martes, 21 de diciembre de 2010

... Para acabar un gran año ...

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... dos noticias.

La primera y la más importante es que mi felicidad y la de mi familia depende solamente del paso del tiempo, todo está listo y preparado (mentira, jamás se está lo suficientemente listo y preparado para esto) y las ganas de gritarlo al mundo se agolpan en todos y cada uno de los ganglios de mi garganta. Pero la dicha está siempre reservada para unos cuantos elegidos, que por mérito o dedicación tienen que saberlo, como cuando Brad y Janet deciden contarle de su compromiso primero que a nadie al profesor que los presentó; pero esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión. Todo a su tiempo y todo válido, no hay prisas y hay certezas, no hay temor y sí hay ganas.

La segunda es irremediablemente opuesta a la primera. Cómo es irónica la vida que entre sí misma y su némesis se encuentran siempre paralelas, no puede haber una sin la otra y viceversa. Sé de cierto y siempre lo he sabido, que el miedo a nombrar las cosas sólo aumenta el miedo a la cosa que se nombra. No le tengo miedo a la muerte y no tengo porqué hacerlo, tengo miedo de la soledad, tengo miedo del dolor y tengo miedo del ostracismo, propios y cercanos. La perspectiva de la trascendencia es enorme y creo que lo hemos logrado (me incluyo en el mérito aunque no tenga uno), únicamente hace falta un pequeño empujón con fuerza para lograrlo de nuevo, de cualquier manera, aún tenemos dieciocho años por delante, por lo menos...



... de nobis fabulla narratur ...
(Fortitia Paulo)




¡¡¡ letem bi lait !!!

martes, 23 de noviembre de 2010

... Dulce noviembre ... o algo ...

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NaNoWriMo fue un verdadero fiasco para mí por segundo año consecutivo. No es que no tenga nada que contar, tampoco es que no tenga tiempo para escribir, en realidad, mi primera y única novela noviembreril fue escrita en su abrumadora mayoría por las madrugadas insomnes. Incluso llegué a dormir con tenis (sí, búrlense) por el intenso frío que se sintió en aquel inclemente otoño de dos mil ocho. -Manía es que ya se me haya quedado la costumbre de escribir las fechas con letra, pero no son abogado, ¡lo juro! ¡Por Dios, no!-

Estoy feliz con mi trabajo, eso de realizar actos de molestia, conocer gente cagada y reírse de ellos por horas está chido, y que me paguen por ello muchísimo más. Cierto es que días como el sábado, en que a mi jefe pulpo querido se le ocurre trabajar justo a la hora del partido de PUMAS, no están padres, pero mas sin embargo son más los momentos de relax. Vamos, que una desvelada cada quince o veinte días no es la muerte de nadie, au contraîre, si los mortales se desvelan de cuando en cuando por las razones más babosas del universo (a veces).

Por lo demás que es lo segundo más importante, quiero gritar a los siete mares que todo está listo y que catorce bolitas están preparando su camino a la Tierra de sus ancestros, pero nadie lo sabrá hasta que sea un hecho... o sea mañana.

De lo que se trata la vida es de vivirla, tampoco es un secreto, Astrid y yo desearíamos desde siempre y para siempre que todos y cada uno de los individuos del mundo mundial pudieran encontrar al menos una pequeñísima parte del amor que nosotros hemos encontrado. Los invitados a compartirlo serán informados en tiempo y forma del día y la hora... de lo que suceda. Playa del Carmen no va a ir a ningún lugar (a menos que un huracán con nombre de mujer furiosa nos haga la maldad). Nosotros iremos allá, eventualmente acompañados a mirarnos en los ojos del océano turquesa y decir lo que resulta obvio ante el sol ocultándose, con galletas como testigos de lo que viven todos los días.

Pronto, muy pronto ...




¡¡¡ letem bi lait !!!

sábado, 30 de octubre de 2010

... CAMBIOS ...

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- Mi mujer regresa por fin de su larga estadía en extranjia.

- Las galletas están encargadas y listas para cocinarse.

- Mi mejor amigo cumple años y me alcanza.

- Mi hermano se va a vivir lejos y se lleva mi mochila.

- Noviembre comienza sin idea clara para NaNoWriMo.

- Mi abuelo se someterá a una biopsia voluntaria.

- Se murió mi tía Conchis, ya está en un lugar mejor.

- Mi mujer regresa por fin de su larga, larguísima estadía en extranjia.

- Mi hermanaca dizque chida anuncia cambios y cambios y namás no se leen en su blog rosa.

- Puchis y Chuchis son cada día más ineptos, pero de que uno se puede reír de ellos, eso que ni qué.

- En el trabajo me dicen "Ticher" o "Buzz Lightyear" -por los cachetes, claro-.

- Stieg Larsson es un "pervertido de los cojones".

- El frío activa mis reumas.

- Mi mujer regresa por fin de su larga, larguísima, larguisísima estadía en extranjia.

- ...cositas que no puedo contar por ahora, pronto...

- Ya en el Seguro Social se dieron cuenta de mis condiciones mentales:

(¡Habrase visto tal descaro en el sello!)



¡¡¡ letem bi lait !!!

domingo, 24 de octubre de 2010

... Deseos para el mundo ...

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NOUS SOUHAITONS À TOUS
DE TROUVER QUELQU'UN À AIMER
COMME NOUS NOUS AIMONS.

(Deseamos que todos encuentren a alguien a quien amar
de la forma en que nosotros nos amamos)


ASTRID + LUIS






¡¡¡ letem bi lait !!!

domingo, 17 de octubre de 2010

... Home -blank- home ...

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La última vez que regresé a casa de mi mamá después de un buen tiempo fuera fue para quedarme. Venía por una semana y terminé quedándome para toda la vida, con la mujer de mi vida.

Hoy, que vuelvo por una noche, no puedo decir que vuelvo al hogar. Mi hogar es contigo amor, mi hogar es nuestra cama humeante y nuestra cocina caliente y nuestra sala roja. No me siento incompleto porque me faltas, sino me siento el hombre más completo y feliz del mundo porque justo ahora estoy en dos lugares al mismo tiempo. La mitad que viaja contigo y la mitad que me quedo de ti.



Asi que...
Tengo razones para entenderte
tengo maneras de darte suerte
tengo mil formas de decir que sé
que todo irá bien.

Tengo razones para entenderte
tengo la buena suerte
tengo historias para comprender
que todo te irá bien, todo irá bien...




¡¡¡ letem bi lait !!!

sábado, 25 de septiembre de 2010

... Nada para pedir a Santa ...

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Faltan solamente tres meses para navidad. Pronto, los centros comerciales desecharán los ya predecibles disfraces de calabaza y maniquíes mostruosos que gritan y se encienden cuando uno les golpea el pecho, para dar paso a las esferitas y los hielocos navideños.

No soy un grinch de la navidad, no Jesús no. Tampoco soy un apoltronado que viste de rojo durante los doce días que duran las celebraciones del nacimiento de ídem. Digamos que soy, como en las generalidades de mi vida; un apasionado de los momentos más que de las épocas; de las compañías más que de los acontecimientos; del presente más que del pasado, y de la historia del futuro más que del destino.

Antaño, mis primos y yo le pedíamos regalos al niño Dios, en reemplazo del europeo San Nicolás y al cocacolero Santa Claus. Las ardillitas me trajeron el conocimiento del Santo Clós aunque nunca le pedí regalos. Los Reyes Magos eran mi onda.

Hoy, cuando el mundo alrededor parece más que perdido y la podredumbre social que ni va ni viene vislumbran una mejoría, leo palabras de amigos y no tanto que me hacen reírme de ellos. Todos, todos en el mundo sin excepción quieren encontrar al amor de su vida, algunos con más desesperación y quedadez que otros, pero aunque lo nieguen y pongan mil pretextos, la tristeza por no encontrar su símil se revela en mayor o menor medida, sólo es cuestión de observar.

Me río pero sé de cierto que un paso en falso dado en el último año y medio pudo haberme privado del ser completo. Agradezco siempre por todo lo que tengo y todo lo que me ha sido otorgado, y pienso en lo afortunado que soy. Además, como siempre, digo que cada uno tiene y obtiene lo que se merece, así que yo me merezco todo lo bueno que me está pasando en este momento y para el futuro.

Además, hoy que sé que el paso más pequeño a la felicidad sí tiene un precio (ya pagado) no me siento con el derecho de pedir nada para navidad. Nada para pedir a Santa Clós, pues lo que tengo y tenemos es lo más perfecto que pudiéramos desear. Nos merecemos esta felicidad pues creémos en Él y en sus dones, lo honramos con cada acto de nuestras vidas y lo tenemos siempre presente en nuestros pensamientos. La torta vino antes y seguramente traerá otra...

...el futuro...



¡¡¡ letem bi lait !!!

viernes, 17 de septiembre de 2010

... Apologista del desaire ...

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Sè de cierto y quiero pensar que todos lo hacen, que a nadie le gusta sentirse abandonado. No dejado ni suplantado ni substituido, simplemente abandonado. Como este blog.

Fue bueno, muy bueno, no como válvula de escape sino como fiel reflejo de mis andanzas y aventuras. Nunca pretendí entenderme ni lograr que otros lo hicieran, tampoco era el objetivo el instruir ni construir ni destruir. Vamos, sólo es un blog, con todas las incoherencias que nacen de él, fuerte blog débil. Un blog que es todos los blogs del mundo. Un Sancho Panza que está siempre al pendiente de lo que hace el ingenioso hidalgo. Una Penélope que aguarda siempre, paciente, esperanzada...

Sin embargo no deja de ser sólo un blog. Un blog que nace, crece, se reproduce y no muere, no al menos hasta que colapsen todos y cada uno de los servidores de Blogger en Silicon Valley o en algún lugar de ese tipo.

La Galleta de Vainilla soy yo y no puede haber mejor cronista de la historia de mi vida que el de la letra, pero todo tiene un ciclo natural, y el de las letras en este espacio claramente ha caído en un letargo tan profundo que no se ve sino maleza y oscuridad.

No siento tristeza ni frustración como cuando escribía para callar los demonios y para evitar moldearme letras en los brazos con navajas de afeitar; al contrario, hoy tengo el alma limpia y llena de toda sensación positiva y engendradora que pueda existir. No tengo miedo del porvenir pues tengo la mejor compañía del mundo mundial. No siento gana alguna de borrar ni un acento de este blog pues lo que queda es todo lo que importa, lo que se fue y lo que nunca salió no tiene relevancia ninguna.

La Galleta de Vainilla quedará siempre aquí, igual que yo, que como Luisz no desapareceré jamás y me verán y me leerán siguiéndolos y leyéndolos cuando sus letras me atrapen. No es cuestión de tiempo, es cuestión de prioridades y hoy, en lugar de contar historias y anécdotas, sueño con crear miles nuevas, todas jamás contadas: la historia más grande del mundo está por comenzar, con el universo entero como testigo. Siendo así, las trece horas con cuarenta minutos del diecisiete de septiembre de dos mil diez, me constituyo en el ciberespacio para agradecer los caracteres que me otorgaron, buenos y malos, geniales y no tanto.

Nada es para siempre en la tierra, sólo un poco aquí...




¡¡¡ letem bi lait !!!

viernes, 27 de agosto de 2010

... Quítense tenis y ya ...

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En el capítulo anterior me prometí a mí mismo y a mis fieles, fieles lectores que expondría mis ideas sobre el uso y abuso de las zapatillas deportivas, blancas y no tanto. Pues bien, después de mucho deambular de ideas, el momento ha llegado, he aquí la más profunda disertación sobre el uso correcto y generalmente incorrecto de los llamados tenis.

Desde tiempos remotos, los seres humanos han intentado por todos los medios encontrar la comodidad. Entendiendo la comodidad como esa profunda sensación de bienestar tanto físico como mental; entendiendo, a su vez, el bienestar como flotar entre algodones.

Quiero decir, en este momento, que no soy el más adecuado para definir la sensación de flotar entre algodones, ya que el dolor persistente en todos y cada uno de los músculos de mi cuerpo, y es que como yo estoy aquí para contarlo todo (todo lo que se me ocurra), al momento de escribir estas líneas, me encuentro postrado cual Stephen Hawkins en mi cama con la computadora en la panza (que desaparecerá en los próximos meses (la panza, no la computadora)).

Luego entonces, creo que, si han sido observadores, hemos descubierto un patrón fetichista. No estoy solo en esto, no claro, el nivel de obsesión que les manejo en cuanto a los pies humanos y sus cubiertas, no puede ser calificado más que como interesante.

Por principio de cuentas, los tenis buenos y bonitos no son nada baratos, al contrario, son ridículamente caros. Cierto es que por decreto universal y para evitar que los hombres se homosexualicen cada vez más, los zapatos masculinos son mucho más costosos que los de mujer. ¿Por qué? Ah, la razón es simple: Si fueran baratos, miles de hombrezuelos de todas las calañas gastarían grandes cantidades de dinero en presumir sus pies, ja, si lo sabré yo. Sentimiento tan viril y masculino ese de querer competir siempre, aunque sea tácitamente por los apéndices corporales.

Entonces, tenemos que los tenis son caros, sí, pero además son horribles. Hechos con las partes más marranas de la piel de los animales y hechos por las manecitas inocentes de niños y no tan niños taiwaneses, están llenos de bolas por todos lados, son blancos como tiza podrida y las agujetas son tan largas que dan miles de vueltas alrededor de los orificios y/o arneses aplicados para tal fin.

Los peores son los tenis blancos. Quizás es un viejo trauma preparatoriano, cuando en la estricta escuela franciscana era menester obligatorio el portar tenis límpidamente albos para la clase de deportes. Lo cual era en sí una soberana tontería, ya que la mayor parte de esta clase tenía lugar en una improvisada cancha de futbol que lo que menos tenía era pasto. Los más estrictos llevaban tenis Panam, que eran los que, en ese entonces, mantenían su completo color blanco. Recordad que hablo de la década de los noventas, esos horribles noventas, en donde Michael Jordan y sus tenis Air Nike dominaban el mundo. Donde todos los que jugábamos básquetbol queríamos ser Jordan o ser Dominique Wilkins o ser Anfernee Hardaway, o al menos tener sus zapatos. Cosa imposible en el Instituto Mamila que censuraba cualquier parte no blanca de nuestras zapatillas deportivas. Los más rebeldes soportaban castigos y manoseos por parte del director con tal de portar sus tenis favoritos. Los más extraños, como yo, nos la ingeniábamos para evadir la norma: con una tiza nueva, tapábamos por completo las zonas no blancas del zapato, justo antes de entrar a clase de deportes, los maestros, carentes de criterio no tenían como negarse a aceptar esa nueva versión de blancura. Luego entonces, odio con singular alegría los tenis blancos, todo por hacerme arruinar a mediano plazo mis tenis favoritos.

Al igual que los zapatos blancos, que no se le ven bien ni a las enfermeras ni a los estudiantes de medicina, los tenis blancos no se ven bien. ¡NO SE VEN BIEN! Por ningún motivo y bajo ninguna circunstancia deben ser usados. Mucho menos con pantalones de mezclilla.

Y es aquí donde viene el segundo punto a discutir: ¡Los pantalones de mezclilla jamás fueron concebidos para ser usados con tenis! Es una profunda ofensa en contra de los pioneros trabajadores de la construcción, justicieros del salvaje oeste y mineros el utilizar ese honorable instrumento de trabajo que es el jean, con tan colosal y sátrapa calzado. Ciertas excepciones son aplicables, pero nunca justificables. El domingo, siempre es preferible ponerse tenis debajo del pantalón de mezclilla, que zapatos de vestir, que por su parte, ¡jamás debe suceder!

Los pantalones de mezclilla son para usarse con botas de trabajo, preferentemente cafés. ¿Se han preguntado alguna vez por qué la mayor parte de los jeans tienen etiquetas marrones? ¡Precisamente porque el azul se hizo para ser combinado con el café! Nunca jamás en la vida se debe utilizar la mezclilla con zapatos formales, ni camisa, saco y corbata. A menos que, claro, seas argentino, ridículo, bigotón y te apellides Lavolpe.

Sólo los niños deben utilizar tenis completamente blancos, ese contraste en la parte baja del cuerpo no le ayuda en nada a las proporciones ni a las percepciones.

No es tan grave, es decir, cada quien es libre de ser folclórico a la manera en que mejor les pluga; sin embargo, si se cruzan en mi camino, corren el riesgo de ser objeto de reiteradas burlas concernientes a su accionar, a su vestir y si me apuran, a su caminar.





¡¡¡ letem bi lait !!!

lunes, 23 de agosto de 2010

... En busca del valle encantado ...

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Alguna vez di un instructivo un poco detallado y un mucho manchado acerca de los gimnasios y su fauna particular. Hoy, contaré de mi enésimo primer día de gimnasio en busca del cuerpo perfecto para gustarle más a mi mujer que los anuncios de Dior.

Como buen ciudadano ignorante, he firmado un contrato como conejillo de indias, me pagarán dinero por aprender a hacer cosas que después haré y me pagarán dinero. Por lo tanto, mis horarios en las siguientes semanas serán, por decir lo menos, horribles, sin horas de entrada ni de salida; pero, en compensación, cortos, cortísimos. Hoy, por ejemplo, entré a las doce y salí a las cinco. Nada mal, creo

Con el tiempo como mi mejor aliado, decidí por fin evitarme los pretextos y acudir al gimnacio con mi pans, cinturón y guantes, además de una toallita, aunque olvidé un cilindro con agua.

Entonces me topé con otro hombre comprometido con su país, trabajador y asertivo, haciendo ejercicio a las ocho de la mañana. El pobre hombre corría y corría por la máquina de banda sin fin y gemía gemidos gemidosos de cuando en cuando. Nada para escribir a casa. El problema llegó cuando me acomodé en la máquina junto a la suya, hago eso que hacemos todos los hombres cuando nos encontramos a un congénero: comparar mi estatura con la suya. Quedé satisfecho al comprobar que, si me mantenía completamente erguido y derecho, le llevaba unos buenos centímetros de ventaja; pero al mirar hacia abajo, me encuentro con un par de pies que parecían salidos de los más profundos anales de Liliput. ¡Un par de papas de cambray envueltas en zapatillas deportivas blancas! (Que por su parte, jamás, jamás de los jamases, deben ser utilizadas)

No pude contener una risotada que disfracé de cansancio y tos.

¿De verdad puede un hombre vivir con pies tan pequeños? ¿Se lo llevará el viento mientras espera el autobús? ¿Se caerá en cualquier frenón del metro por leve que sea? ¿Tendrá que dar dos pasos en cada escalón aunque sea una de escalera de caracol? ¿Se mojará la camisa cuando lava los trastes por estar más cerca de lo normal?

Todas estas interrogantes no dejaron de revolotearme en la sesera y mientras tanto, miles y miles de hombres caminaron junto a mí con sus pies pequeños en busca del valle encantado, dando millones de pasitos para llegar a su destino. Hombres altos con pies pequeños y hombres pequeños con pies aún más pequeños.

Nunca me había puesto a pensar en lo afortunado que soy al tener estas patotas de tamal con que Dios me bendijo: ¡Mis sandalias me sirven para caminar sobre la arena como sobre seda! ¡Si me coloco en buena posición, jamás me caeré en el transporte público! ¡No puedo utilizar esos espantosos y homosexuales zapatos puntiagudos que están tan de moda!

Es que, no conozco en verdad la medida estándar en pies de hombres. Sé que depende enteramente de la talla y el peso, de la alimentación durante el crecimiento incluso. De cualquier manera, arbitrariamente he implementado la nueva clasificación discriminatoria para que le regalen zapatos a sus hombres.

- Hombre de más de 2.00 mts. = ¡No me preguntes MONSTRUO, cómprate un par de bambinetos!

- Hombre de entre 1.90 mts. y 1.99 mts. = Calzado de esquiador o botas de luchador del número nueve.

- Hombre de entre 1.80 mts. y 1.89 mts. = El calzado de las estrellas, lo mejor de lo mejor, zapatillas de Rey, tenis Jordan y zapatos Doble-Ferragamo del número ocho u ocho y medio.

- Hombre de entre 1.70 mts. y 1.79 mts. = Zapatos medianos, tenis Reebok, Hush Puppies y Capa de Ozono del número siete.

- Hombre de entre 1.60 mts. y 1.69 mts. = Bubble gummers, Baby Caterpillar, chanclas meadas, zapatitos de charol con agujetas de color de rosa y babuchas de Hecali del número seis.

- Hombre de entre 1.50 mts. y 1.59 mts. = Zapatillas de Marylin Mensón, zapatos de tacón, huaraches de sorgo, chanclitas hechas con pvc reciclado y alpargatas del número cinco.

- Hombre de menos de 1.50 mts. = ¿Tú qué? ¡Ni existes!








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miércoles, 18 de agosto de 2010

... ¿Tienes el valor o te vale? ...

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Muchas veces, nos enfrentamos a decisiones fuera de lo común, preguntas cuyas respuestas no parecen tener demasiados efectos a posteriori y que, sin embargo, pueden causarnos serios dolores de cabeza en el futuro cercano o lejano.

Expertos y no tanto dicen que los diecisiete años es la peor edad para elegir una carrera. No necesariamente. Para algunos privilegiados, la vocación siempre fue vocación y el plan de vida y conocimientos y habilidades y demás mafufeis que les aclaran la mente estuvieron siempre presentes. Se escuchan casos de arquitectos que construían legos, de médicos que destripaban sus Lotsos y políticos de izquierda que se golpeaban la cabeza incesantemente con un martillo.

Mi caso es de cierto diferente. Es verdadera la historia que me sitúa a los cinco años escribiendo mi primera obra de teatro. Nada impresionante si tomamos en cuenta que Mozart tocó para la emperatriz de Viena cuando tenía seis años, y que mi obra, aún inédita, jamás fue leída por nadie pues es francamente lamentable. También es relevante contar que si algo tiene que ver la sangre en todo este asunto de la estudiada, mi papá se pasó la vida fluctuando entre empleos que le permitieran ejercer su verdadera vocación: el teatro y las letras. Que también son las mías, creo.

Desde hace años sé que lo que quiero hacer y no dejar de hacer por el resto de mi vida petaca es escribir, crear. Contar. Contar cosas, no números. Aún así, también he fluctuado entre ocupaciones de lo más diverso, aunque siempre siguiendo sus pasos: medios, cátedra y gobierno. No hay mucho más que decir aún, estoy comenzando un empleo que lo que más me ofrece es estabilidad. Estabilidad entendida como tranquilidad de que mis y nuestras necesidades básicas estarán cubiertas y entonces podré tomarme algún tiempo del poco o mucho que tenga libre para continuar con este blog, y otros blogs y otros proyectos. Lo mejor de todo, es que este trabajo me dará oportunidades enormes de conocer gente, por lo tanto, conocer historias y acrecentar mi acervo de anécdotas chistosas o no, dramáticas o no, que después podré utilizar, o no.

La cosa es así. Por momentos llegué a arrepentirme de una decisión tomada hace siete años, pues no se veía en el horizonte una oportunidad que me diera justamente eso. Hace siete años, cuando dejé todo por seguir a una mujer (como todo hombre que se precie de serlo debe, al menos una vez en la vida), alguien me preguntó: ¿Qué prefieres: trabajar en algo que te guste o ganar dinero?

Mi respuesta fue obvia. Entonces, la opción para ganar dinero era entrar con una tranza al ISSSTE mediante la compra de una plaza, tranza que me garantizaría una vida de mediocridad. Por el contrario, la opción que elegí me llevó a una estación de radio a aprender en vez de aburrirme como ostra.

Ahora sé que todo el camino andado me trajo a este lugar, con la mujer más maravillosa del universo universal y con todos los sueños por delante y ya al alcance de nuestras manecitas.

Y ustedes, ¿prefieren trabajar en algo que les guste o trabajar en donde ganen dinero? (No se vale decir que las dos ¬¬).




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martes, 10 de agosto de 2010

... Yo no te pido la luna ...

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Algo hay de mariachi en mí que me impide pedir. Los que más me sobreestiman dicen que es porque me siento superior a todos y por eso soy incapaz de pedir nada prestado. Yo no lo creo; es verdad que me siento superior a todos, bueno, no, ¡lo soy! Pero esa es otra historia y debería ser contada en otra ocasión. Lo verdaderamente relevante de todo esto es que me siento verdaderamente incapacitado para pedir cosas prestadas, ya sea dinero o posesiones.

He pensado y repensado que puede deberse a diferentes cosas, cada una aplicable a determinadas situaciones que pudieran o no acontecer. Explico:

Por un lado, está mi timidez galopante que sólo se puede entender al ver el violento mundo en que vivimos. Nerds y vivales enfrentados en la eterna lucha de poderes en la cual no cabe un chico lindo. Los nerds siempre serán nerds, no importa qué tan de moda se pongan, y yo, a pesar de poder ser el rey de los ñoños, no me veo renunciando desde morro a ese dulce, dulce placer que representan las mujeres. Tampoco, por supuesto podría ser un vivales, pues esa misma timidez galopante me anticipa y no me deja burlarme de los demás -en su cara, por supuesto-.

Cierto es también que el complejo de superioridad denota a su vez alguna traza de inferioridad. Les digo a todos que me creo mucho, se los hago creer para que no se den cuenta de mi falta de autoestima. No soy psicólogo yo pero, no estoy de acuerdo con este postulado. No al menos en mi caso. Es verdad que a veces me siento malo, inútil y desechable, pero generalmente eso tiene que ver con el estado que guarde mi irreconocible cabello. Un bad hair day puede arruinar mi ánimo mucho más que el rechazo a una solicitud de empleo o que mi mujer me diga tedejo; pero también debo reconocer que lo mío ya no es una serie de desafortunados bad hair days, sino una larga y compleja bad hair life. Acéptolo, mi cabello es un desastre hipercreciente.

Pero me desvío del tema. Me cuesta mucho trabajo pedir prestado. La tesis que he aceptado es la de la herencia. Mi abuelo jamás creyó en los bancos y cuando lo hizo, se endeudó hasta el cuello tomándole décadas subsanar el préstamo con miles de intereses. Mi madre compraba juguetes distintos, individuales e indivisibles para mí y para mi hermano con el fin de que no intercambiáramos ni prestáramos; curiosa manera de educar que no necesariamente comparto, pero funcionó, de alguna forma. Invariablemente, cada que mi hermano y yo intentábamos algún trueque, terminábamos a gritos y golpes cual sindicato y empresa.

Sería yo un pésimo niño de la calle. Me refiero a que seguramente pasaría de largo frente a la inmensa mayoría de las personas antes de estirar la palma de mi manecita de princesa en busca de una generosa dádiva de la caridad. ¡No señor! Si fuera un niño de la calle yo, me sentaría con mis mejores y menos mugrientos harapos a esperar a que las almas condicionadas por su bondad intrínseca, se apiadaran de mi hambruna y me regalaran un par de mendrugos para llevar a casa.

Solicitar empleo también ha sido un suplicio de vida. O estoy sobrecalificado o mis pretenciones salariales les parecen estratosféricas a los pobrecitos hombres y mujeres de recursos humanos que me han entrevistado a lo largo de esta vida petaca. A mi primer empleo en la radio caí del cielo, según palabras de mi entonces jefe. Al corporativo fraudulento mandé una solicitud, me llamaron, me entrevistó un takataka en inglés medio chafa y me dijo que me había quedado. A la segunda radio entré por recomendación, y con cinco patrocinadores detrás, ya quería ver yo el productor que no me contratara. Después, por casi tres años fui mi propio jefe y no tuve que pedir trabajo a nadie. A la televisión del infierno cancunense llegué casi por casualidad cuando ya me estaba viendo sirviendo café en Starbucks o hamburguesas en McDonald's. Al malhadado Boletín entré después de una tortura de entrevistas y más entrevistas. Ahora, justo en este momento estoy esperando una respuesta que interiormente conozco ya, pero que debe ser corroborada con una enredadera de bits que pongan mi nombre o mi CURP en una pantalla; no ha sido fácil, pero esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.

Lo peor en la vida para mí es pedir dinero. No me gusta prestar, por lo tanto no me gusta pedir. Aunque sé que lo pagaré, en plazos o con intereses, no me gusta pedir. Siento que muero un poco cuando pido dinero prestado, a mi familia, amigos, conocidos o a quien sea. Me siento mal, sudo por todos lados y enrojezco como saladet. No me gusta exponerme ante los demás y creo firmemente que el pedir dinero prestado es una manera tácita de aceptar la debilidad y la necesidad. No que sea malo por fuerza, sino que hay ocasiones en las que preferiría contar mis monedas de a peso que pedir prestado para el metrobús. Es extraño. ¿O lo soy yo?

¿Alguien lo había pensado?



¡¡¡ letem bi lait !!!

martes, 3 de agosto de 2010

... El enemigo inexorable ...

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Los minutos se evaporan como ínfimos charcos a medio día, las horas vuelan como cuchillas de polen directo a la nariz de un asmático y los días se esfuman como la muralla china en manos de Copperfield. Los años pasan y los lustros y las décadas hacen lo propio. Verdad de Perogrullo que sin embargo, pesa y cala; se nota en las arrugas de la frente; en la falta de cabello, y en las manchas de edad; en la voz titubeante; la sonrisa y el ánimo perdidos, y en el corazón roto de los queridos.

Es un lugar tan común llamar despectivamente viejos a los viejos. Siendo ésta, una palabra descendiente de las más bellas virtudes del ser humano: el conocimiento y la verdad. Como se dice comúnmente, la eufemia insulta más acaso que las palabras simples y llanas. Decirles adultos mayores o adultos en plenitud a los que van en plena y notoria decadencia no hace sino acrecentarla al descubrir la falacia.

En la época primitiva, los ancianos eran valorados como la luz y el conocimiento del mundo, su memoria llegaba hasta los inicios de la vida y su visión se extendía más allá del entendimiento de los demás. Alcanzar una edad longeva no era fácil y era una hazaña digna de bendecidos. Pero más pronto que después, la vejez fue considerada apenas más que una tara por los griegos antiguos; adoradores de la belleza como pocas civilizaciones (que se respeten), veían con incredulidad como las finas facciones de un adonis se deterioraban sin descanso ni medida con el paso del enemigo inexorable, el tiempo. Después, hebreos, romanos y medievales tuvieron sus ires y venires con respecto a sus relaciones con los viejos. Y así ha sido hasta ahora.

La disminución de las capacidades físicas e intelectuales se acelera inversamente proporcional a la rapidez con que se aprende en la infancia. Las conexiones mentales no funcionan de la misma manera que en la madurez y los recuerdos se borran. O no.

Hay ciertas condiciones que hacen que los recuerdos permanezcan pero que se sea incapaz de generar nuevos. Algunos viejos recuerdan vívidamente detalles de su primer día de escuela pero olvidan si ya se tomaron tal o cual medicina esa noche. Otros mantienen recuerdos que han creado de la nada; casi siempre, recuerdos indignos, infames o difamatorios; para ellos mismos o para los que los rodean.

Los demás, los que rodean, los que se mantienen en el entorno del viejo tienen la tarea, no, el deber de saberlo. De darse cuenta de lo que sucede y de no tomar las cosas tan a pecho, no importa cuanto duelan. Porque duelen, duelen de verdad.

Para allá vamos todos, algunos antes y otros después, pero todos sin excepción nos enfrentaremos a la edad, al deterioro y en algunos casos, al abandono y al olvido. Olvidados en algún sitio solitario u olvidando quienes somos y hacia donde vamos y de donde venimos. Olvidando quienes nos quieren y a quienes queremos. Olvidando la diferencia entre el bien y el mal y perdiendo los límites de nuestra conducta. Quizá no sea tan importante o quizá sea parte de las pequeñas tragedias que suceden al interior de cada familia que, sin hacer mucho ruido o alharaca, amenazan con deshebrar como queso oaxaca los delicados lazos de sangre que los mantienen unidos, ya sea en esencia o en presencia.

... no es sencillo acostumbrarse a ser un pasajero más ...



¡¡¡ letem bi lait !!!

sábado, 31 de julio de 2010

... Cachetotes de manzana ...

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(Nada que ver con Cachetitos de manzana)


únicamente para reivindicar los derechos de los rojos. ¿Los rojos? Sí, todos aquellos a quienes, como se dice vulgarmente, se nos suben los colores al rostro; todos aquellos que con la sola mención de cualquier cosa nos ponemos como tomate / manzana / camarón; todos aquellos que, como yo, nos sentimos más avergonzados de la repentina coloradez de nuestras mejillas que por el objeto mismo de la verguenza.

No es agradable sentir ese calor entre los pómulos avisando que el enrojecimiento se aproxima lenta pero inexorablemente; mucho menos cuando viene, de manera inevitable, del consabido sonsonete burlón: "Miiraaaaaa, se puso bien rojooooooo".

Los perpetradores de dicha malaondez parecen taurinos (a propósito). Disfrutan al ver correr sangre, sólo que en vez de verla correr por los ruedos, su placer es ver nuestra sangre recorriendo los vasos que atraviesan la cabeza. No, no, no, no. Escribo esto y me hierve el líquido hemático. No está padre.

Padres, no lo fomenten en sus hijos; hijos, no lo permitan de sus padres. Todos tenemos derecho a tener la cara del color que las circunstancias lo determinen. ¡No está padre! No es necesario restregarle en la roja carota al infortunado sujeto su subida coloración. Lo sabe, créanme que lo sabe. Lleva toda la vida sabiéndolo. Incluso, ese episodio lo sintió desde antes.

Es como una llama súbita que crece en el pecho quitando temperatura del resto del cuerpo, únicamente para correr de inmediato al rostro, las manos y los pies enrojeciéndolos, haciéndolos sudar y voltear los ojos en todas direcciones buscando una mirada empática donde hallar cobijo. Obviamente jamás la encontrará. Si hay otros rojos presentes, evitarán su mirada pues al ser testigos, recordarán inevitablemente las situaciones en las que ellos mismos estuvieron siendo ridiculizados igual. La empatía llegará, pero serán incapaces de sostenerle la mirada.

Todo eso, mientras las risas de los no-rojos se escuchan en segundo plano. ¡Snif!




¡¡¡ letem bi lait !!!

martes, 27 de julio de 2010

... Agárrele su dinero ...

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Ésta es la historia de un amable y bonachón servidor público, guardián de la ley y el orden en la caótica ciudad de la esperanza. Su nombre es el oficial Erick López Herrera. Un hombre alto, delgado y guapo, cuyas profundas convicciones sociales lo llevaron a dedicar su vida, su cuerpo y su alma al servicio público y a la conservación del estado de derecho en esta ciudad llena de gente ingrata, de personas cuya única misión en la vida es juzgar a los demás, criticarlos y hacerlos perder el tiempo. El oficial Erick López Herrera desechó una beca completa que le fue otorgada para estudiar finanzas bursátiles internacionales en la Universidad de Columbia en Nueva York, para entrar al 41 veces glorioso cuerpo de policía de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal. Con estos antecedentes, sale todos los días a las peligrosísimas y mojadas calles capitalinas en compañía de su inseparable e incorruptible pareja, la oficial Eréndira Pérez González para cumplir su deber: defender a la autoridad de la desfachatez de los abusivos ciudadanos que sólo buscan molestar.

Así comienza su triste y valerosa historia del fin de semana. Cuando patrullaba sobre avenida Cuauhtémoc a las ocho de la noche, deseando que la noche fuera tranquila pues le aguardaba un turno nocturno, no por no querer trabajar, ¡no qué va! Estaba deseando que no pasaran desgracias a los pobrecitos ciudadanos, si todo estaba en orden, nadie sufriría y él cumpliría su turno tranquilo, listo para retirarse a su cálido hogar a las seis de la mañana a descansar.

De pronto, en la esquina de la citada avenida y el Eje 6 Sur, un hombre con el impermeable empapado llama su atención pues manotea incesantemente. De inmediato y cumpliendo su más cabal sentido del deber, se detiene para ser increpado por su tardanza. ¡Pobres ciudadanos! Piensa, ¡no tienen idea de lo mucho que hacemos para preservar su integridad!

Había ocurrido un choque en ese peligrosísimo crucero. Un auto color arena, de manera completamente irresponsable, se detuvo al ver la luz roja del semáforo. Como resulta obvio, el auto de atrás, gris, sin deberla ni temerla y víctima inclemente de las condiciones del asfalto, se estrelló inexorablemente contra la parte posterior del vehículo que de manera increíble se detuvo en el semáforo en rojo. La facia del auto arena quedó partida como con un hacha, daños terribles en el piso y la tapa de la cajuela y el tirón de la espalda de su atribulado conductor, un hombrecito redondo y galletoso cuyo tremendo pecado fue el detenerse ante la luz granate.

Todo parecía marchar de manera normal, los carnívoros ajustadores de seguros se hicieron presente con la velocidad de un carrito de paletas para llenar el papelerío. De improviso, una llamada sacude al representante del auto gris: ¡La malvada corporación encargada de proporcionarle el servicio de seguridad y asistencia ha cancelado de manera unilateral la póliza que con tanto esfuerzo habían contratado! No había arreglo posible, el caníbal ajustador del auto arena había tasado los daños en una cifra astronómica que el pobre hombre no tenía manera de cubrir.

Por eso fueron necesarios los servicios del oficial Erick López Herrera. No había arreglo y la intervención de la autoridad se hizo indispensable. Al ser viernes lluvioso y con la proximodad del alcoholímetro, todas y cada una de las unidades de tránsito se encontraban acuarteladas y listas para el operativo que salvaguardaría miles de vidas esa noche. El oficial Erick López Herrera se vio forzado a interrumpir su patrullaje para llevar a los conductores ante la autoridad correspondiente, no sin antes conminarlos a llegar a un arreglo civilizado, como lo hacen los hombres viriles, dijo.

No hubo arreglo posible y en medio de la incesante lluvia, el convoy de patrulla, autos chocados y auto ajustador se dirigió al ministerio público más cercano, relativamente. Al llegar, el dolor ya hacía presa del hombrecillo galletoso y pidió que sus molestias fueran atendidas a la brevedad. El bravucón ajustador de seguros pidió los servicios médicos pero éstos no estaban disponibles. Atribulado y seriamente preocupado por la integridad física del conductor afectado, el oficial Erick López Herrera se ofrece voluntario a trasladarlo al impecable y eficiente Hospital de Xoco. La travesía transcurrió con los intentos del oficial Erick López Herrera de hacer sentir mejor al adolorido minimizando la gravedad de sus dolores de espalda e intentar que pensara en otra cosa, como el llegar a un arreglo con el otro conductor, pues de lo contrario, le esperarían interminables horas en el juzgado. La frase contundente del oficial Erick López Herrera fue: "Es que usted le está haciendo demasiado caso a su abogado". Dicho que provocó la ira del hombrecillo galletoso, quien, ingrato le espetó: "¡Pues claro! ¿A quién quiere que le haga caso? ¿A usted?"

No hubo mayor problema con la salud del afectado y el silencio reinó la patrulla de regreso al juzgado. La esposa galleta estaba ya ahí con el abogado de colmillos afilados, ambos preocupados por el estado de la espalda del galletoso.

El oficial Erick López Herrera siguió tratando toda la noche de conciliar, pero el abogado de colmillos afilados y la recalcitrante necedad del infractor por pagar menos del valor del daño no lograron que el oficial Erick López Herrera cumpliera su labor. Lo que él quería era terminar con este asunto lo antes posible, así podría regresar a su patrullaje y a donde él realemente pertenecía, a las calles; a cuidar de viva presencia a los ciudadanos. Como no encontró eco en sus sugerencias y al ver que las partes estaban ya cansadas de tanto negociar y esperar, decidió demorar el proceso lo más posible, todo con la sensible intención de que tuvieran algún tiempo para cerrar los ojos y descansar su mente de los problemas que se avecinarían.

Así, desvió la atención de todos al dejar a las partes por un par de horas después de llevar los autos al corralón, teniéndolos bajo resguardo para evitar que se hicieran mas daño a ellos mismos o a otros autos. Un par de horas que le sirvieron al infractor necio, al abogado de colmillos largos y al hombrecillo galletoso y a su esposa galleta para aclarar un poco su mente y relajar sus músculos en los ergonómicos y comodísimos sillones de espera.

El último intento del oficial Erick López Herrera por conciliar fue cuando acorraló al hombrecillo galletoso, lejos de su esposa y del abogado de colmillos largos y le dijo: "Ande, ¡agárrele su dinero!" Recibiendo un rotundo no por respuesta, la ambición desmedida del galletoso no conocía saciedad, claro, estaba escuchando demasiado a su abogado.

Veinticuatro horas habían pasado cuando por fin se dio la resolución, el abogado de colmillos largos perdió la cabeza y dejó ir con una pena menor al infractor, obteniendo una cantidad menor a la pactada, ahora se iba sobre el hombrecillo galletoso pretendiendo que éste pagara por los daños morales ocasionados. No resultó, la negativa del galletoso a firmar nada y las hirientes palabras y demostraciones de hechos de la esposa galleta hicieron llorar al pobrecito abogado, ya no de colmillos largos, sino al tierno cachorro en que se había convertido. Derrotado y abatido, fue dejado en el medio de una pertinaz lluvia que no había cesado, para seguir atendiendo otro caso más.

A lo lejos, el oficial Erick López Herrera disfrutaba viendo cómo todos obtenían su merecido. "La moraleja de esta historia", pensó, "es que hay quienes hacen bien su trabajo, pero hay otros que para hacer bien su trabajo, deben joder el trabajo y el tiempo de otras personas". Instantes después, el oficial Erick López Herrera se fue a su casa a flajelarse por haber fallado en su encomienda.




¡¡¡ letem bi lait !!!

miércoles, 21 de julio de 2010

... Yo y mi bocota ...

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Resulta que en el examen de ayer, les pedí a los alumnos que me dijeran qué hacer con los exámenes que tuvieran faltas de ortografía. No es una pregunta sencilla y sin embargo la consideré como extra para echarles una mano. Las respuestas son bastante curiosas:


en un punto de vita deberia bajar decimas por cada falta de ortografia porque las personas que estudien comunicación ya no deberian tener tantas faltas de ortografia en esta instancia de su preparación.

creo que para empezar ya estamos en un nivel donde no deberia ocurrir muy seguido este tipo de faltas en nuestras redacciones; sin embargo no todos recibimos el mismo tipo de educación en este sentido, y otros no estan acostumbrados a escribir más alla de lo que hacemos en clase. Pero finalmente estamos aqui para corregirnos, bueno asi lo pienso yo, y si no tambien para aprender: por lo tanto creo que debe considerar que en los examenes aunque haigamos estudiado o no estamos, además bajo la presión del tiempo y no tendiiamos el suficiente para corregir, entonces le sugeriria que las corrijiera, sin tomarlas en cuenta para calificación.

marcar las faltas encontradas y hacernos notar la falta de lectura que hay en nosotros, tomar encuenta para calificación.

Que tome un límite de estas, despues bajar decimas, pero también que exista un límite, es decir, que no afecte demasiado en la calificación del examen. Considero que es muy importante la ortografía, pero más el conocimiento.

Sansionar con un determinado puntaje además creo que es bueno marcar esas faltas de ortografía pues en esta carrera es sumamente importante saber escribir bien, recordemos que un acento por ejemplo cambia completamente el sentido de una palabra ¡Rigor!

Considero que a este nivel ya tenemos que saber escribir y colocar todos los signos de puntuación,pero abemos muchos que nos falta pero no por eso voy ajustificar y decir que no haga nada, no se puede bajarle lo que el prfesor considere necesario sobre la calificación del examen.

.ser un poco flexible por la cuestion ke no atodos senosda la Facultad de excribir adecuadamente.

bueno honestamente el profesor las debe tachar y regresarle el examen por que el profesor no va a estar adivinando que palabra pondria y aparte ya estamos en nivel universitario a estas alturas no podemos tener faltas de ortografia.

Pues lo principal esque las marque y corrija para que nosotros aprendamos de nuestros errores, y ya siendo muy sinceros debería de bajar cierta calificación por ciertas faltas, porque ya no somos alumnos de primaria, ya debemos tener una mejor ortografía.

Cuando el profesor no cuenta con un conocimiento en redacción y incurre en faltas de ortografía debería ser más cuidadoso en la corrección ya que al redactarlo en computadora puede recurrir al corrector de estilo, pero si el catedrático es conocedor de la ortografía y su área es en función de la misma no debe presentar un examen sin antes pedir una disculpa por su falta de interés al realizarlo o tiempo o espacio al agendarlo.

A la sexta falta de ortografía comenzar a bajar décimas y después si ya son muchas y l quedamos debiendo décimas pues pedirnos que vayamos a un curso de ortografía =)


¡Dios!



¡¡¡ letem bi lait !!!

jueves, 15 de julio de 2010

... Amanecer, ocaso ...

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Nunca, ni en mis más ansiosas y recurrentes pesadillas se me ha ocurrido quedarme sin letras. No lo he hecho pues las ideas revolotean sin orden en la sesera. ¡No al ostracismo y no al silencio! Fueron, son y serán mis proclamas a viva voz por donde sea que me pare. No hay de otra sopa. Blogueros consumados y otros no tanto han ensayado hasta el hartazgo el tema de las caídas y resurrecciones recurrentes de los blogs, tanto que ha perdido el sentido. DonRul ha pronosticado en Blog me do la lenta y dolorosa muerte de los blós a manos del inclemente e implacable tuíter. Rox ha dicho que los tuiteros que utilizan twittlonger no tienen los huevos suficientes para mantener un blog. Lilián se burla de los apologistas del ocaso preguntándose cuándo fue el amanecer.

No se acaban los blogs. No se agotan los blogs. Heráclitamente, el que cambia, el que se agota y el que se acaba es el bloguero, el dueño o dueña de las manos que aporrean el teclado hilando un par de ideas relevantes o no. Los blogs cambian, las ideas cambian y el público cambia. Elphaba lo dice perfecto: "... No se trata de no tener muchos seguidores, tampoco es que las historias felices tiendan a ser aburridas y repetitivas para aquellos que buscan algo de drama, aventuras o comedia en los blogs; simplemente tengo muchas cosas que decir, pero no quiero, y muchas historias que contar, pero ninguna que tenga -todavía- un final feliz ...".

La vida sigue y las cosas pasan. Los blogs nacen, se reproducen y mueren. Se vuelven aburridos y redundantes, simplones e incomprensibles, vacíos y espaciados. El autor se enamora y lo abandona o lo atiborra de palabras de miel; después se da en la cara con un poste de concreto y vuelve a escribir buscando consuelo o entendimiento. Pero no es regla general.

La clave está en la evolución de las letras, de las ideas. Sin necesidad de ser irónicos o reflexivos, el blog es como la vida misma, pero no es la vida en sí misma. Muchos lo olvidan. Blogs vienen y van, blogs son olvidados por sus lectores por las razones antes descritas; como en la vida, sólo nos quedamos con las amistades que nos aportan algo, a los aburridos y deprimentes siempre es mejor tenerlos lejos. Los estancados sirven para abrir camino, tampoco son tan inútiles, pero de nuevo, heráclita y nerudamente "nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos".

Haciendo eco de la magistral redacción del buen amigo Emilio (colaborador también de Blog me do, por cierto), haré una última explicación de ausencia. La última que se leerá aquí (o no).

Como un embrujo de dedos atados, no por obligación ni por desdén sino por convicción, he decidido no ventilar en este espacio el mejor proyecto de mi vida, no al menos hasta que sea el tiempo preciso. ¿Cuándo lo será? Ni yo tengo esa respuesta, pero con gracia será pronto, muy pronto.

Eso y no otra cosa es lo que ha detenido mis letras. Ahora yo, no porque no tenga cosas que decir ni ideas sobre las cuales escribir y despotricar, sino porque mi más grande sueño y mi más grande felicidad me ocupan todo el tiempo del día, pensando, planeando, en acción y esperando. Todo lo que he estado haciendo y diciendo y mentalizando está enfocado en concretar ese sueño, en lograr ese pedacito de felicidad que nos falta para ser completos. La propia decisión del silencio podría ser interpretada como un mecanismo de defensa; no soy psicólogo yo y no importa de cualquier manera. Todo a su tiempo, sin prisas y sin indiscreciones.

Yo estoy bien, Astrid está bien, juntos estamos mejor. El pasado domingo cumplimos un año ya de estar juntos todos y cada uno de los días, en ausencia o en presencia pero juntos, para el presente precoz y para el futuro vivaz, para la intensidad del clímax mutuo y para la tranquilidad de la primera mirada de la mañana.

Quiero contar cómo nos fue en nuestro viaje de aniversario, quiero contar cómo va la vida compartida, quiero contar (aunque se me haya ido el tiempo) la visión galletosa del Mundial y sus implicaciones éticas, quiero contar la fantástica experiencia que es el impartir conocimiento, quiero contar las interminables historias retorcidas que se me han ocurrido mientras escucho sin querer conversaciones ajenas en starbucks, en fin. Tantas ganas y tan poco espacio.

A veces quisiera que quien pasa por aquí se diera un paseo por mi cabeza para enterarse de las maravillosas ideas que traigo entre ceja y oreja. Lástima que en mis pensamientos sólo hay espacio para una persona ...

... por ahora.




¡¡¡ letem bi lait !!!

martes, 29 de junio de 2010

... La página en blanco ...

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¿Qué se necesita para ser un mito?

Escritores van y escritores vienen y escritores mueren y millones de ellos nacen a cada instante. Alguna vez caí en la trampa de la página en blanco, esa bestia negra -por disonante que suene- que nos amenaza a todos los que pretendemos dejar una huella en tinta indeleble, o al menos en bits eternizados.

El año 1968 representó un cisma, no sólo en México. De nuevo, escritores fueron y vinieron con todo el derecho que les dio el haber estado en sus veintes cuando aquello ocurrió, pero casi sin ningún mérito específico. No es lo mismo estar en el medio de una balacera espectacular y sobrevivir para contarlo, que haber estado cuidando a los gatitos y vivir cuarenta y dos años hablando sobre lo mismo.

Pues yo estoy en mis veintes altos en esta época de sangre y balas y tristeza y desolación nacional. Y me aterra sobremanera escribir siempre de lo mismo. Y me da muchísimo miedo sobre todo, el ostracismo, la indiferencia. Monstruo publicitario ya por formación, ya por defecto, ya por antonomasia; si soy ignorado, dejo de existir. Si la vida pasa por mí pero no deja huella en mis letras, entonces las letras no tienen sentido alguno.

Me pasó el día haciendo preguntas y leyendo literatura 2.0 e interactuando con otros como yo. La frescura que un par de chicos ávidos de aprender algo de mí es en verdad revitalizante, por el contrario, la desvergûenza y cinismo de un grupo que ha perdido el respeto por sí mismo son devastadores. Tampoco puedo negar que el simple hecho de mancillar un trabajo impreso mal hecho con tinta roja es placentero, sin embargo, la viga en mi propio ojo no deja de atizar mis párpados cada vez que los cierro. ¿Cómo puedo juzgar la calidad de un escrito si hace mucho que no escribo nada? Ciertamente les sería de mucha mayor utilidad leer mis textos que asistir a mis clases.

Cierto es también que el bloqueo es un mito, si no escribo nada es que no tengo nada que contar al mundo o no es momento de decirlo, o tal vez que soy demasiado perezoso para sentarme frente al monitor a aporrear el teclado. No hay preocupación, o no debería. El mundo sigue girando a pesar del silencio de estas letras. Escribir es como comerse una naranja, no hay cosa más difícil que quitar la cáscara, después, todo es dulce.

De nadie ni de nada es la culpa. La besta negra de la página blanca se manifiesta como una cofradía de lucecitas y botones y colores que distraen la atención sin que uno se de cuenta. Por la noche, al poner las repeticiones de Futbol Picante no puedo evitar echarle un vistazo rápido al facebook y otro al reader. Suficiente para quitarme media hora o más de sueño, del sueño que no se recupera al dormitar en el transporte público ni al quedarse cinco minutos más escuchando la alarma sonar inexorablemente.

Aunque quizá sea culpa mía y de mi reticencia a leer mientras escribo. Es decir, en noviembre pasado pasado y muy seguramente (ojalá) en el siguiente, cuando estuve y esté envuelto en un viaje escribidero, me abstuve y me abstendré de leer lo contemporáneo y temporal para concentrarme en mis propias ideas y así no tener asideros para cuando me caiga. No pretendo ni jamás lo haré descubrir el hilo negro. Me sucede que al trabajar, no me gusta ni leer otras cosas ni escuchar música no instrumental; las letras son el motor y me llaman poderosamente la atención, aún siendo ajenas, aún siendo irrelevantes. No hay ideas originales y todas las palabras existen ya, sin embargo, es deber de un mono escribiente el ponerlas en un orden preciso. Yo soy ese mono. Mil como yo lograremos vencer a la diosa del tedio literario y al despertar, una obra en ciernes estará concebida.

Esto viene a cuento pues en las próximas semanas se dará un fallo que llevo meses esperando. Todo puede pasar y estoy preparado como desde siempre para una estrepitosa derrota, sin embargo, ahora hay una (¿o un par? ¿o un trío?) razón, no, LA MÁS PODEROSA de las razones para abogar y rezar y cruzar los dedos por que llegue. La victoria en el concurso nos dará la entrada a la mejor de las victorias, la más deseada y la más esperada.

Las galletas de pipeta vendrán por el fruto de esas letras o por el fruto de otro tipo de trabajo, pero vendrán. Con ellas, espero, llegará el torrente de ideas, pensamientos e inspiraciones que prometen hacer de nuestras letras las mejores del mundo; de nuestras manos, las más hábiles; de nuestros esfuerzos, los más eficientes, y de nuestras vidas, las más felices (rompiendo nuestro propio récord).



¡¡¡ letem bi lait !!!

viernes, 11 de junio de 2010

... ONCE in a lifetime ...

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Decían los antiguos que el número once es cabalístico, de buena suerte pues. No sé qué tan cierto sea eso; lo único cierto en el mundo es que ya no tengo memoria de que el once haya sido de mal augurio para mí. Al contrario. Después de todo, LO MEJOR sólo puede pasarte UNA vez en la vida, lucky fella...

Alguna vez conté que en Digital 99.3 decían que justo a la 1:11 marcada en un reloj digital debías pedir un deseo y sería cumplido. ¿Por quién? No es realmente importante, la magia residía en los tres unos con dos puntitos parpadeantes.

Hoy, once de junio, se hacen once meses del mejor día de mi vida (hasta entonces). Once meses que han hecho renacer la vida que solía pasar por mí, pero no quedarse. Once meses que, en retrospectiva, han sido el principio de lo mejor de mi vida, de nuestra vida. Quizás haya uno o dos viajes en puerta, quizás el futuro luce amenazante pero alentador y esperanzador, lleno de vida y de vida y de más vida. Once meses que se dicen fáciles y han pasado rápido, pero que nos han demostrado nuestra fortaleza inherente a nosotros mismos. Once meses en los que el amor ha crecido exponencialmente a cada instante.

No hay prisa ni viento en contra. Leí que alguien dijo una vez que cuando la persona con quien deseas pasar el resto de tu vida llega, no puedes esperar a que comience el resto de tu vida. El presente y futuro de la mía comenzó hace once meses y no puedo decir que me muero porque arranque pues cada día a su lado es una aventura, cada hora junto a ella es el cielo.

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Curioooosamente, el once de junio da inicio el Mundial de Futbol, con la Simulación Mexicana inaugurándolo y bueno, ya habrá tiempo para hablar de eso. Tenemos un laaaaaaargo mes (que se nos hará brevérrimo), para esperar y vivir todo lo que suceda de aquí hasta que cumplamos un año de completez y felicidad.


Ah sí, también el once de julio es la final del Mundial. Ups.



¡¡¡ letem bi lait !!!

lunes, 7 de junio de 2010

... De mente abierta ...

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Hace poco menos de un año, alguien escribió en este blog, pretendiendo humillarme o insultarme, que yo no era "un techado de virtudes". Después de darle vueltas y vueltas a un asunto que yo creía olvidado, resulta que la piel de la gente es más sensible de lo que su áspero exterior enseñaría.

Resulta que uno no puede reirse socarronamente de la gente porque llaman a sus guardias, que raudos y presurosos acuden en su defensa y exponen sus más bajos valores y espetan epítetos al objeto de su odio iguales o peores que los que real o imaginariamente ofendieron a su amo.

No es por nada en especial, sin embargo he estado pensando últimamente en las cosas que odio de internet, de facebook, de twitter, de los blogs, etc. Después de limpiar los restos de sesos del piso cuando mi cerebro estalló por la sobrecarga de información a la que fue sometido, decidí que no era nada extraño. En realidad odio del mundo virtual lo mismo que odio del mundo real. Quizá la única excepción sería que odio a los habitantes que confunden el mundo virtual con el real.

Alguna vez quise ser más activo en facebook, pero el grave déficit de cosas interesantes que comentar me lo impidió. En twitter, vaya que hay cosas interesantes y gente interesante en mi timeline. Por lo mismo, disfruto enormemente leer en orden inverso los twitts de la gente a la que sigo, la que no me sigue y la que sí; no soy partidario de utilizar twitter como mensajero, así que no suelo enviar mensajes arrobados, mucho menos retwittear cualquier babosada sólo para incluir mi propia babosada relativa. Sólo en casos excepcionales y cuando la babosada es tan grande que no puede quedarse en mi cabeza. En algún momento #Confesé que sólo utilizaba twitter para actualizar mi estado de facebook; eso fue la maldición porque la aplicación que hacía eso chafeó y no se pudo más. Ahora lo he remediado y soy igual de feliz que antes.

Me caen mal los quejicas que apelan a un patrioterismo pitero y se rasgan las vestiduras en contra del Gobierno, de Javier Aguirre, de British Petroleum, de Juan Molinar, de Eduardo Bours, etc. No hay mucho para donde hacerse, los llorones quejicas nunca van a estar a gusto con nada, si Andrés López llena el Zócalo con acarreados dirán que ellos están con él por sus ideas, no por su popularidad; si lo hace Marcelo Ebrard dirán que es un engañabobos tremendo.

Son muchas las cosas que odio de internet, pero odio lo mismo de la gente de huesos y carnita. El chisme barato, la indignación gratuita, los tarados que le mandan mensajes a los 'famosos' en twitter diciéndoles idioteces para llamar su atención, los que creen que los 'famosos' leen sus mensajes y sobre todo creen que les importa, los que tienen su timeline lleno de mensajes a otros haciéndola incomprensible, los que hablan de un solo tema, los que quieren hablar de todos los temas, los que escriben muchas idioteces y los que escriben pocas.

Odio recientemente la aplicación de facebook que publica en el muro la canción que se escucha en ese momento. ¡A nadie le importa! Si facebook proclama que una imagen vale más que mil palabras; twitter, la inmediatez del pensamiento, la irrelevancia de pensar antes en lo que se va a decir a continuación. Me he cansado de escribir en los trabajos de mis alumnos: "Piensa las frases antes de escribirlas". Pareciera que todo el mundo piensa con la cola y escribe con la ídem, pensé que era un cierto defecto de formación que se corregiría al hacerlos escribir más cada vez, pero no. Escriben como hablan, las exposiciones han sido un suplicio eterno, frases inconexas y realidades alternas en las que cada quien se entiende como se le da la gana. Los verbos parecen conjugaciones aleatorias de un retraso mental evidente. Aunque de cierta manera, tenía razón. Es un defecto de formación total, desde la cuna; no sé qué orgullo sienten los padres de mis 'estudiantes universitarios' cuando ven las calificaciones de ciertos de ellos. Es una verdadera lágrima.

Tampoco puedo negar el placer que estas experiencias me están dando, sin embargo no es lo mismo tratar de convencer a un grupo de pubertos nacidos después de 1990 (wtf! =() de los beneficioss que tendrán en su vida al saber escribir y hablar correctamente, que convencer a un grupo similar de los beneficios que una materia irrelevante les puede otorgar, sobre todo a éstos en específico que, si mi oráculo no me engaña, la inmensa mayoría desertará o trabajará manejando un bicitaxi, poniendo uñas francesas o dando clases en esta misma universidad. Doh!


¡¡¡ letem bi lait !!!

martes, 1 de junio de 2010

... Words of wisdom ...

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Me he evitado por todos los medios leer o ver o escuchar o algo sobre el par de conciertos que Paul McCartney, reseñas, críticas, podcasts, programas de televisión, etc. Todo esto, claro, después de haber vivido una de las experiencias más sui generis de la vida. No es por nada, pero las sesenta mil personas menos una que vieron al músico bajo la lluvia (las personas, no el músico) me vienen valiendo reverenda sombrilla. Era un mundo subpluvial en el que sólo cabíamos dos. Una especie de burbuja parejera que nos aislaba, a ella y a mí y nos inundaba de melodiosos temas interpretado por el más grande de los Beatles vivientes.

El hombre que regrababa las canciones después de que sus felas escarabajos salían del estudio para cambiar un par de notas que no le parecían, tocando cada uno de los instrumentos con la misma o mayor maestría que los ejecutantes originales.

El pasado viernes, el concierto en el mejor escenario en el peor lugar (el caos a la salida lo demostró) distaba un par de horas de comenzar cuando mi amor de mi vida mía de mí y yo llegamos sin tráfico y con expectativa de lluvia. Parecía que llovería, aunque las nubes sobre el Foro Helios, traviesas, se contoneaban al ritmo de la música amenizadora de la espera; iban y venían asustando a más de un gremlin que se paseaba entre los pasillos de la sección platino. Nada más que sillas de fiesta cubiertas por una módica bolsa de plástico destinada a hacer las veces de impermeable cuando Tláloc hiciera su triunfal aparición para llorar a los caídos y emocionarse con las leyendas.

La luz natural se acababa y mientras la espera se volvía desespera, mi mente volaba dieciséis o diecisiete años en el pasado cuando mi madre quería que yo aprendiera a tocar la guitarra. Recuerdo perfectamente mi primera guitarra, café de atrás y amarilla de adelante, con cuerdas de metal que me lasrimaban mis dedecitos. Yo le decía a mi santa madre de todos los ángeles que no quería ir a clases de guitarra, que mis dedecitos regordetes sufrían, primero al cargar un pesado estuche negro de mafioso y segundo, al inmolarse con tan agresivas cuerdas de lámina filosa. "Voy porque tú quieres, no porque yo lo desee", siempre era mi respuesta. Mi madre solía callarme la trompa con una simple frase: "Tienes que aprender para que le cantes a tu papá Let it be". ¡Sopas!

Let it be era justamente la canción que me estaban enseñando. He de decir ahora que el profesor de guitarra no era para nada bueno, es decir, tocaba muy bien (la guitarra) pero no enseñaba muy bien a tocar (la guitarra). Todo lo que aprendí en el tiempo que fui a clases fue a pisar ciertas cuerdas en ciertos espacios con los dedos de la mano izquierda y a pellizcar con el dedo índice y el dedo mayor de la mano derecha la cuerda correspondiente en el agujero... y las notas se iban por el agujerooooo. Aprendí la melodía de Let it be, las mañanitas, Yesterday y ya. Las he olvidado ahora, así como olvidé el Himno a la alegría y Martinillo.

Mi padre, en ese entonces recién separado y divorciado de mi mamá, era demasiado joven como para haber sido fans de The Beatles en su apogeo, aprendió a escucharlos por sus hermanos mayyores, me imagino. Yo me acuerdo del disco blanco que nunca escuché en acetato, pero sobre todo de Sgt. Peppers con su portada multicolor y su reverso con las letras de las canciones y Paul de espaldas. Recuerdo sobre todo mi canción favorita de ese disco: She's leaving home... canción que a nadie le gusta, o al menos nadie le presta atención jamás, pero que tiene la letra más desgarradora que un padre pudiera escuchar. Entonces yo estaba lo más lejano que se pudiera a la posibilidad siquiera de ser papá. Ahora, el momento está cerca, y esa canción me parte el alma más que nunca.

Lo único que tenía claro es que desde siempre he sabido que la canción favorita de la vida de mi papá fue precisamente Let it be. Mis daddy issues volaban y se entregaban al maremoto de abrazos con Astrid y notas con Paul y palabras y luces tintileantes y agua cayéndome en el rostro y agua saliendo de mis ojos (verdes, hermosos).

Las luces se apagaron, Paul McCartney se sentó al piano y los acordes universales comenzaron. Tun tuntuntun "When i find myself in times of trouble...". El chillido de la muchedumbre (aaaaaaaah) se escuchaba a lo lejos, pero yo sólo miraba al hombre de casi setenta años, casi nada encorvado ante el majestuoso piano cantando, sintiendo. En ese momento, las palmas de mis manos se abrieron, mi mirada se dirigió al cielo desde donde caían las lágrimas de mi padre por saber que yo estaba ahí, quizá cumpliendo uno de sus sueños o quizá no, pero estaba escuchando su canción favorita de la propia voz del autor y siendo ejecutada por sus propias manos. Me rendí, mi garganta se abrió y las estrofas salieron como si no fuera yo quien las cantara. Y no era, o en parte.

Solamente me faltan siete años para tener la edad que tenía mi papá cuando se murió. No sé de qué manera medir mi vida comparada con la suya, acaso no lo quisiera tampoco; lo que sí sé es que aunque no sea ni la mitad del hombre que puedo llegar a ser, sí soy muchísimo más del doble del hombre que era hasta hace un año. No debo cargar el mundo sobre mis hombros y sin embargo no me pesa ni me pesará jamás hacerlo, por ella, por ellos. Las noches solitarias están a punto de acabar y toda la completez que siento en mi pecho se multiplicará exponencialmente.

Terminó Let it be y el silencio se rompió con un atronador aplauso que no pudo sacarme de mis pensamientos. Astrid estaba junto a mí, cómo desde siempre debió haber sido y como siempre será. Cerró los ojos, y entonces la besé ...








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miércoles, 26 de mayo de 2010

... De preposiciones, estrellas y dólares ...

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Sé perfectamente que no soy el primero ni seré el último en despotricar escribir sus impresiones sobre la gran cadena cafetera trasnacional Estarbocs. También sé que hasta hace poco menos de un año, nunca en la vida había puesto mis soberanas patas sobre el pegajoso suelo de ninguno de ellos, tal como está plasmado aquí.

Resulta que hace diez meses, la mujer más maravillosa del mundo me llevó por primera vez a uno de esos establecimientos con logotipo de sirena y estrellas, más parecido a un timbre postal que a cualquier otra cosa. No resultaron bien las cosas ese día, a pesar de haber sido un día perfecto, todo terminó entre lluvia del cielo y de los ojos. No fue culpa del Starbucks, eso es obvio, pero tampoco fue un buen comienzo para mi relación con el emporio.

Como todos saben, todo mejoró, tanto que no recuerdo la segunda vez que entré a tal cafetería. No demasiadas ocasiones. Un par en citas de trabajo y otro tanto por no tener mayor referencia de algún lugar en que debía encontrarme con alguien. Sin embargo, las complicadas claves para servir vil café no se me pueden quedar grabadas en la mente. Pasa que en realidad no me importa.

Tuve una pequeña adicción al Frapuccino de Mango - Maracuyá, que se me quitó el día que tuve que elegir entre un Frapuccino de Mango - Maracuyá y caminar veinte kilómetros en vez de tomar un autobús. Las cosas no han sido fáciles para la economía y sin embargo, el Starbucks siempre está ahí, con su café ridículamente caro y sus sillones ridículamente cómodos y ensoñadores (que en esta crisis climática se ponen aún más cómodos pero mil veces más calurosos). De todo me ha tocado escuchar en mis estancias prolongadas ahí. Porque no estoy para contarlo, pero se ha convertido en mi sala de espera particular, espera que disfruto, por cierto. Miles de anécdotas ajenas se entretejen en sus sillas y sillones, pero esas son otras historias y tendrán que ser contadas en otra ocasión.

Hoy me enteré que el café del día en Starbucks no es otra cosa que simple café americano. El pretexto o la excusa es que cada día es hecho con diferentes granos o diferentes marcas o calidades o sabrá Dios qué. No me hizo sentido alguno. En los restaurantes siempre te dicen específicamente en qué consiste la sopa de día, pero apuesto cuádruple contra sencillo a que nadie, pero nadie pregunta en qué consiste el mentado café del día. Quizá sea más barato, quizá, pero sigo sin saberme los precios pues hoy día soy leal al Frioreo de The Italian Coffee. Y sigo sin aprenderme las claves correctas para pedir de manera adecuada un café en Starbucks.

Un día, Astrid me pidió que le comprara un Alto Chai Frapuccino Deslactosado Light (o algo así). Yo compré algo que era otra cosa completamente diferente porque no tuve idea de qué significaban todas esas cosas.

Mi misión, si decido aceptarla, será hacer desatinar a los empleados estarbuquianos al son de: "¿De qué es el café del día?" "¿Y el de ayer de qué era?" "¿Y mañana de qué será?" "Ok, perfecto, dame un Alto Bajo Cabe Con Contra De Café del día Deslactosado Light Fresco Barroco Viento Eterno Llamas a mí Precious, aaah con crema y chispas. Y no te olvides de mi Panini del Mundial de Tres Quesos 2010 bicentenario".




¡¡¡ letem bi lait !!!

jueves, 20 de mayo de 2010

... Unas cuantas dioptrías ...

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Suelo creer que el inconsciente nos juega bromas más allá de los límites de nuestra propia comprensión. Muchos autores dicen que lo que soñamos no es sino un reflejo de nuestros deseos no tan escondidos. Yo no sé nada de eso porque no soy psicólogo yo, pero lo que sí sé, es que mis espejuelos, aunque me hagan surcos en las sienes y hoyos en el tabique nasal, son mis ayudantes más especiales, no me podría imaginar el simple hecho de ver al monitor como lo estoy haciendo ahora sin ellos. A veces lo hago, sí, pero es cuando he pasado todo el día frente a una computadora o una pantalla y entonces descanso viendo la televisión borrosa.

El fin de semana pasado, Astrid y yo fuimos al teatro, mientras esperábamos en la lista por un par de boletos, nos entreteníamos (ella leyendo y yo viendo) los anuncios de otras obras en una revistita. Aquí es cuando se enteran de que yo no portaba mis leales espejuelos. Una obra, al centro de la página llamó mi atención:




Sin embargo, no es la fantasía popular masculina lo que me hizo ver con más detenimiento la imagen, sino lo que yo vi, que era algo así:



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¿Qué dirían Freud, Lacan o el Dr. Paul Weston al respecto?





¡¡¡ letem bi lait !!!

jueves, 13 de mayo de 2010

... Mi mamá y la tecnología ...

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Cuando de gadgets y tecnología se trata, mi madrecita santa, Mamá Galleta, suele ser menos docta de lo que aparenta. Por un lado, pone toda la atención del mundo a lo que le contamos mi hermano y yo, o aunque no se lo contemos a ella, pone los oídos avispados para captar cualquier idea que pueda ser utilizada luego en una conversación cualquiera. Eso no es nuevo ni malo, todos lo hacemos. Estamos siempre al pendiente de nuevos conocimientos que podamos espetar en el momento adecuado para parecer más inteligentes de lo que realmente somos.

No cabe malinterpretación alguna. Mi mamá es la más inteligentísima de las mamás del mundo mundial. Sólo es un reflejo de humanidad el querer soltar palabras ajenas como si fueran propias sin la necesidad de corroborarlas de primera mano.

Por eso, cuesta trabajo creer que mi mamá esté al tanto de las últimas noticias tecnológicas, ya que hoy me contó de su último descubrimiento, a la vez que hacía una revelación impactante.

Dos veces en la historia, mi madre se ha sorprendido con un invento del hombre blanco (sin ofender a los fácilmente ofendibles negritos).

1. Corrían los años ochenta y una máquina capaz de transmitir datos por medio del cable telefónico parecía sacado de una novela de Julio Verne. En efecto, la súbita aparición de una máquina de facsímil, utilizada por María Joaquina para ayudar a uno de sus compañeros a enviar un mensaje a su mamá ausente, la inquietó sobremanera. Mi madre juraba que eso era un invento de Valentín Pimstein y sus guionistas, pues no podía concebir que una carta fuera transmitida por un medio diferente al telégrafo o la entrega de mano en mano.

2. Después de preguntarme por marcas y modelos de camionetas Ford, mi madre procedió a darme una cátedra sobre la nueva monada de una de estas camionetas. El sensor de estacionamiento. Ya no es necesario maniobrar hasta la saciedad o el hartazgo para medio estacionarse por la calle, esa nueva camioneta de la que mi madre hablaba, se encarga de mover el volante y uno, pobre y desubicado conductor, lo único que debe hacer es acelerar, frenar y cambiar la palanca de adelante a atrás, obviamente siguiendo las instrucciones de la propia camioneta. Para este momento, amable fans, te podrías preguntar: ¿en dónde habráse enterado, oh sabia señora, de las bondades de esa milagrosa camioneta? Ni más ni menos que en esa serie cultural que se ha convertido en un referente de nuestra sociedad: Hasta que el dinero nos separe.


¡Plop! ¬¬

La historia de mi mamá y la cuenta de caracteres en pantalla es, en efecto, otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.



¡¡¡ letem bi lait !!!

martes, 11 de mayo de 2010

... Crónica del más feluiszísimo cumpleaños ...

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Dios, ¡vaya que me ha servido este par de horas extra de sueño hace un momento! Sólo no podía despertarme, y bueno, con la cansada que me he puesto el fin de semana, no es para menos, pero vayamos por partes.

Encontrábame yo, tranquilamente la tarde del viernes siete de mayo, remolando plácido en los brazos de mi amada, cuando me suelta la bomba: "Mañana necesito un tiempo a solas". ¡Noooooooo! ¡El horror! Entre el ataque del apéndice fantasma y demás cosillas, habíamos estado juntos, muy juntos prácticamente desde el martes a medio día. Incluso algunas horas antes me había prometido una 'celebrancia' especial por mi cumpleaños de todo el fin de semana.

No era que ya estaba harta de mí ni que se hubiera cansado de tenerme pegado todo el tiempo. Era que, con su malestar general provocado por el apéndice fantasma, no había tenido tiempo de organizar como hubiera querido mi consabida fiesta sorpresa (no me gustan las sorpresas jeje).

Fui despachado temprano para mi casa, a bañarme y cambiarme, pasé a ver a mi madre y a mis abuelos y en eso se me fue el tiempo. Una llamada me sacó de mi enmimismamiento para recordarme que ya debía irme. Me despedí de mi abuelo, que me abrazó lo más fuerte que pudo, y emprendí el camino con un poco de pesar en el cucharón... cosas, en fin.

Llegué con un hambre atroz y la promesa de comida después de... de... de... bueno, después de un tiempo a solas (guiño, guiño) me puso feliz en los pantalones. Aunque bueno, era una trampa que fue arruinada hábilmente por los reclamos de mi suegra por teléfono a alguien indeterminado. Llegando al departamento, lo único que se escuchaba era la voz de mi suegra regañando a alguien. Jojo. Y bueno, después de la casi-fiesta no-fiesta sí-fiesta, un par de regalos geniales y el mejor regalo del mundo para mí, se acabó el día con una película que me hizo enojar y sufrir y deprimirme, pero esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.

Tal como lo prometió, Astrid estuvo veinticuatro horas conmigo. Fue la primera en felicitarme a media película, con esa mirada electrizante y ese beso que me focaliza los sentidos hacia ella. Dormimos juntos, abrazados, en silencio y enamorados, más que nunca. El despertar nos llegaría temprano, juntos, abrazados, en silencio porque, para variar, teníamos un gran tour preparado: Desayuno en casa de mi mamá, excursión sateluca e incursión al profundo sur a ver a PUMAS empatar a cero, o esa era la idea.

No me gusta mucho la barbacoa pero comí quesadillas regularmente ricas. Astrid me dio un nuevo regalo antiestrés: ¡Ella manejó de Texcoco a Satélite a San Ángel! Tuve tiempo de contemplar el paisaje, cantar canciones, decirle que la amo, agradecerle por el mejor cumpleaños de mi vida y lo que faltaba.

Llegamos a tiempo a San Ángel y un no tan largo camino nos aguardaba hasta el estadio más bonito del mundo mundial. Camino que se hizo más largo por nuestra usual, casual, inesperada e inconsciente debilidad por los caminos largos (Duh). Llegamos envueltos en una gota de sudor y salimos empapados de lluvia. ¡Loco clima! Y loco juego, PUMAS prendió a su gente para luego conformarse con ganar el partido pero perder la eliminatoria. Nada extraño, lo han hecho por cuatro años y hoy no tenía porqué ser diferente. Nada pasará, El Tuca firmará una extensión de contrato por otros veintisiete años, yo seguiré reclamando triunfos, pero más que triunfos, buen futbol... que no llegará.

Astrid estuvo a mi lado, firme y estóica. Sin quejarse de la lluvia a pesar de saber que yo me hubiera ido del estadio si ella me lo hubiera pedido. Al final, el que me acompañara en mi sufrir futbolero es algo que no se puede comparar con nada. Es mi debilidad, es mi enfermedad y ella es mi cura, siempre.

De regreso al coche, ropa seca y escala técnica para comprar los regalos maternales del día siguiente. Con toda la intención de ir a comer pizza rica, pero con la certeza de que el sueño se apoderaba de nosotros. Nos fuimos a su casa, pedimos pizza a Domino's y después de comer, ella se quedó profundamente dormida en mis brazos. Yo aguanté una hora más y también caí.

Soñé vívidamente con la certeza de que este fue el primer mejor cumpleaños de mi vida. Con la certeza de que el siguiente año se superará con creces. Con la esperanza de que en mi próximo cumpleaños, un niño o una niña muy pequeño/a tendrá un par de meses no dejándome dormir, pero el día nueve de mayo me mirará con sus ojos (verdes, hermosos) y sin palabras me dirá: "¡Feliz cumpleaños, papá!"


¡Muero!




¡¡¡ letem bi lait !!!

viernes, 30 de abril de 2010

... Status Update ...

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Odio con todo mi corazón y mi alma la opción "Me gusta" de Facebook. Lo único que provoca es hacer a la gente huevona. Ya no se toman el tiempo de pensar algo inteligente, divertido y/o irónico que comentar. Simplemente picando "Me gusta" creen que han cumplido su deber (red)social. ¡Bu para todos! Ya pues, no está del todo mal, a veces las palabras sobran y sólo es necesario el apoyo a una frase o dicho, pero lo que no está padre es el abuso de ese recurso taaaaaaaan chafa.

Sólo no quería dejar pasar el final del mes del niño retro y el comienzo del mes más mayate de todo el año -en el que todos me olvidaban por irse con sus mamás-, para contar un par de cosas que hacen que me explote el pecho.

Ésta fue una semana de muchas emociones, para nada un sube y baja, en realidad un sube y sube y vuelve a resubir otra vez de nuevo. Comenzó el lunes con la entrega del Búnker, el lugar en donde los sueños comienzan a hacerse realidad, blanquísimo y vaciísimo y con vista a los volcanes. A Elphie le corresponde el derecho de contar más al respecto. Lo espero con ansia.

Después, el cierre de una venta importante que confirma que el camino no está errado, que se pueden hacer muchas cosas más aún y que todo es cuestión de ganas y más ganas, trabajo y más trabajo.

Mis alumnitos ignaros me sorprendieron gratamente (algunos) e ingratamente (otros). Esas pequeñas desviaciones nada estándar de los promedios esperados son adictivas. Nunca creí decir esto: "Me gusta dar clases".

El Búnker comienza a llenarse, no sólo de sueños sino también de tangibles. De nuevo, Elphie les contará.

Me gusta mayo. Podría decir que mayo del año pasado fue el mejor mes de mi escritura, pero no puedo negar ahora que este mes será el mejor de mi vida completa. Al menos hasta que comience junio y rompa mi propio récord.

Me gusta hoy.

Me gusta mañana y me gusta el ayer que me ha traido hasta aquí.

Elphie, te amo ¿sabes?




¡¡¡ letem bi lait !!!

miércoles, 28 de abril de 2010

... Otro cuarteto trágico ...

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Ésta es la continuación de la primera media decena trágica.


La prometedora incumplida. En una de tantas pláticas previas, después de jugar 'reto o secreto', confesé mi poco gusto por el sexo oral practicado a mí hasta ese entonces. A ese secreto siguió una promesa de su parte de hacerme disfrutar el mejor sexo oral de la vida. No tan entusiasmado, llegó el día del encuentro y de inmediato se arrodilló frente a mí... diez minutos ... (bola de paja pasando) ... media hora ... Nada para escribir a casa, la tierra no se movió, no más de los millones de kilómetros que se iba a mover de cualquier manera. Me cansé de estar de pie y ella de estar de rodillas, o algo. No estuvo padre ni divertido, y lo peor fue que en su intento por cumplir su promesa insensata, sacó de su cajón del tocador ¡un lubricante con sabor a fresa! Suficiente. Next!

La huevona anorgásmica. No puedo evitar el atribuirme cierta responsabilidad en esta tragedia. El orgasmo es de quien lo trabaja, dice un merolico de la tele, sin embargo pienso que la compañía es un factor determinante para tener o no tener orgasmos (para las mujeres claro, los hombres somos más facilotes). La tipa en cuestión era grande, de talla grande, gorda para algunos, pero yo por cortesía la llamaba grande. Su condición le daba el pretexto perfecto para no querer pasar de la posición del misionero. No era tan grave, pero cuando estira la mano y de su tocador extrae un vibrador significa que algo no anda bien. En efecto, yo seguía duro y dale y de pronto siento el vibrador acercarse a nuestros centros y comenzar su labor. Las veces siguientes no fueron diferentes. Fail! :(

La dominadora. No como dominatrix, sino como los que hacen dominadas con las rodillas en los intermedios de los partidos de futbol. Sus tetas eran como de señora de ochenta años, caídas, caídas, aunque cuando estaba vestida no se le notaba. Al igual que la anterior, no quería 'estar arriba', por obvias razones, sin embargo lo hizo, pero agarrándose las tetas con las manos y los brazos, no en afán sensual sino por pura protección, capaz que me asfixiaba en pleno rodeo. ¡Chale!

La complaciente. En esta entrada describí la versión familiar de la historia con la boba complaciente. Según la clasificación A, yo la boté en el cine, pero la realidad es mucho más oscura y perversa. Después de que me dijo que veríamos la película que yo quisiera, le dije que mejor quería ir a mi casa; ya ahí, no tuve necesidad de preguntarle qué quería hacer pues sabía la respuesta: ¡Lo que yo quisiera! Así que hice lo que quise con ella, no está padre esa sensación de necrofilia que llega acostándose con una mujer prácticamente inmóvil. En términos coloquiales podría decir que me masturbé con una vagina real. Al terminar, me levanté al baño, me duché rápidamente (no iba a dejar a una casi desconocida sola mucho tiempo en mi cuarto) y volví junto a ella, que seguía acostada en la misma posición en la que la había dejado. Por cortesía le pregunté qué quería hacer ahora y la respuesta fue la misma: "Lo que tú quieras". ¡Aaaaargh, suficiente! Le contesté que lo que ahora quería era que se fuera. Se levantó de la cama, no le vi la cara pero quizá su rostro tendría una mezcla de indignación y confusión. Se quedó paradita unos segundos mirándome, encuerada, encorvada y con sus calzoncitos en las manos. Se vistió y se dirigió a la salida. Todavía, en la puerta tuvo el descaro de voltear a verme y espetar: "¿Me llamas?". Jajajaja, sí, ajá.


Mal, muy mal.



¡¡¡ letem bi lait !!!

martes, 20 de abril de 2010

... Yo a ti ...

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No quiero quemar mucho del texto que me ha inspirado a escribir esta entrada, en parte porque la autora no sabe que lo estoy citando, además de que (espero) será uno de los trancazos al alma en la próxima edición de Blog me do. Es un texto triste que me arrancó un sollozo y me anudó la garganta por un momento, sin embargo tiene una frase que, como flashback me atacó y retumbó en mi historia:

"... reías cuando sabías que mi "Y-yo-a-ti" significaba estar acompañada. Y que estabas, aun así, tan seguro de mi amor por ti."


Y yo a ti.

Por mucho tiempo, desde que en mis entrañas se siente ese extraño calorcito que te empuja a decir "te amo", me fastidió la existencia la frase subsecuente: "y yo a ti".

No estoy seguro de qué tanto sea cosa mía y qué tanto sea influencia del conocido y bien-amado gag de las series y películas estadounidensianas. Ya saben, el chico o la chica que se anima a decir "te amo" antes que el otro y recibe como respuesta un simple "gracias", o un seco beso en los labios, o un grosero "nos vemos después", o un mercantilista "¿cuánto te debo?". La semana pasada vi en una de mis series favoritas, en el capítulo de estreno, el cuasi-final de la pareja paradójica protagónica, porque el nerd irredento le dice a la mesera rubia aspirante a actriz que la ama, recibiendo un puñetazo justo enmedio de los lentes disfrazado de "gracias".

Dicen que en mi vida petaca he sido un tanto cuanto ligero a la hora de hablar de mis sentimientos. Dicen que siempre había tendido a exagerar los cosquilleos que me provocaban ciertos expecímenes del sexo opuesto con el sexo dispuesto, o no. Mi pretexto era que las quería a todas por igual y no podría haber dicho sensatamente si esa punzada en el ego era necesariamente amor, deseo, fraternidad o calentura. Por tanto dicen y dicen bien que en el pasado, las palabras "te amo" salían con singular alegría de mis labios listas para estrellarse en la cara de la primera mujer que estuviera dispuesta a guiñarme el ojo o a encerrarme entre sus muslos. También solía creer que tenían razón los que afirmaban que un "te amo" en la cama tiene la misma validez que un gemido de placer. Perhaps.

Por eso me retumbaba en mis centros el recibir como respuesta "y yo a ti". Por eso, después de cada encuentro o cada llamada telefónica que terminaba con un "y yo a ti", me hacía la promesa rompible a mí mismo de que en el futuro próximo, contendría mis "te amo" para mí y me los reservaría para esgrimirlos en forma de "y yo a ti" si la interfecta se animaba a decirlo primero. Sobra decir que fallé miserablemente en todas y cada una de las oportunidades.

Para mí, el hecho de pronunciar las palabras era un himno melódico, un "te amo" en mi voz tendría la sonoridad del latir de mi propio corazón, ¿por qué no habría de esperar el recibir una muestra sonora del latido que me acompañaba? ¿No debería haber esperado sincronía? ¿No debería esperar reciprocidad?

Todas esas respuestas llegaron a mí hace nueve punto tres meses, cuando mis labios mordisqueaban cartílago auditivo para no soltar palabras, y mis manos apretujaban piel y sábanas, cuando ella se mordía la lengua y repetía que estaba a punto de soltar una estupidez. No lo era, obviamente. Era la sensación vívida de un corazón con su símil a punto de explotar.

Ese día, así como cada uno de los que le han seguido hasta ahora, me di cuenta de que lo importante no son las palabras que se pronuncian. Cuando a flor de piel se lleva la certeza de lo que ha sido eterno, lo mismo da un "te amo" que un "te quiero" que un guiño o que un "y yo a ti". Retórica. No es la métrica con la que sus labios perfectos de corazón recitan las palabras, sino el fuego que se filtra a través de sus párpados cerrados o el calor que irradia cuando me mira y me dice que me ama, aun sin palabras.

He amado y me han amado, de eso no tengo duda, y aunque suene a eufemismo desatado por la serotonina, es verdad: un "te amo" dirigido a ella no tiene punto de comparación con cualquier otro que haya pronunciado jamás. Un "te amo" o un "y yo a ti" recibido de su voz es la música más tierna que he escuchado nunca, es saber que el cielo existe y que está aquí, junto a mí, dormida entre mis brazos por momentos en espera del gran día en el que nuestros sueños ya no se separen para dormir.

Hoy no me molesta el "y yo a ti". Hoy no podría ni siquiera imaginar callar mis "te amo". Hoy, al leer el texto que les compartiré próximamente (lo prometo), pude por fin poner palabras a esa sensación de paz, por saber que el amar de verdad no significa esperar una respuesta, sino darla, aunque no haya habido una pregunta de por medio.

Aunque la pregunta tácita siempre es: "¿Me vas a amar toda la vida?"

Obvio sabes la respuesta.

5...2...1...




¡¡¡ letem bi lait !!!

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... Gracias Dios por los dones que voy a recibir ...