I got my feet on the street but I can't stop flyin',
My head is in the clouds but at least I'm tryin',
I'm out of control but I'm tied up tight,
Come in, come out tonight...
My head is in the clouds but at least I'm tryin',
I'm out of control but I'm tied up tight,
Come in, come out tonight...
Cuando uno mira hacia atrás esperando verlo todo, puede que se lleve una gran decepción. Hace algunas horas, tuve una conversación trascendental en el lenguaje de Rodrigo, cuando lo descubrí husmeando en el librero en busca de el tomo veintidós de la enciclopedia Brittannica. Después de nalguearlo por anglófilo, morderme la lengua, desangrarme y morirme, le expliqué porqué alguien rayos querría una enciclopedia en casa teniendo internet. En realidad, en mi mente enferma ya sólo venden un cascarón que simula una fila de libros, pero que en realidad es un estuche sofisticadísimo para la completa colección de la enciclopedia en Blu-Ray. Rodrigo, en su infinita sabiduría de bebé, me hizo ver que la historia jamás se re escribe, lo que no significa que se olvida.
La historia la escriben los vencedores, y hoy y desde hace tres años, yo me considero el campeón de los vencedores. He de decir que siempre pensé que mi símil estaba por ahí afuera en el mundo, siendo sin mí, volando en otros cielos y besando otros labios sin compararme. Tenía frío pero de pronto mi corazón se llenó de deseo, cuando unas líneas proféticas sobre Nueva York hicieron que mis dedos se convulsionaran en una gran historia sobre la Gran Manzana. Y ella. Y entonces estuve on fire again.
Y entonces supe que no tenía idea de que la luz pudiera ser tan brillante, tan auténtica, al mismo tiempo tan puntual y tan etérea, con tanta horizontalidad en las miras. Como un relámpago de luz cegadora pero sin disparos de nieve, por el contrario, con ráfagas del fuego más precioso que existe, mi alma se fundió con la suya en un instante, aunque hayamos tardado dos en darnos cuenta. Me enamoré con un "mmm no, no le hables" y ella se enamoró con un "¿cómo puedes decir que conoces a alguien si no sabes cuál es su yogur favorito?". Yo me emocioné con una voz y ella lo hizo con un suspiro. Este ser visual se encandiló con la iridiscencia plena de un alma superior (sin ser rubia). Al día siguiente mis pies reptaban por el pavimento, pero mi alma y mi mente volaban lejos, muy lejos, hacia esos otros cielos para arrancarla de cualesquiera otros labios para que me comparara. Y se quedara para siempre.
No sé que porcentaje de para siempre sean tres años, pero sí sé que nuestra historia ya es historia y de las buenas. Sí sé que nuestra historia sólo comienza y ya cuenta con dos spin offs, Mateo y Rodrigo, esos pequeños seres tan perfectos que no necesitan presentación, sólo el decir que más que un premio al esfuerzo, es una alegoría de la alegría de estar vivos, de estar juntos y de estar enamorados.
Mateo tampoco se queda atrás. Con sus bromas y sus dislates fundamentales, se ha convertido en la mejor de las compañías en esas noches en que, por supuesto, no puedo dormir pues mi cerebro se la pasa maquinando el dia siguiente, y el siguiente. Él lo sabe o lo presiente y me llama. Me llama para que con mis dedos entre sus manos encuentre la paz que tanto se necesita en días como los que corren, y entonces pueda dormir un poco más, ya sea junto a él o junto al amor de mi vida.
Que es la mejor mamá de mundo, y no está mal que yo lo diga, pues tengo mi propia madre, que es la mejor mamá que un individuo como yo pudiera tener. Pero Astrid es, a su vez, la mejor mamá que yo hubiera podido desear para mis hijos. Incluso antes de saber que venían, ya eran parte de nosotros como pareja, como núcleo irreductible. Como este post, que es para conmemorar tres años de feluiszidad entre ella y yo, pero que ni Mateo ni Rodrigo pueden quedar despejados de la ecuación. Mucho menos abstraídos. La historia que comenzó aquí y allá y afuera no termina nunca, y aunque hayamos pasado casi de todo, el amor que nos tenemos es más grande que cualquier vaso de agua con tormenta.
No importa cuántas luces se queden encendidas, ni cuántos pañales se metan en el bote sin bolsa, ni cuánta ropa quede tirada en el baño, ni cuántos platos se queden en la cama, ni cuántos recargos haya que pagar por el mantenimiento, ni cuántas llaves se pierdan por instantes, ni cuántos helados se queden sin comprar, ni cuántos zapatos golpeen dedos chiquitos, ni cuántas veces despierten los niños de madrugada, ni cuántos documentos se pierdan para siempre.
Hoy quiero creer que las cosas pequeñitas separan a la gente pequeñita. Los que somos grandes de amor y de espíritu, simplemente miramos cómo la cotidianidad nos abraza poco a poco con los tentáculos de la rutina, pero sólo basta un brazo fuerte y decidido que, blandiendo un mandoble de caricias, rompa el yugo del tedio, nos despegue los pies del suelo y nos lleve -a los cuatro- a volar a otros cielos, juntos; a los dos a probar nuestros propios labios una y otra vez, a queremos hasta la locura sin probar ningún tipo de amargura.
La historia la escriben los vencedores, sí. Y al volver la vista atrás, me doy cuenta de que nuestra historia puede ser contada mirando hacia adelante. Tres años no es un siglo, pero para lo que falta, un siglo se nos haría poco para seguir enamorándonos a cada instante. Ella es el río de mi sed, y yo quiero ser la magia de sus venas para recorrerla milímetro a milímetro. La historia se escribe y se olvida, pero la HISTORIA verdadera permanece incólume al paso del tiempo, al paso de las vidas y al olvido, sobre todo al olvido.
¡¡¡ letem bi lait !!!
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