miércoles, 26 de mayo de 2010

... De preposiciones, estrellas y dólares ...

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Sé perfectamente que no soy el primero ni seré el último en despotricar escribir sus impresiones sobre la gran cadena cafetera trasnacional Estarbocs. También sé que hasta hace poco menos de un año, nunca en la vida había puesto mis soberanas patas sobre el pegajoso suelo de ninguno de ellos, tal como está plasmado aquí.

Resulta que hace diez meses, la mujer más maravillosa del mundo me llevó por primera vez a uno de esos establecimientos con logotipo de sirena y estrellas, más parecido a un timbre postal que a cualquier otra cosa. No resultaron bien las cosas ese día, a pesar de haber sido un día perfecto, todo terminó entre lluvia del cielo y de los ojos. No fue culpa del Starbucks, eso es obvio, pero tampoco fue un buen comienzo para mi relación con el emporio.

Como todos saben, todo mejoró, tanto que no recuerdo la segunda vez que entré a tal cafetería. No demasiadas ocasiones. Un par en citas de trabajo y otro tanto por no tener mayor referencia de algún lugar en que debía encontrarme con alguien. Sin embargo, las complicadas claves para servir vil café no se me pueden quedar grabadas en la mente. Pasa que en realidad no me importa.

Tuve una pequeña adicción al Frapuccino de Mango - Maracuyá, que se me quitó el día que tuve que elegir entre un Frapuccino de Mango - Maracuyá y caminar veinte kilómetros en vez de tomar un autobús. Las cosas no han sido fáciles para la economía y sin embargo, el Starbucks siempre está ahí, con su café ridículamente caro y sus sillones ridículamente cómodos y ensoñadores (que en esta crisis climática se ponen aún más cómodos pero mil veces más calurosos). De todo me ha tocado escuchar en mis estancias prolongadas ahí. Porque no estoy para contarlo, pero se ha convertido en mi sala de espera particular, espera que disfruto, por cierto. Miles de anécdotas ajenas se entretejen en sus sillas y sillones, pero esas son otras historias y tendrán que ser contadas en otra ocasión.

Hoy me enteré que el café del día en Starbucks no es otra cosa que simple café americano. El pretexto o la excusa es que cada día es hecho con diferentes granos o diferentes marcas o calidades o sabrá Dios qué. No me hizo sentido alguno. En los restaurantes siempre te dicen específicamente en qué consiste la sopa de día, pero apuesto cuádruple contra sencillo a que nadie, pero nadie pregunta en qué consiste el mentado café del día. Quizá sea más barato, quizá, pero sigo sin saberme los precios pues hoy día soy leal al Frioreo de The Italian Coffee. Y sigo sin aprenderme las claves correctas para pedir de manera adecuada un café en Starbucks.

Un día, Astrid me pidió que le comprara un Alto Chai Frapuccino Deslactosado Light (o algo así). Yo compré algo que era otra cosa completamente diferente porque no tuve idea de qué significaban todas esas cosas.

Mi misión, si decido aceptarla, será hacer desatinar a los empleados estarbuquianos al son de: "¿De qué es el café del día?" "¿Y el de ayer de qué era?" "¿Y mañana de qué será?" "Ok, perfecto, dame un Alto Bajo Cabe Con Contra De Café del día Deslactosado Light Fresco Barroco Viento Eterno Llamas a mí Precious, aaah con crema y chispas. Y no te olvides de mi Panini del Mundial de Tres Quesos 2010 bicentenario".




¡¡¡ letem bi lait !!!

jueves, 20 de mayo de 2010

... Unas cuantas dioptrías ...

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Suelo creer que el inconsciente nos juega bromas más allá de los límites de nuestra propia comprensión. Muchos autores dicen que lo que soñamos no es sino un reflejo de nuestros deseos no tan escondidos. Yo no sé nada de eso porque no soy psicólogo yo, pero lo que sí sé, es que mis espejuelos, aunque me hagan surcos en las sienes y hoyos en el tabique nasal, son mis ayudantes más especiales, no me podría imaginar el simple hecho de ver al monitor como lo estoy haciendo ahora sin ellos. A veces lo hago, sí, pero es cuando he pasado todo el día frente a una computadora o una pantalla y entonces descanso viendo la televisión borrosa.

El fin de semana pasado, Astrid y yo fuimos al teatro, mientras esperábamos en la lista por un par de boletos, nos entreteníamos (ella leyendo y yo viendo) los anuncios de otras obras en una revistita. Aquí es cuando se enteran de que yo no portaba mis leales espejuelos. Una obra, al centro de la página llamó mi atención:




Sin embargo, no es la fantasía popular masculina lo que me hizo ver con más detenimiento la imagen, sino lo que yo vi, que era algo así:



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¿Qué dirían Freud, Lacan o el Dr. Paul Weston al respecto?





¡¡¡ letem bi lait !!!

jueves, 13 de mayo de 2010

... Mi mamá y la tecnología ...

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Cuando de gadgets y tecnología se trata, mi madrecita santa, Mamá Galleta, suele ser menos docta de lo que aparenta. Por un lado, pone toda la atención del mundo a lo que le contamos mi hermano y yo, o aunque no se lo contemos a ella, pone los oídos avispados para captar cualquier idea que pueda ser utilizada luego en una conversación cualquiera. Eso no es nuevo ni malo, todos lo hacemos. Estamos siempre al pendiente de nuevos conocimientos que podamos espetar en el momento adecuado para parecer más inteligentes de lo que realmente somos.

No cabe malinterpretación alguna. Mi mamá es la más inteligentísima de las mamás del mundo mundial. Sólo es un reflejo de humanidad el querer soltar palabras ajenas como si fueran propias sin la necesidad de corroborarlas de primera mano.

Por eso, cuesta trabajo creer que mi mamá esté al tanto de las últimas noticias tecnológicas, ya que hoy me contó de su último descubrimiento, a la vez que hacía una revelación impactante.

Dos veces en la historia, mi madre se ha sorprendido con un invento del hombre blanco (sin ofender a los fácilmente ofendibles negritos).

1. Corrían los años ochenta y una máquina capaz de transmitir datos por medio del cable telefónico parecía sacado de una novela de Julio Verne. En efecto, la súbita aparición de una máquina de facsímil, utilizada por María Joaquina para ayudar a uno de sus compañeros a enviar un mensaje a su mamá ausente, la inquietó sobremanera. Mi madre juraba que eso era un invento de Valentín Pimstein y sus guionistas, pues no podía concebir que una carta fuera transmitida por un medio diferente al telégrafo o la entrega de mano en mano.

2. Después de preguntarme por marcas y modelos de camionetas Ford, mi madre procedió a darme una cátedra sobre la nueva monada de una de estas camionetas. El sensor de estacionamiento. Ya no es necesario maniobrar hasta la saciedad o el hartazgo para medio estacionarse por la calle, esa nueva camioneta de la que mi madre hablaba, se encarga de mover el volante y uno, pobre y desubicado conductor, lo único que debe hacer es acelerar, frenar y cambiar la palanca de adelante a atrás, obviamente siguiendo las instrucciones de la propia camioneta. Para este momento, amable fans, te podrías preguntar: ¿en dónde habráse enterado, oh sabia señora, de las bondades de esa milagrosa camioneta? Ni más ni menos que en esa serie cultural que se ha convertido en un referente de nuestra sociedad: Hasta que el dinero nos separe.


¡Plop! ¬¬

La historia de mi mamá y la cuenta de caracteres en pantalla es, en efecto, otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.



¡¡¡ letem bi lait !!!

martes, 11 de mayo de 2010

... Crónica del más feluiszísimo cumpleaños ...

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Dios, ¡vaya que me ha servido este par de horas extra de sueño hace un momento! Sólo no podía despertarme, y bueno, con la cansada que me he puesto el fin de semana, no es para menos, pero vayamos por partes.

Encontrábame yo, tranquilamente la tarde del viernes siete de mayo, remolando plácido en los brazos de mi amada, cuando me suelta la bomba: "Mañana necesito un tiempo a solas". ¡Noooooooo! ¡El horror! Entre el ataque del apéndice fantasma y demás cosillas, habíamos estado juntos, muy juntos prácticamente desde el martes a medio día. Incluso algunas horas antes me había prometido una 'celebrancia' especial por mi cumpleaños de todo el fin de semana.

No era que ya estaba harta de mí ni que se hubiera cansado de tenerme pegado todo el tiempo. Era que, con su malestar general provocado por el apéndice fantasma, no había tenido tiempo de organizar como hubiera querido mi consabida fiesta sorpresa (no me gustan las sorpresas jeje).

Fui despachado temprano para mi casa, a bañarme y cambiarme, pasé a ver a mi madre y a mis abuelos y en eso se me fue el tiempo. Una llamada me sacó de mi enmimismamiento para recordarme que ya debía irme. Me despedí de mi abuelo, que me abrazó lo más fuerte que pudo, y emprendí el camino con un poco de pesar en el cucharón... cosas, en fin.

Llegué con un hambre atroz y la promesa de comida después de... de... de... bueno, después de un tiempo a solas (guiño, guiño) me puso feliz en los pantalones. Aunque bueno, era una trampa que fue arruinada hábilmente por los reclamos de mi suegra por teléfono a alguien indeterminado. Llegando al departamento, lo único que se escuchaba era la voz de mi suegra regañando a alguien. Jojo. Y bueno, después de la casi-fiesta no-fiesta sí-fiesta, un par de regalos geniales y el mejor regalo del mundo para mí, se acabó el día con una película que me hizo enojar y sufrir y deprimirme, pero esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.

Tal como lo prometió, Astrid estuvo veinticuatro horas conmigo. Fue la primera en felicitarme a media película, con esa mirada electrizante y ese beso que me focaliza los sentidos hacia ella. Dormimos juntos, abrazados, en silencio y enamorados, más que nunca. El despertar nos llegaría temprano, juntos, abrazados, en silencio porque, para variar, teníamos un gran tour preparado: Desayuno en casa de mi mamá, excursión sateluca e incursión al profundo sur a ver a PUMAS empatar a cero, o esa era la idea.

No me gusta mucho la barbacoa pero comí quesadillas regularmente ricas. Astrid me dio un nuevo regalo antiestrés: ¡Ella manejó de Texcoco a Satélite a San Ángel! Tuve tiempo de contemplar el paisaje, cantar canciones, decirle que la amo, agradecerle por el mejor cumpleaños de mi vida y lo que faltaba.

Llegamos a tiempo a San Ángel y un no tan largo camino nos aguardaba hasta el estadio más bonito del mundo mundial. Camino que se hizo más largo por nuestra usual, casual, inesperada e inconsciente debilidad por los caminos largos (Duh). Llegamos envueltos en una gota de sudor y salimos empapados de lluvia. ¡Loco clima! Y loco juego, PUMAS prendió a su gente para luego conformarse con ganar el partido pero perder la eliminatoria. Nada extraño, lo han hecho por cuatro años y hoy no tenía porqué ser diferente. Nada pasará, El Tuca firmará una extensión de contrato por otros veintisiete años, yo seguiré reclamando triunfos, pero más que triunfos, buen futbol... que no llegará.

Astrid estuvo a mi lado, firme y estóica. Sin quejarse de la lluvia a pesar de saber que yo me hubiera ido del estadio si ella me lo hubiera pedido. Al final, el que me acompañara en mi sufrir futbolero es algo que no se puede comparar con nada. Es mi debilidad, es mi enfermedad y ella es mi cura, siempre.

De regreso al coche, ropa seca y escala técnica para comprar los regalos maternales del día siguiente. Con toda la intención de ir a comer pizza rica, pero con la certeza de que el sueño se apoderaba de nosotros. Nos fuimos a su casa, pedimos pizza a Domino's y después de comer, ella se quedó profundamente dormida en mis brazos. Yo aguanté una hora más y también caí.

Soñé vívidamente con la certeza de que este fue el primer mejor cumpleaños de mi vida. Con la certeza de que el siguiente año se superará con creces. Con la esperanza de que en mi próximo cumpleaños, un niño o una niña muy pequeño/a tendrá un par de meses no dejándome dormir, pero el día nueve de mayo me mirará con sus ojos (verdes, hermosos) y sin palabras me dirá: "¡Feliz cumpleaños, papá!"


¡Muero!




¡¡¡ letem bi lait !!!

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