martes, 3 de agosto de 2010

... El enemigo inexorable ...

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Los minutos se evaporan como ínfimos charcos a medio día, las horas vuelan como cuchillas de polen directo a la nariz de un asmático y los días se esfuman como la muralla china en manos de Copperfield. Los años pasan y los lustros y las décadas hacen lo propio. Verdad de Perogrullo que sin embargo, pesa y cala; se nota en las arrugas de la frente; en la falta de cabello, y en las manchas de edad; en la voz titubeante; la sonrisa y el ánimo perdidos, y en el corazón roto de los queridos.

Es un lugar tan común llamar despectivamente viejos a los viejos. Siendo ésta, una palabra descendiente de las más bellas virtudes del ser humano: el conocimiento y la verdad. Como se dice comúnmente, la eufemia insulta más acaso que las palabras simples y llanas. Decirles adultos mayores o adultos en plenitud a los que van en plena y notoria decadencia no hace sino acrecentarla al descubrir la falacia.

En la época primitiva, los ancianos eran valorados como la luz y el conocimiento del mundo, su memoria llegaba hasta los inicios de la vida y su visión se extendía más allá del entendimiento de los demás. Alcanzar una edad longeva no era fácil y era una hazaña digna de bendecidos. Pero más pronto que después, la vejez fue considerada apenas más que una tara por los griegos antiguos; adoradores de la belleza como pocas civilizaciones (que se respeten), veían con incredulidad como las finas facciones de un adonis se deterioraban sin descanso ni medida con el paso del enemigo inexorable, el tiempo. Después, hebreos, romanos y medievales tuvieron sus ires y venires con respecto a sus relaciones con los viejos. Y así ha sido hasta ahora.

La disminución de las capacidades físicas e intelectuales se acelera inversamente proporcional a la rapidez con que se aprende en la infancia. Las conexiones mentales no funcionan de la misma manera que en la madurez y los recuerdos se borran. O no.

Hay ciertas condiciones que hacen que los recuerdos permanezcan pero que se sea incapaz de generar nuevos. Algunos viejos recuerdan vívidamente detalles de su primer día de escuela pero olvidan si ya se tomaron tal o cual medicina esa noche. Otros mantienen recuerdos que han creado de la nada; casi siempre, recuerdos indignos, infames o difamatorios; para ellos mismos o para los que los rodean.

Los demás, los que rodean, los que se mantienen en el entorno del viejo tienen la tarea, no, el deber de saberlo. De darse cuenta de lo que sucede y de no tomar las cosas tan a pecho, no importa cuanto duelan. Porque duelen, duelen de verdad.

Para allá vamos todos, algunos antes y otros después, pero todos sin excepción nos enfrentaremos a la edad, al deterioro y en algunos casos, al abandono y al olvido. Olvidados en algún sitio solitario u olvidando quienes somos y hacia donde vamos y de donde venimos. Olvidando quienes nos quieren y a quienes queremos. Olvidando la diferencia entre el bien y el mal y perdiendo los límites de nuestra conducta. Quizá no sea tan importante o quizá sea parte de las pequeñas tragedias que suceden al interior de cada familia que, sin hacer mucho ruido o alharaca, amenazan con deshebrar como queso oaxaca los delicados lazos de sangre que los mantienen unidos, ya sea en esencia o en presencia.

... no es sencillo acostumbrarse a ser un pasajero más ...



¡¡¡ letem bi lait !!!

4 comentarios:

Dib dijo...

Feliz cumpleaños, supongo.

la chida de la historia dijo...

Qué ganas de ir en contra de lo que 'tiene que ser así'... Pero estoy a punto de comprarme una crema para las arrugas de la cara... Sin embargo me quedo con las arrugas del corazón... y admiro, de forma inevitable... la sabiduría, la ternura y la experiencia que pueden ir acumulándose en algunas personas con el paso del tiempo...

Me encantó tu post...

Alexander Strauffon dijo...

Allá vamos todos, en efecto.

Elphaba dijo...

Mmm... me dio tristeza :(

El tiempo es así y, si tenemos suerte y sabemos criar a nuestros hijos, tal vez tendremos nietos extraordinarios que dejen sabiamente pasar las acusaciones falsas y no creerán que nos enfermamos a propósito, porque sabrán que es un delirio de nuestra mente pero nuestro corazón sigue intacto.

Je t'aime!

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