lunes, 25 de junio de 2012

PELANDO LA BANANA. Los dominicos. Volumen I.

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Sólo Dios y ella saben cuánto había soñado con reproducirme. Dios mismo -que me espía- sabe cuánto y de cuántas formas lo había intentado. Los amigos más viejos, que saben de mis peripecias vivenciales podrán dar fe de que, desde siempre, uno de mis más grandes anhelos era el de tener un huevo, poner un hijo, ¡TENER UN HIJO!

También es cierto que desde que empecé con esto del sexo y la reproducción teórica-práctica, tuve muy claro que un hijo no era el final de mi meta, sino el principio del más maravilloso camino que como hombre habría de emprender. Por lo tanto no era nada que pudiera tomarse a la ligera. Pocas, poquísimas veces me dejé llevar por la calentura y pasé del uso de un 97% confiable condón; de hecho, esas ocasiones podrían contarse con los dedos de una mano y sobrarían algo así como uno o dos. Acaso fueron de esos momentos en los que el cuerpo se calienta de tal manera que un orgasmo se confunde con un latido, y el hecho de hacer el amor sin protección de barrera no importa porque 'detodosmodosvamosaestarjuntostodalavidayvamosaserfelicesporsiemprejamás'. No lo sé. O sí.

Mis issues de línea paterna han estado ahí desde hace años, no los voy a negar nunca. Tampoco creo que un hijo sea una redención, es más, todavía no me he puesto a pensar si creo o no en las redenciones. Las mágicas y religiosas expiaciones no me parecen tan reales como el cargo de conciencia, más bien creo que lo que no te mata te hiere. No creo en la gente intrínsecamente buena o epitelialmente mala, todos somos hermanos de la misma y falible condición humana, pero en fin, esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión (o no, si me dan ganas).

El chiste es que mis hijos no representan para mí un perdón por mis pecados ni mucho menos un castigo eterno por mis crímenes contra las más elementales pasiones humanas y los más reputados derechos ídems. Mis hijos son mis hijos y punto, son la luz de mi vida, la brisa de mi playa, el aire de mi vela, el Tom y Benji de mi Oliver, el oro de mi azul, el báculo de mi Gandalf, etc.

Cuando conocí a Astrid, sabía que iba a ser el amor de mi vida y la madre de mis hijos, pero decir eso sería tanto como afirmar que el cielo es azul y el pasto es verde. Sólo un loco se negaría a verlo o se atrevería a negarlo, pero de ahí a tener entre nuestras manos galletosas a ese par de moronas que hacen nuestra vida perfecta y complicada, aún quedaba un largo trecho, igualmente feliz, perfecto y complicado. El génesis de Mateo y Rodrigo podría comprenderse al recordar ciertas palabras, ciertas frases y ciertos hechos que nos trajeron hasta ellos de una forma genial y milagrosa.

La primera de ellas, se dio en el contexto de una plática fundamental y trascendental a bordo del primer arcoirismóvil, el bien amado Jetta rojo, justamente cruzando algunos de los puentes de Churubusco. Ella me preguntó si yo estaba consciente de la diferencia (nimia) entre nuestras edades y lo que aquello podría significar en el futuro cercano. Hablamos de los ciclos y de las etapas, y no pudimos estar más de acuerdo. Me preguntó si sabia que ella, tarde o temprano, iba a sentir la necesidad de ser mamá. No tanto por una ambición egoísta ni mucho menos, sino porque si dejábamos que lo nuestro creciera hasta limites inimaginables, el mismo sentimiento iba a querer expandirse hacia otra persona pequeñita, mitad ella y mitad yo. Por supuesto que mi respuesta afirmativa y enamorada no fue sino la confirmación de que estábamos en el mismo lugar, de que nuestros caminos se encontraron por fuerza para confluir en un mismo punto y de ahí, al infinito.

Poco tiempo después, nos escapamos a la playa por primera vez. Una visita a la sex-shop de confianza un par de días antes, nos preparó para un momento genial y placentero como el que más. Justo al llegar, comenzó uno de los fines de semana más eróticos de los que tenga memoria, el primero de muchos. El calor de la costa conjugado con el calor de nuestros cuerpos desnudos y sudorosos y pegajosos y envalentonados con el amor creciente que nos explotaba en el pecho, nos hizo volar la cabeza y, como si hubiera estado planeado desde siempre, decidimos prescindir desde ese momento y en adelante del molesto y seguro condón. De cualquier forma, como si nuestros mundos hubieran estado alineados por una regla divina, supimos que íbamos a ser uno para la vida perenne, que íbamos a ser tarde o temprano una familia crocante, que íbamos a crecer hasta expandirnos y multiplicarnos.

Estuvimos plenamente conscientes de las implicaciones de lo que habíamos hecho, obviamente no éramos unos niños ya, y si de cualquier forma íbamos a decidirlo pronto, quizá hubiera sido mejor antes que después. Las palabras azules que transmitió el mensajero instantáneo fueron claves: "¡Ya quiero saber si estoy embarazada!" me dijo. Y yo lo sentí hasta el tuétano al imaginar la posibilidad de que un muñequito de carne ojalá parecido a los dos estuviera en camino. No fue así, y la pequeña decepción de cada mes no hacia más que acrecentar nuestras ganas y nuestros anhelos cada vez más secretos hacia afuera, pero de los que hablábamos cada día con más vehemencia que ya casi lo palpábamos como una realidad.

No teníamos ni cuatro meses y ya teníamos sexo para concebir. Intentándolo de una manera desordenada y sin secuencia, pero intentándolo al fin y al cabo. Ahora que estoy aquí escribiendo sobre esto, me doy cuenta de que las fechas se han revuelto en mi cabeza, no tengo muy claro cuándo pasó cada cosa, pero sí el orden en que ocurrió.

Estábamos muy bien pero queríamos y podíamos estar mejor. Yo me hice estudios de mecánica de fluidos je, seminología y demás, genéricos, nada muy complicado y todo salió relativamente bien, según un doctor ciego que nos estaba tratado a ese respecto. Idealmente, el problema es que no existía el ambiente propicio para que se diera la concepción, por lo que nos recetaron un medicamento prometía propiciar el entorno para que little luis pudiera llegar a fecundar a round astrid. Ella investigó los efectos de ese fármaco en internet y fue la primera vez que escuché las mejores palabras de mi vida: "¡Vamos a tener gemelos!"





Parte de esta serie:



¡¡¡ letem bi lait !!!




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3 comentarios:

Dib dijo...

Yo tengo tres sobrinos. Los quiero mucho, pero son taaaan ruidosos. Me patea como no tienes una idea el ruido, el hecho de que sean tan ridículamente dependientes de cualquier cosa, etc.

Los querré mucho, pero en definitiva me han hecho pensar en si quiero o no tener hijos. Hasta el momento, va ganando el no.

Leer tu historia me parece increible. Tal vez algún día sienta ese gusto o necesidad por ser padre, pero por lo pronto no.

Me da gusto que ya estés posteando más seguido.

la chida de la historia dijo...

Ah, solo detalles:

- De alguna forma, no me preguntes cómo, yo también sabía que era 'ella'... tu carota (y su carita) de felicidad lo decían todo.

- Dios los bendijo con dos galletosos güeritos reguapotes, uno como su mamá y el otro como su papá...

- Ah, hay cosas que, en definitiva, es difícil leer acerca de tu propio hermano (bácala, je).

- Yo, como Dib, sigo viendo a otros niños y pensando en que, no sé... tal vez lo mío no sea ser mamá y, sin embargo, mis sueños van que corren, vuelan y se aceleran para poder decirte un día (quizá no muuuuuy lejano), vas a ser tío.

- Te extraño(ba) como no tienes una idea, no vuelvas a abandonar el blog, por favor.

- Si hay 'alguienes' a los que quiero con todas las fuerzas de mi corazoncillo (además de los que debo querer por 'obligación) es la familia galleta... tan galletosa y feliz.

xD

Itan dijo...

lo que no te mata te hiere... muy buena esa!

Quiza el camino no fue tan facil como uno lo creia, pero esta parte de la vida es de las mejores, un gran amor, unos bebes que aman aun mas a sus papas y aprenden cada dia algo nuevo... sabes que te entiendo a la perfecta perfeccion, o al menos asi lo creo, y agradezco que aunque no te conocia, estabas a la distancia de un clic en momentos dificiles, dolorosos y felices, definitivamente ser mama (y en tu caso ser papa) y encontrar al amor de tu vida, es increible, amigo de letras.

Y mi sofi berreará, morderá mis preciados libros, agarrará cosas que despues busco como desquiciada, pero sin duda, es lo mejor de mi vida :) nos leemos!

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