mi cuerpo, mis manos y mi boca tiemblan por tocar y besar todo el tiempo, no lo puedo evitar, claro, a menos que tenga peligro de ser condenado por acoso. Particularmente, la mujer que hace vibrar mi sangre es la sencilla receptora de mis cariños.

Tal condición se ha trasladado a mis hijos. Muero por abrazarlos todo el tiempo, llegando incluso a empalagarlos y hacer que no quieran saber nada más de mí, pero es que es inevitable. Son tan listos, tan grandes, tan cachetones, que provocan el más grande amor del que soy capaz de sentir.

Justo ahora, que escribo estas letras, con ellos jugando a mi alrededor, Rodrigo me enseña un taller de juguete que trajo y me dice: "Te presento mi último invento, ¡El gran despachador de historias!", para, acto seguido, aporrear los botones como si fuera una máquina de escribir y cantar "¡Una gran historia yo contaré!". Cabe mencionar que en este momento, me encuentro sentado junto a él, con mi computadora en las piernas, aporreando las teclas escribiendo esto. El corazón me creció mil por ciento. Sobre todo después de que Mateo llegó con un tren de juguete y dice: "¡Yo también quiero hacer historias como tú, papá!". Juro que yo jamás les he dicho nada sobre eso, de alguna manera debieron haberlo visto, sentido o escuchado. Ya lo hacen, sólo que aún no saben que lo hacen. Ellos todo el tiempo están creando historias de la nada, y es prácticamente de la nada.

Los escritores no creamos. Simplemente escogemos palabras que cuentan una sucesión de hechos conocidos, ya que todo está inventado, todo está vivido, por alguien. Por todos. Las historias continúan siempre, aunque los protagonistas cambien o aunque los contextos se empalmen, lo necesario es al fin recíproco entre la vida y el escritor. Sin vida, el escritor no tiene de qué hablar, y sin escritores, la vida está condenada a ser vivida sin ser recordada.

Todos podemos ser escritores, todos conocemos las palabras. Algunos las utilizan de una manera y otros de mala manera. Unos ponemos extra cuidado -y aún así muchas cosas se pasan- en cada letra escrita y otros escriben como si tuvieran dedos de salchicha, una palabra por otra sin un eficiente auto corrector. Pero la idea está, aunque hay quienes ni siquiera pueden hilar la idea en su cabeza, son los menos (quiero pensar y así lo deseo).

Cuando mis hijos me entreguen su primera frase salida de su cabeza seré el hombre más feliz del mundo, y aunque no escriban una obra de teatro a los seis años o aunque compongan una sinfonía magistral a los ocho, siempre serán mi más grande orgullo, la razón primordial por la que hago las cosas. Ellos y ella.

No hay sequía que se apague con un torrente. Gota a gota, la vida sigue y siempre hay que dar un paso a la vez. Enamorarse siempre es fácil, es repentino y es veloz, súbito. Volver a enamorarse es un camino sinuoso, pero el amor es fácil, las decisiones son las complicadas, los vericuetos de la senda son falaces y la quilla debe estar siempre bien apuntada. Yo voy a luchar hasta más allá del límite de mis fuerzas. Los paradigmas no funcionan cuando prueban su ineficacia, por eso es difícil la vuelta, aunque no es imposible, definitivamente no.

Las historias maravillosas las escriben hombres sencillos empujando sus límites. Yo amo las historias.



¡¡¡ letem bi lait !!!





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sábado, 3 de enero de 2015

... Silencio ...

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Entre los pueblos más antiguos, el castigo del silencio era uno de los peores a los que se pudiera hacer acreedor un profano. Los griegos lo llamaron "ostracismo", una analogía perfecta para los literales que imaginamos a un ladino encerrado en una lastra gigante, en contraposición a las perlas, ellas deseadas y el repudiado.

No es lo mismo ostracismo que irrelevancia, realmente hay razones que pueden más que otras y lo que es bueno para uno puede que no sea bueno para nadie más, incluso es probable que sea lo peor que pudiera suceder. Yo solía extremar mi miedo al ostracisimo y a la irrelevancia, no creo que sea irrelevante, aunque a veces me siento dentro de una ostra gigante, tan grande...

Por otro lado, el silencio como castigo impuesto arbitrariamente suele resultar contraproducente. Cuando mis hijos hablan de forma grosera no les contesto, lo cual provoca que sean más groseros. Es cuestión de enfoque en educación que nadie dice pero todos lo saben. Hay maneras de educar, pero si sé que no está bien educar con indiferencia, ni educar con culpas. Estoy a favor -en ciertos puntos- de la crianza y educación con apego, aunque en la teoría todo es más fácil, además de que al dos por uno, con dos gritones demandantes de atención, ya quiero ver a los teóricos del apego debatirse entre escuchar a ambos a la vez y no entender nada e ignorar a uno hasta que llora y entonces ignorarlo de nuevo.

No es sencillo acostumbrase a ser un pasajero, mucho menos a ser un conductor, pero verdaderamente, hay momentos en la vida en los que no hay opción. Simplemente es hora de quemar las naves y que sea el destino que se construya ...





¡¡¡ letem bi lait !!!



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viernes, 2 de enero de 2015

… Las historias que se acaban ...

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Son cuatro y desde que tengo uso de razón son viejos. O eran, ya que el mes pasado, dos de ellos dejaron de ser viejos para convertirse en eternos. Cuatro viejos de los medios de comunicación que, irremediablemente, me recuerdan cada vez que los veo a mi abuelo. Mi Papá E, el héroe de mi infancia y mi protector eterno, del que ya mucho se ha hablado en este blog.

1. Jacobo Zabludovsky. El periodista hecho por sí mismo, que vivió e hizo época cuando el periodismo era o encumbrado o perseguido, no quiero decir que esté bien o mal decantarse hacia cualquiera de los lados. Se puede hacer buen periodismo siendo servil, por supuesto, la buena narrativa y la crónica pulcra no limita visiones; así como también se puede hacer periodismo basura siendo contestatario y revolucionario. Y Jacobo hacía buen periodismo, alejado por completo del juicio moral al que todos tenemos derecho, se convirtió en un referente inalcanzable de la cultura popular.

Y Papá E lo quería, y lo desafiaba frente al televisor. Editorializaba lo que el hombre de grandes audífonos acababa de repetir y lo transformaba en lo que después se convertiría en mi primer acercamiento con la interpretación de la realidad. Sin saberlo -o quizá sí-, mi abuelo sentaba las bases de mi pensamiento -que intenta ser- crítico e inquisitivo. Lo quería como se quiere a un colega que ha logrado más que uno, con una admiración manifiesta y una envidia de la peor también manifiesta a veces. Los "¡pinche Jacobo!" sonaban por lo bajo a la hora de la cena en la Casa Verde, aunque por lo alto se oía a Papá E decir: "Lo dijo Jacobo". Soy demasiado joven para recordarlo todo, pero sí recuerdo la noticia del asesinato de Colosio y de su última noticia, su retiro parco y simple del noticiario. Luego su berrinchuda salida de Televisa y su vuelta a la voz y al papel, ya sin las ataduras que lo maniataban, pero siempre con la conciencia del deber bien ganado. Siendo maestro de su hijo así como mi abuelo fue mío. Con su suéter de la UNAM frente a cientos de libros, como mi abuelo con su saco a cuadros grises sentado en su biblioteca. Jacobo habrá de irse y mi abuelo también, y aunque mi Papá E ya no escucha casi nada, sé que en su mente siempre quedará el recuerdo de la voz de Zabludovsky llamándolo: "periodista".


2. José Ramón Fernández. Éste sí, fue un contestatario rezongón al que la edad sólo lo ha hecho irse demasiado a su extremo hasta casi tocar el contrario. Me recuerda a mi abuelo más por lo físico que por el carácter. Pues aunque mi abuela cuenta historias de gritos y enojos, para mí, mi Papá E siempre ha sido el hombre más tranquilo del mundo. Pero también es bajito, de ojos claros, calvo de la coronilla y con lentes enormes, justo como el primer Joserra que mi abuelo escuchaba hablar pestes del amarica, ese equipo de millonetas y pedantes en el que no vale la pena gastar un solo bit más. Mi abuelo siempre fue aficionado del Guadalajara, al que veía como el equipo del pueblo, el orgullo de lo mexicano, siempre en contraposición con el otro.

Ambos son poblanos y ambos fueron egresados de la Carlos Septién. Incluso, mi tío Chucho, hermano menor de mi abuelo, fue el asesor de tesis de José Ramón. Incluso he pensado que puedo usar ese 'token' como entrada a ESPN ja. En fin, que si mi abuelo hubiera estado mejor del oído hace un par de años, seguro hubiera disfrutado como loco de las aventuras de Joserra y Jacobo en Londres, vaya que hasta suena a caricatura vieja, y acaso lo fue. Realmente no puedo imaginarme un producto televisivo más vintage -al menos en teoría- que ese duo hablando sin parar.


3. Vicente Leñero. Si algo admiraba yo de mi abuelo, era su eclecticismo. Se pasaba el día leyendo seis periódicos o más. Gustaba tanto de la opinión ácida de La Jornada como de las páginas centrales chorreando sangre de La Prensa, de ahí a los extremos. Entre sus favoritos, sin duda, Proceso y Excélsior. No el Proceso de Sanjuana y Esteban, sino el buen Proceso de Julio Scherer y de Vicente Leñero, uno de los mejores hiladores de palabras que ha conocido este país. Periodismo del día a día en el Excélsior e investigación y crítica dura en Proceso, cada semana. Yo aún recuerdo que, siendo muy pequeño y antes de la salida editorial de Scherer, leía sin comprender todos los reportajes de Proceso, sentado junto a Papá E, en su negocio, en el comedor o en la biblioteca.

Leñero fue un hombre de sombras, no fue notorio pero su trabajo es inconfundible. Y aunque la figura más notable de la revista insignia del periodismo de investigación en México, siempre será Julio Scherer García, sé muy bien que Proceso nunca hubiera llegado a ser lo que fue sin el escritor jaliscience.


4. Chespirito. Aquí mi corazón se detiene, porque aunque nunca admiré el estilo de Roberto Gómez Bolaños, mi memoria está repleta de noches de carcajadas de mi abuelo frente al televisor mirando El Chavo, Los Caquitos, El Doctor Chapatín y todos los demás. Siempre con la repetición del gag y el humor más involuntario y forzado que otra cosa, pero que también siempre arrancaba la más sonora risa de mi abuelo, que con nada más en el mundo se reía de esa manera, llegaba incluso a las lágrimas de cuando en cuando. Ni Cantinflas había logrado eso en mi Papá E, y eso que mi abuelo puede contarse entre los mayores defensores de la vida y obra del mimo peladito.

Tiempo después, lo lúcido que Chespirito se mostraba ya en la vejez, en entrevistas y en homenajes televisados, además de sus apariciones esporádicas en programas especiales, no hacían más que recordarme que el tiempo pasaba inexorable y que mi abuelo también decaía en sus funciones corporales, aunque no así en su mente, esa gran traicionera que de un tiempo acá lo mantiene prácticamente en silencio, ya que al no escuchar bien, prefiere no entablar conversaciones para no desesperarse por no entender lo que se le dice. Eso me parte el alma, más que sus dedos temblorosos y su andar despacio, el que haya optado por el silencio como refugio significa una gran pérdida para el mundo y para nosotros, su mundo, que aún tenemos tiempo y ganas para escuchar toda la sabiduría que pueda salir de su voz.

De su voz de periodista, letrado y culto como el que más, entendido y claro como nadie, además generoso con el mundo que lo rodea. A ese gran hombre, mi Papá E, jamás serán suficientes los homenajes para honrar su vida y sus obras, entre ellas, la más grande: Su familia, la nuestra.



“No me gusta que las historias se acaben; ni en el cine, ni en la literatura, ni en la vida. Siempre tiene que haber más posibilidades, más caminos, más respuestas”.
Vicente Leñero.







¡¡¡ letem bi lait !!!





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jueves, 1 de enero de 2015

... Quince ...

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Dicen los que saben e inventan, que los mayores y más terribles miedos siempre son descendentes, en todas las acepciones. La cuenta de los años corre inverosímil y crece hacia arriba, cual enredadera, devorando y cubriendo todo a su paso. En nuestro moderno y modernista sistema métrico decimal, los números cerrados son panacea, sin embargo algo pasa, algo importante y relevante sucede siempre en los puntos intermedios, justamente en el de la mitad; el cinco y sus múltiplos que no corresponden a las decenas son sólo uno de los diez números mágicos que existen en el mundo.

Mis hijos nacieron un día quince. Éste es el año quince, dos mil quince. Atrás quedó el espantoso dos mil catorce sin tantas secuelas graves y sí con mucho para escribir a casa. Sólo falta que Mateo y Rodrigo tengan quince años para cerrar el círculo, pero para eso aún falta un tiempo ya no tan grande.

El quince de julio cumplieron tres anos, y de entonces para acá, han madurado lo indecible, inconmensurable, a veces inestable. Ya no son unos bebés, son niños grandes que van al baño y comen solos. Además de tener consigo la enorme bendición de contar con su mejor amigo junto desde siempre, desde su inmaculada concepción hasta el final de sus días -que para eso falta aún más y, con suerte, yo me habré ido antes-.

El quince del quince es su cumpleaños cuatro, y ya más cerca que lejos, me permito hacer un resumen lo más corto posible de su vida: la mía.

Ya no es posible no imaginarlos. Ya no es posible no pensar en ellos, en sus reacciones, en sus necesidades, en sus palabras, en sus respuestas, en sus preguntas, en sus risas y en sus lágrimas. Son los que ocupan gran parte de mis pensamientos y emociones, los necesito siempre y los extraño hasta cuando están dormidos. Sé que me partirá el alma verlos volar pero también estoy consciente de que ellos jamás lo sabrán, no hasta que lo sientan en hueso propio.

El dos mil catorce fue un año regular, hasta el último trimestre cuando varias tormentas nos golpearon a la vez. Pero no a ellos. Ellos siempre estuvieron protegidos lo mejor posible por todos los que los amamos.

No tengo miedo de perderlo todo. Ya lo he perdido todo un par de veces y no me morí ni una sola. ¿Tengo miedo de perderlos a ellos? ¡Por supuesto que sí, siempre! Pero también tengo confianza en que ellos ni nadie va a sufrir daño mientras dependa de mí, o de Astrid, mi Astrid, de quien viene todo lo bueno que existe en este mundo para mí.

No puedo ni quiero sacar de mi mente las carcajadas de Mateo, sus abrazos y sus besos apremiantes, su sonrisa que ilumina el mundo, el desdén con el que inventa palabras, su manera de crear escenarios e historias en un segundo, su audacia, su timidez selectiva, su descaro al hablar con la gente, su llanto horrible y sus cachetes de calabaza.

Tampoco quiero que se me borren los ojos hermosos de Rodrigo, sus pucheros interminables, sus intentos rupestres de manipulación, su esfuerzo en pronunciar correctamente cada palabra, su liderazgo en los juegos, sus indicaciones precisas, su lento masticar, su voz de ganso afónico, su talento natural para caso cualquier cosa, su independencia y su aparentemente poca necesidad de ayuda.

Son tantas y tantas cosas que no alcanzan las horas ni los días para descubrirlos con justicia. Simplemente son el uno para el otro y son los dos para mí, para nosotros y nosotros somos para ellos.

Hasta que el destino feliz nos alcance ...





¡¡¡ letem bi lait !!!


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