jueves, 8 de enero de 2015

… CARROÑA (Parte I) ...

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Se le veía rondar los cementerios, los crematorios, las capillas ardientes, las salas de urgencias, la sala de espera del hospital de oncología, el servicio médico forense, el ministerio público, incluso "El Torito". Se le veía y no. Su rostro era común, moreno y alargado con el mentón hundido y los pómulos prominentes, ojos negros pequeños y demasiado juntos, nariz ancha y frente amplia. De espalda ancha y cintura delgada, estatura promedio y pies grandes. Su chamarra negra con 'hoodie' gris era inconfundible para quien quisiera o pudiera fijarse bien, aunque realmente no había nadie además de él que pudiera estar en esos lugares de desesperanza sin sentirla.

Rara vez se aparecía con compañía. Quizá un par de veces al día se le advertía platicando con alguien. Era un alma solitaria. Y vieja. Sus ojos pequeños solían mirar a través del pensamiento de sus interlocutores y eran capaces de el más hábil convencimiento. Tenía un 'day job' como vendedor en una agencia automotriz, en dónde era una estrella en ascenso, su especialidad era vender camionetas a señoras divorciadas o viudas que se preparaban para regresar a su vida normal, con su ayuda.

Su único talento era el hacer felices por unas horas a quien fuera que lo necesitara. No era un hombre malo, sin embargo no era un paladín ni mucho menos un héroe. Su placer consistía puramente en la felicidad efímera que era capaz de otorgar a sus víctimas. Aunque él se rehusaba a llamarlas víctimas, simplemente eran un accesorio para su fetiche más extremo, una sonrisa seguida de lágrimas. Ellas eran las más vulnerables en ese momento y, sin embargo, disfrutaban realmente su compañía, su manera salvaje de coger, la forma en que sus ojos juntos se centraban en los propios para llevarlas desde el más agradable de los cielos al mismo sufrimiento del que, por unos instantes, creyeron que por fin habían escapado.

Fue una noche, cuando rondaba ya muy tarde por el Centro de Atención a Personas Extraviadas y Ausentes, que la vio. Era muy llamativa por decir lo menos, alta, un metro con setenta centímetros sin tacones, muy gorda pero de cara linda, cabello abundante y negro y rizado. Él se acercó más y logró escuchar el motivo de su presencia ahí. Buscaba a su hermana desaparecida el día anterior. Tenía veinte años y síndrome de Down, así que era más que probable que se hubiera salido de casa y no supiera regresar, incluso era posible que, al verse y sentirse perdida, la chica se hubiera hecho daño al violentarse.

Era su especialidad, una situación desesperada en la que él podía atenuar el dolor de una hermana ante la pérdida y las posibilidades. No tenía mucho que perder ...











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