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Una cosa no tiene nada que ver con la otra. Aclaración pertinente para lo que están a punto de leer. No me imagino ni pienso que den por verídica la información tan increíble, y no obstante tan sencilla que voy a relatarles, refiriéndome a un caso que hasta mis sentidos de niegan a aceptar. Sin embargo, no estoy loco, ni tampoco estaba soñando. Y así, antes de morir de dolor, quiero descansar mis patas.
Hoy fue mi primera clase de Artes Marciales Mixtas, en realidad yo quería entrar a caminata, pero mi mamá dijo: "¡Usted es un hombrecito"! No es cierto, en realidad quería entrar a box, pero mis horarios laborales tan flexibles me hicieron imposible entrar esta semana, y cierto es que el cumpleaños de los bebés está a la vuelta de la esquina, y mi panza ya le da la vuelta a la cama, además de mis brazos flacuchos, mi espalda encorvada y mis piernas cansinas. Estoy cien por ciento seguro que uno de los entrenamientos más completos -amén de lo que representa la práctica misma del deporte- que existen es el del boxeo. No están usted para saberlo ni yo para contarlo, pero mi abuelo, mi Papá E, era un gran fanático de los Martes de la Coliseo, aunque nunca me llevó, bueno, es que cuando mi hermano y yo ya teníamos edad y facha para ir a las funciones, a mi abuelo ya le había asqueado todo lo que envuelve a tan corrupto deporte a nivel profesional. En fin, que el entrenamiento es muy completo, riguroso y extenuante, tanto que se promete una excelente condición física en un mes -obvio, sin faltar a ninguna clase-.
El punto es que ya me urge hacer algo de ejercicio para no dar pena ajena en la fiesta de los bebecos. Por lo tanto, esta semana que los horarios mi trabajo interfieren con los horarios del box, entré a la clase de artes marciales mixtas. Lo que los nacos conocen como "valetodo" -que no es tal-, y los más nacos aún disfrutan por televisión en la UFC. Y me duele todo mi estúpido y sensual cuerpo. Y mis ojos (verdes, hermosos) se llenaron de lagrimitas de cocodrilo por tanto dolor al que fui expuesto. Pues no era el único nuevo, pero sí el más bonito, así que las moles se me dejaron venir encima, lastimando mi suavidad y haciéndome sudar hasta el vaso de Ades que me desayuné el viernes pasado. Y aaaaaah, qué rico se siente sudar tanto, así sea porque el dolor apareció al hacer la danza irlandesa, una especie de tortura china (o irlandesa) que consiste en subir y bajar rítmicamente uno y otro pie a una llanta de trailer, dando brinquitos, al tiempo que con una barra sorprendentemente pesada, hacer curls de hombro. ¡Hórrido! Pero altamente gratificante una vez que termina, oh sí.
En fin, fui aplastado, arrastrado y torcido, pero me gustó. O bueno, me gusta e concepto, obvio no me gusta ser arrastrado, torcido y aplastado, pero me va a gustar el resultado una vez que el orgullo de mi constancia me vea llegar a la meta deseada. Ya la siguiente semana estaré en el box, haciendo de mis puños armas mortales.
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Que por poco fueron puestos a prueba el sábado pasado, cuando saliendo del festejo de cumpleaños de mi mamá, un tipejo imbécil y en evidente estado de ebriedad, no quiso detenerse ni evitar que el coche que tan afablemente conducía mi Astrid (con galletas a bordo, claro), y además de casi colisionar con nosotros, se paró justo frente al auto haciéndonos imposible la salida. No sería nada del otro mundo, pues bravucones similares suelen cansarse si uno los ignora olímpicamente, pero éste en específico, se bajó del auto, y cuando miré, ya estaba y abajo también y frente a él, solicitándole de la manera más atenta, que parara de mamar, que quitara su espantoso tsuru de en medio y que dejara que gritarle improperios a la dueña de mi alma.
El pobre tipo apenas y podía mantenerse en pie, pero decidido sacó su teléfono ladrillo y en un amago de llamar a a policía, comenzó también a pelearse con toda la familia que salió en defensa de nuestro honor. Ni siquiera sabia lo que quería, en un afán de controlar la situación, me acerqué al copiloto de su auto, que era una señora con un bebé en brazos -arriesgando su seguridad-, y que además traía a otra niña pequeña en el asiento posterior. Le pedí amablemente que hablara con su beodo marido y le dijera que sí, que parara de mamar y que se fueran a seguir la fiesta en paz. Pero la señora también comenzó a agredirme y a hablar mal del manejo de mi vida; acto seguido, el borracho idiota golpea su propio auto dándole un severo puntapié en una de las facias y golpeando el vidrio para exigirle a gritos a su señora que cerrara elvidrioputamadre ...
Mi tío, que no se caracteriza por su dulzura, trajo su camioneta para empujar el auto y que nosotros pudiéramos emprender la graciosa huida, pero el tipejo se amarró haciendo imposible su empuje. Se puso peor, amenazó con policía, ajustadores de seguros y la bruja del setenta y uno; volvió a amagar con llamar por teléfono, pero no se pudo, su saldo amigo se había agotado, quizás años atrás. El alcohol lo envalentonaba pues al menos había siete tipos frente a él, pero terminó por asustarse cuando el Vader, el perro de mi primo, se asomó con su babosa cara de bull-terrier por la ventana de la camioneta. Ahí se subió a su autito y se largó, quedándose en la esquina y llamando desde una caseta. Astrid, las galletas y yo nos echamos de reversa, y escoltados por la camioneta de mi tío, mi hermano y otra tía, tomamos una ruta alterna para escapar de ahí lo antes posible.
No estábamos asustados, pero ahí quien quiera, ahí quien ose poner un dedo o un vituperio en el amor de mi vida, o en los amos de mi vida, ¡porque ya estoy en clases de box, estúpidooooooooo!
¡¡¡ letem bi lait !!!
lunes, 18 de junio de 2012
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3 comentarios:
Vengo a decir que:
1.- Me da gusto que estén todos bien.
2.- "Lastimar mi suavidad" es la mejor frase que haya leído en no sé cuánto tiempo.
Hablar del mal manejo de tu vida... Como para matarla!
Hablar del mal manejo de tu vida... Como para matarla!
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