lunes, 4 de junio de 2012

... Un hombre quebrado ...

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Sin hacer alusión a nada -o a todo- lo que ocurre en estos días en el país, quisiera permitirme hacer uso de esta voz para darle salida a lo mejor que he leído en la maravillosa saga que estoy leyendo, Canción de hielo y fuego de George R. R. Martin, más conocida por la serie de HBO Game of Thrones. El mismo Martin, utiliza su ilimitado talando y su gran barba blanca para darle voz al septón Meribald, una especie de sacerdote itinerante que conoce mejor que nadie al pueblo. En cierto pasaje sumamente desolador y llano, él explica:

"A los bardos les gustan las canciones de hombres buenos y hombres malvados, aunque los hombres quebrados pueden ser igual de peligrosos, pero también son dignos de compasión. Casi todos son gente sencilla, hombre del pueblo ue única habían estado a más de media legua de la casa en la que nacieron hasta que un día, un señor cualquiera se los llevó a la guerra. Mal vestidos y mal calzados, marchan tras sus estandarte, a veces sin más armas que una guadaña o una hoz, o una maza que se han hecho ellos mismos stand ña piedra a un palo con tiras de cuero. Los hermanos marchan con los hermanos; los hijos, con los padres; los amigos, con los amigos. Han oído las canciones y las anécdotas, así que caminan con el corazón anhelante, soñando con las maravillas que verán, con las riquezas y la gloria que conseguirán. La guerra les parece una gran aventura, la mayor que vivirá la mayoría de ellos.

Luego prueban el combate.

Alguns se quiebran nada más probarlo. Otros aguantan años, hasta que pierden la cuenta de las batallas en las que ha intervenido, pero alguien que sobrevive a cien combates puede quebrarse en el ciento uno. Los hermanos ven morir a sus hermanos, los padres pierden a sus hijos, los amigos ven a sus amigos tratar de volver a meterse las tripas después de que los haya rajado un hacha.

Ven caer al señor qe los llevó ahí y, de repente, otro señor les grita que ahora lo sirven a él. Reciben una herida y, cuando todavía la tienen a medio curar, reciben otra. Nunca tienen comida suficiente; el calzado se les cae a pedazos de tanto caminar; la ropa se les desgarra y se les pudre, y la mitad se caga en ls calzones porque ha bebido agua que no era potable.

Si quieren unas botas nuevas, una capa más caliente o, tal vez, un yelmo de hierro oxidado, tienen que quitárselo a un cadáver; n tardan en robar también a los vivos, a los aldeanos en cuyas tierras luchan, a hombres como los que eran antes ellos mismos. Les mata ovejas y les roban las gallinas, y de ahí a llevarse también a sus hijas sólo hay un paso. Y un dia miran a su alrededor y se dan cuenta de que todos sus parientes y amigos han desaparecido, de que luchan al lado de desconocidos y bajo un estandarte que ni siquiera identifican. No saben dónde están ni cómo volver a su hogar; el señor por el que luchan no saben cómo se llaman, pero ahí está siempre, grutándoles que formen una línea cn sus lanzas, sus hoces, sus guadañas, para defender la posición. Y los caballeros caen sobre ellos, hmbs sin rostro envueltos en acero, y el retumbar de su ataque parece llenar el mundo...

Y el hombre se quiebra.

Da media vuelta y huye, o se arrastra entre los cadáveres de los caídos, o se escabulle en plena noche y busca un lugar dónde esconderse. A esas alturas, los hombres quebrados ya ni piensan en volver a casa. Los reyes, los señores y los dioses les importan menos que n trozo de carne medio podrida que les permita vivir un día más, o n pellejo de vino agrio con el que ahogar sus miedos unas horas. Viven de día en día, de comida en comida; son más animales que humanos. En estos tiempos que corren, los hombres deben cuidarse de los hombres quebrados, y temerlos... Pero también deberían compadecerlos."

Tanto aplica para los días presentes. Los #132 y los ectivistas y los -si los hay- josefinos y los -mito- quadros
son hombres quebrados, todos y cada uno de ellos. Siguen a un líder que no los toma en cuenta, que no sabe sus nombres ni sus necesidades. No quiero manchar el texto con interpretaciones mías. En cambio, yo siempre puedo confiar en que, cuando me siento quebrar, un par de ojos -hermosos, perfectos- están ahí para mirarme... Simplemente.





¡¡¡ letem bi lait !!!













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