sábado, 7 de julio de 2012

PELANDO LA BANANA. La Penca. Volumen III.

.




Hace ya casi tres años que se casaron mis dos mejores amigos de toda la vida. Justamente el veinticuatro de octubre del dos mil nueve, Salvador y Carlos se casaron. No entre ellos, no son mis mejores amigos homosexuales, cada uno de ellos se casó con su respectiva novia mujer, bueno en fin. Entonces, conté la historia del primero de ellos, aquí. De la misma manera en que fallé al seguir escribiendo esa historia, lo hice con mis aventuras noviembreriles, y otras cosas que se me han quedado en las yemas de los dedos.

Carlos se casó en una boda sencilla y sin fastuosidad. Con un maestro de ceremonias que más bien parecía hijo o hermano bastardo de Mauricio Clark, quien me hizo levantar de mi cómodo asiento, así como a la gentil damita que iba conmigo (jeje), para acompañar a la feliz pareja con un leve valseo en su primer y enamorado baile de esposos; entre otras libertades retóricas consistentes en poner primero el adjetivo y después el sustantivo. Además, él, que siempre ha cuidado de su madre como ella cuidó de él en sus primero años, no se merece más que mi más profunda admiración.

La sencillez de la ceremonia no opacó para nada el sentimiento, que vamos, después de venir de una boda a todo lujo y llena de picos emocionales, el llegar a un modesto salón en medio de la lluvia, y mirar cómo se iba llenando de a poco para estar con Carlos en el día más feliz de su vida hasta entonces, no fue poca cosa.

Si Salvador fue el hermano que nunca tuve, Carlos fue el hermano que se me fue a otra ciudad y me dejó. Tres años mayor que yo, pero con tres veces menos vida. Traga-años como nadie que haya conocido, alguna vez en broma, le dije que cómo quería envejecer, si no fumaba, no tomaba alcohol, era monógamo y no se desvelaba, ¡simplemente no se gastaba! Conoció mi vida disipada cuando Elizabeth se iba y me dejaba como novio de rancho, supo de mis aventuras con Edith, con Jimena, con Valeria, con Marisel y con otras que han adornado la banana en anteriores ocasiones. Alguna vez me dijo que no me detuviera a pensarlo, que él era muy feliz con su novia, pero que a través de mí, estaba viviendo las mismas aventuras... y cómo casi no se me da el contar las cosas con lujo de detalles, bueh ...

Trabajamos juntos y llegamos a formar un gran equipo, a veces con dientes integrantes, pero siempre él y yo al mando. Aún hoy, cuando necesito cartas de recomendación, él me las expide. Lo conocí en la radio, cuando él era la estrella de la estación, joven y audaz reportero crecido en un sesudo comentarista de noticias matutinas, además de ser -en los hechos- el director creativo de la estación, más creativo que director, con una visión tan genial que muchas veces quise pedirle ayuda con mis participaciones. Cuando la radio implotó, Carlos me invitó a participar en un programa piloto que él estaba realizando. Era su proyecto de tesis y el sueño de su vida. Ahí conocimos a Elizabeth y ahí me enamoré de ella y ahí comenzaron muchas cosas, entre ellas, no de mis sueños que él ayudó a crear: una compañía de producción audiovisual. Que en efecto, es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión. Con él, sé que siempre puedo confiar en que es un verdadero caballero, es decir, si hoy alguien le pregunta por las novias que tuve mientras trabajamos juntos, sinceramente dirá que las ha olvidado, porque para ciertas cosas, s memoria era tan a corto plazo como Guy Pearce.

Relatar las cosas que vivimos en casi tu años trabajando juntos sería redundar, sólo es menester el mencionar que la mejor etapa de mi vida profesional hasta entonces la pasé tras esas paredes, en esas locaciones, en esos días de tronarnos los dedos por no poder pagar dos meses de renta atrasados, en esas tardes en que el dinero se repartía a manos llenas, en esos códigos de días en los que él tenía la oficina para él solo (bueno, no solo) y los días en las que era mía por completo. Eso sí, siempre respetuosos de los sillones de cada uno, no fuera a ser ...

Cuando fui a verlo para contarle y presumirle que estaba saliendo con Astrid, simplemente me preguntó: "¿y cuál es su problema?" Ninguno, o todos, por eso estaba conmigo y lo estará para siempre.

Hoy, aunque la vida y los trabajos nos llevaron por caminos separados, bendigo su felicidad tanto como sé que él bendice la mía. No puedo esperar a que se decida y publique su novela "Basado en un sueño real", así como tampoco puedo esperar a que trabaje de pronto en una temporada de Game of Thrones y me filtre los guiones para saber qué pasará antes que nadie. Ah, no lo había mencionado, hoy es un talentoso, reconocido y cada vez más famoso actor de doblaje, así com el mejor maestro que puede haber en Ciencias de la Comunicación.

Lo recuerdo ahora, cuando los insultos y las aspiraciones a mártir no se hacen esperar en las res sociales. Lo recuerdo ahora como mediador y, aunque sé que hace seis años votó por Liópez y seguramente lo hizo de nuevo este año, lo que a él verdaderamente le importa es la seguridad del trabajo bien hecho, bien disfrutado y bien remunerado. Sé que no se devana los sesos ni se acongoja, aunque el país se muera o sobreviva y crezca, él será siempre un hombre sencillo que aprecia las cosas buenas de la vida, y gratis. Y es mi amigo.






Parte de esta serie:



¡¡¡ letem bi lait !!!





.

1 comentario:

la chida de la historia dijo...

Por fin puedo volver a decir, sin (ajá) temor a que se mal interprete, que adoro la banana y la extrañaba tanto... tantísimo. =)

Related Posts with Thumbnails

... Gracias Dios por los dones que voy a recibir ...