sábado, 3 de enero de 2015

... Silencio ...

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Entre los pueblos más antiguos, el castigo del silencio era uno de los peores a los que se pudiera hacer acreedor un profano. Los griegos lo llamaron "ostracismo", una analogía perfecta para los literales que imaginamos a un ladino encerrado en una lastra gigante, en contraposición a las perlas, ellas deseadas y el repudiado.

No es lo mismo ostracismo que irrelevancia, realmente hay razones que pueden más que otras y lo que es bueno para uno puede que no sea bueno para nadie más, incluso es probable que sea lo peor que pudiera suceder. Yo solía extremar mi miedo al ostracisimo y a la irrelevancia, no creo que sea irrelevante, aunque a veces me siento dentro de una ostra gigante, tan grande...

Por otro lado, el silencio como castigo impuesto arbitrariamente suele resultar contraproducente. Cuando mis hijos hablan de forma grosera no les contesto, lo cual provoca que sean más groseros. Es cuestión de enfoque en educación que nadie dice pero todos lo saben. Hay maneras de educar, pero si sé que no está bien educar con indiferencia, ni educar con culpas. Estoy a favor -en ciertos puntos- de la crianza y educación con apego, aunque en la teoría todo es más fácil, además de que al dos por uno, con dos gritones demandantes de atención, ya quiero ver a los teóricos del apego debatirse entre escuchar a ambos a la vez y no entender nada e ignorar a uno hasta que llora y entonces ignorarlo de nuevo.

No es sencillo acostumbrase a ser un pasajero, mucho menos a ser un conductor, pero verdaderamente, hay momentos en la vida en los que no hay opción. Simplemente es hora de quemar las naves y que sea el destino que se construya ...





¡¡¡ letem bi lait !!!



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1 comentario:

la chida de la historia dijo...

Tengo una noticia que darte… pero no lo puedo hacer aquí, ni ahora… tal vez tampoco muy pronto… pero lo haré… xD

Te quiero, mucho… y te extraño, hermanaco!!

Sigo sin ser un robot.

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