.
Astrid y yo queríamos tener un bebé. No por un afán egoista, pero sí era un sueño que compartimos durante poco tiempo. Digo poco porque en una visión global y etérea, nosotros hemos vivido mucho en poco tiempo. Generalmente soy muy discreto y tal vez sólo a mi mamá y a un par de amigos cercanísimos les compartí nuestro sueño parental. Uno de ellos, mi amigo, compañero y casi hermano recién había sido tío por segunda vez y atravesaba una etapa niñeril, no hizo sino emocionarse con la posibilidad de tener otro sobrino cachetón al cual consentir.
Resultó que el medicamento pro-concepción no fue tan eficaz como lo prometía el doctor ciego. Ni siquiera un poco. Compramos un termómetro extrañísimo que medía el momento ideal de la ovulación y decía cuando era adecuado tener relaciones sexuales para asegurar el embarazo. Tampoco funcionaba. Las dudas y los términos en los que quedábamos mes con mes no nos ayudaban a paliar el sentimiento de que algo estábamos haciendo mal, no sabíamos qué, pero algo, porque namás no pegaba.
Ni gemelos ni nada, y la desesperación propia de las ganas comenzaba a hacerse presente y a recabar fricciones que, sin embargo, no lograban separarnos. No esas fricciones. Pero tampoco podían ser ignoradas.
Pequeñas discusiones que derivaban siempre en la imposibilidad ignota de ser papás, que al final amenazaban con romper lo que era perfecto y preciso. Varias veces. Las mechas estaban cortas (aunque esa no era la razón de la infertilidad, puercos) y cual te-ene-te dinamitaban nuestros mismos cimientos. Broncas de trabajo y de sueños rotos, que sumados a la falta de embarazo hacían el ambiente muchísimo más pesado.
La mansión galleta aún no estaba entregada y nosotros, como adolescentes, buscábamos siempre un lugar privado y cómodo para poder hacer la tarea. Justamente el día marcado en el calendario ovulístico, por causas del destino, los dos estábamos cortos de efectivo, por lo que teníamos que buscar un hotel en donde se aceptara la poderosa MasterCard. Vueltas y vueltas dimos por la ciudad, y bueno, sobra decir que el panorama motelístico de la ciudad no es algo que pueda presumir de ser conocedor, que no lo soy ni lo fui. Así que, después de tantas vueltas, con los ánimos caldeados y sin ganas ya de amor, volvimos a la casa en silencio y en ruinas. ¿Qué no sabíamos que importante era esto para nosotros? Y más que nada, ¿de verdad queríamos que nuestro bebé fuera concebido en estas circunstancias?...
Una visita al reumatólogo, derivada de estudios previos, nos confirmó que el final parecía más cerca que el sueño. Nuestro departamento estaba recién entregado y amueblado y sin embargo, no vivíamos juntos aún. La probable y hereditaria artritis reumatoide que podría padecer Astrid y su consiguiente tratamiento, sólo podía frenar nuestros ímpetus y ansias reproductivas. El reumatólogo le prohibió embarazarse mientras se confirmaba el diagnóstico y por supuesto durante el tratamiento, ¡qué es de por vida!
Las lágrimas no se hicieron esperar, y lloramos juntos, e hicimos el amor de una manera tan triste... entre mares de llanto. No lo podía creer. Estábamos renunciando a lo que siempre habíamos soñado en aras de una enfermedad acuciosa e inevitable, y terrible. No lo podía creer. Quizá todo estaba planeado para que fuera una prueba de supervivencia. Nos quedamos dormidos desnudos, abrazados y llorosos. Simplemente para despertar a un nuevo comienzo. Mejor, pero no sin piedrotas en el camino ...
Parte de esta serie:
¡¡¡ letem bi lait !!!
.
sábado, 21 de julio de 2012
PELANDO LA BANANA. Los dominicos. Volumen II.
Vainilla con:
abandono,
amar,
bloqueo,
Fairy Goddess,
fracaso,
Galletas,
hotel,
Pelando la banana,
sueño
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Es que Dios no cumple caprichos ni endereza jorobados... Él sabía cuándo, cómo, dónde y por qué...
Los quiero chorros... a los 4 =')
Cuando yo estaba llorosa ante la perdida de mis pequeños pero muy amados 2 bebes, mi mama me decia "Dios sabe cuando, llegara si tiene que llegar, pero llegara en el tiempo que Dios asi lo disponga, no cuando tu quieras, sino cuando el crea que estas lista"
Casi me haces llorar infeliz! y no llore solo por que ya se como sigue la historia, la tuya y por supuesto la mia, que en este instante esta durmiendo con su carita sonriente y sin calcetines, estirada como plantita al sol...
Es un honor conocerlos, leerlos y ver sus fotos... y haber horneado para un primer año doble tan especial :) a los 4, los quiero
nos leemos :P
Publicar un comentario