lunes, 12 de diciembre de 2011

... Origen y destino ...

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Sentado en este sillón rojo, frente a mi Mateo que juega en su estación de actividades y está tan tranquilo después de hacer un tremendo berrinche por no querer dormir, frente a la tele que me costó poco trabajo fijar en la pared usando mi taladro naranja novísimo, escuchando a Astrid en la cocina preparando la leche del bebé y preguntándome qué quiero para cenar, atento al monitor de Rodrigo quien duerme en su cuna lleno de juguetes; justo así comprendo el significado del éxito, como dice John Lennon. Sé que faltan muchas cosas,;sé también que nunca es suficiente; sé sobre todas las cosas que nunca estaré ni estaremos completamente satisfechos, no por nosotros, no, por ellos.

Sentado en este sillón rojo me doy cuenta del tiempo que ha pasado, de la promesa que he roto al no escribir santo y seña de la labor paterna. Me doy cuenta de que mis niños están a punto de cumplir cinco meses de haber llegado a hacer este mundo dos veces más perfecto. Me doy cuenta de que cada día es el principio de todo lo que falta...

Los días dan paso a las semanas que dan paso a los meses sin que les cueste trabajo, no hay descanso y las ojeras y las espaldas arqueadas y las dietas rotas y el poco tiempo libre me hacen, a veces, perder un poco de perspectiva. Lo más importante, lo mejor de mi vida tiene nombre y apellido -o nombre de mujer nórdica y nombre de hombre hebreo, como se quiera ver-. Astrid es mi fuente y mi larguedad de miras, es mi quilla y mi arena, la sangre de mis venas y el aire de mis velas. El origen de Todo Lo Bueno que existe en este mundo, mi mundo es ella. Mi mundo es ella. Todo lo que soy se resume en ella, y en ellos, claro, pero la génesis de Mateo y de Rodrigo pasa por su mamá necesariamente.

Hoy cumple años, los suficientes. Los necesarios para hacer realidad nuestro sueño. Uno de ellos, el segundo y más grande hasta ahora. No quiero, ni hoy ni nunca, dejar pasar la oportunidad de hacer constar en todas y cada una de las plataformas posibles que la amo. Que la extraño y que va conmigo a cada paso que doy. Que todo lo que soy. Todo lo que tengo se lo debo a ella y lo he logrado por ella... y lo que falta, por supuesto.

Hoy, sentado en este sillón rojo, mis ojos más enamorados que nunca no se pueden apartar de los suyos. Nunca más...




¡¡¡ Letem bi lait !!!




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viernes, 6 de mayo de 2011

... For the record ...

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No, no estaba muerto. De hecho, nunca en la vida me había sentido tan vivo como hoy, como en este momento en que al voltear la mirada a la izquierda puedo velar el sueño de la mujer de mi vida mientras observo a mis bebés dándole una tremenda y severa paliza al interior de su panza... mientras espero a que salga la ropa de la lavadora.

¿Que si algo extraño? Quizá. Pero no cambiaría por nada esto que estoy viviendo. Por supuesto que me gustaría andar de pata de perro siguiendo a los PUMAS a todas partes a donde van; sin embargo, todas las liguillas y los campeonatos y las copas américa y de oro y los mundiales del mundo mundial, no se comparan con la felicidad inmensa de recostarme entre sus piernas y sentir tres latidos que corren a diferentes ritmos y velocidades y frecuencias, con la sensación extrema de reconocer mi sangre corriendo por dentro de unas venas que ya -a estas alturas- están completamente formadas y funcionales.

Claro que me gustaría estar desvelado por semanas escribiendo la novela definitiva que me garantizara la inmortalidad y la riqueza; pero el encanto de saber que me gusta lo que hago y me gusta que al hacerlo estoy contribuyendo con un grano de arena a hacer del mundo de mis hijos un lugar mejor, no tiene precio. No me quejo de nada, no esta vez y no en muchísimo tiempo. Espero a mis bebés, espero a Mateo y a Rodrigo, a Rodrigo y a Mateo para que cambien aún más mi vida y mi rutina y mi mundo que ya no es mío, es nuestro.

Claro que quiero contar la imprevisible travesía del intentar ser padre, por supuesto que quiero contar -en la medida de lo posible- las vicisitudes del trabajo y el contacto con gente cada vez más extraña, claro que quiero contar que he bajado más de diez kilos en el pasado mes y medio y todo para estar sano y fuerte para cuando lleguen mis bebés, claro que quiero contar que la semana pasada lloré por mi abuelo y claro que quiero contar que no hay alegría más plena en el universo que el esperar con ansias a que el tiempo vuele y los bebés lleguen.

A Astrid tengo que agradecerle tanto que no me alcanzarían las letras más grandes del mundo para hacerlo. Tengo que agradecerle el darme la mejor familia que pudiera desear, al mismo tiempo, compartirme la suya y hacerme valorar a la mía. Tengo que agradecerle la confianza sin duda que ha depositado en mí, aunque a veces yo me sienta flaquear, ella siempre está ahí para abrazarme y decirme que soy el mejor. Tengo que agradecerle, por sobre todas las cosas, el darme el regalo inmenso de la paz, esa paz que no sabía que se podía sentir dentro del pecho, esa paz que me da la certeza de que siempre va a estar a mi lado, de que voy a enamorarme más cada minuto de ella, de que pase lo que pase, por fin, juntos, construimos un hogar del que no vamos a querer escapar jamás. Eso es lo único seguro en el mundo ...


¡¡¡ letem bi lait !!!

sábado, 2 de abril de 2011

... LOS IDIOTAS (de Cortázar) ...

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Hace años que me doy cuenta y no me importa, pero nunca se me ocurrió escribirlo porque la idiotez me parece un tema muy desagradable, especialmente si es el idiota quien lo expone.

Puede que la palabra idiota sea demasiado rotunda, pero prefiero ponerla de entrada y calentita sobre el plato aunque los amigos la crean exagerada, en vez de emplear cualquier otra como tonto, lelo o retardado y que después los mismos amigos opinen que uno se ha quedado corto. En realidad no pasa nada grave pero ser idiota lo pone a uno completamente aparte, y aunque tiene sus cosas buenas es evidente que de a ratos hay como una nostalgia, un deseo de cruzar a la vereda de enfrente donde amigos y parientes están reunidos en una misma inteligencia y comprensión, y frotarse un poco contra ellos para sentir que no hay diferencia apreciable y que todo va benissimo. Lo triste es que todo va malissimo cuando uno es idiota, por ejemplo en el teatro, yo voy al teatro con mi mujer y algún amigo, hay un espectáculo de mimos checos o de bailarines tailandeses y es seguro que apenas empiece la función voy a encontrar que todo es una maravilla. Me divierto o me conmuevo enormemente, los diálogos o los gestos o las danzas me llegan como visiones sobrenaturales, aplaudo hasta romperme las manos y a veces me lloran los ojos o me río hasta el borde del pis, y en todo caso me alegro de vivir y de haber tenido la suerte de ir esa noche al teatro o al cine o a una exposición de cuadros, a cualquier sitio donde gentes extraordinarias están haciendo o mostrando cosas que jamás se habían imaginado antes, inventando un lugar de revelación y de encuentro, algo que lava de los momentos en que no ocurre nada más que lo que ocurre todo el
tiempo.

Y así estoy deslumbrado y tan contento que cuando llega el intervalo me levanto entusiasmado y sigo aplaudiendo a los actores, y le digo a mi mujer que los mimos checos son una maravilla y que la escena en que el pescador echa el anzuelo y se ve avanzar un pez fosforescente a media altura es absolutamente inaudita. Mi mujer también se ha divertido y ha aplaudido, pero de pronto me doy cuenta (ese instante tiene algo de herida, de agujero ronco y húmedo) que su diversión y sus aplausos no han sido como los míos, y además casi siempre hay con nosotros algún amigo que también se ha divertido y ha aplaudido pero nunca como yo, y también me doy cuenta de que está diciendo con suma sensatez e inteligencia que el espectáculo es bonito y que los actores no son malos, pero que desde luego no hay gran originalidad en las ideas, sin contar que los colores de los trajes son mediocres y la puesta en escena bastante adocenada y cosas y cosas. Cuando mi mujer o mi amigo dicen eso —lo dicen amablemente, sin ninguna agresividad— yo comprendo que soy idiota, pero lo malo es que uno se ha olvidado cada vez que lo maravilla algo que pasa, de modo que la caída repentina en la idiotez le llega como al corcho que se ha pasado años en el sótano acompañando al vino de la botella y de golpe plop y un tirón y no es más que corcho. Me gustaría defender a los mimos checos o a los bailarines tailandeses, porque me han parecido admirables y he sido tan feliz con ellos que las palabras inteligentes y sensatas de mis amigos o de mi mujer me duelen como por debajo de las uñas, y eso que comprendo perfectamente cuánta razón tienen y cómo el espectáculo no ha de ser tan bueno como a mí me parecía (pero en realidad a mí no me parecía que fuese bueno ni malo ni nada, sencillamente estaba transportado por lo que ocurría como idiota que soy, y me bastaba para salirme y andar por ahí donde me gusta andar cada vez que puedo, y puedo tan poco). Y jamás se me ocurriría discutir con mi mujer o con mis amigos porque sé que tienen razón y que en realidad han hecho muy bien en no dejarse ganar por el entusiasmo, puesto que los placeres de la inteligencia y la sensibilidad deben nacer de un juicio ponderado y sobre todo de una actitud comparativa, basarse como dijo Epícteto en lo que ya se conoce para juzgar lo que se acaba de conocer, pues eso y no otra cosa es la cultura y la sofrosine. De ninguna manera pretendo discutir con ellos y a lo sumo me limito a alejarme unos metros para no escuchar el resto de las comparaciones y los juicios, mientras trato de retener todavía las últimas imágenes del pez fosforescente que flotaba en mitad del escenario, aunque ahora mi recuerdo se ve inevitablemente modificado por las críticas inteligentísimas que acabo de escuchar y no me queda más remedio que admitir la mediocridad de lo que he visto y que sólo me ha entusiasmado porque acepto cualquier cosa que tenga colores y formas un poco diferentes. Recaigo en la conciencia de que soy idiota, de que cualquier cosa basta para alegrarme de la cuadriculada vida, y entonces el recuerdo de lo que he amado y gozado esa noche se enturbia y se vuelve cómplice, la obra de otros idiotas que han estado pescando o bailando mal, con trajes y coreografías mediocres, y casi es un consuelo pero un consuelo siniestro el que seamos tantos los idiotas que esa noche se han dado cita en esa sala para bailar y pescar y aplaudir. Lo peor es que a los dos días abro el diario y leo la crítica del espectáculo, y la crítica coincide casi siempre y hasta con las mismas palabras con lo que tan sensata e inteligentemente han visto y dicho mi mujer o mis amigos. Ahora estoy seguro de que no ser idiota es una de las cosas más importantes para la vida de un hombre, hasta que poco a poco me vaya olvidando, porque lo peor es que al final me olvido, por ejemplo acabo de ver un pato que nadaba en uno de los lagos del Bois de Boulogne, y era de una hermosura tan maravillosa que no pude menos que ponerme en cuclillas junto al lago y quedarme no sé cuánto tiempo mirando su hermosura, la alegría petulante de sus ojos, esa doble línea delicada que corta su pecho en el agua del lago y que se va abriendo hasta perderse en la distancia. Mi entusiasmo no nace solamente del pato, es algo que el pato cuaja de golpe, porque a veces puede ser una hoja seca que se balancea en el borde de un banco, o una grúa anaranjada, enormísima y delicada contra el cielo azul de la tarde, o el olor de un vagón de tren cuando uno entra y se tiene un billete para un viaje de tantas horas y todo va a ir sucediendo prodigiosamente, el sándwich de jamón, los botones para encender o apagar la luz (una blanca y otra violeta), la ventilación regulable, todo eso me parece tan hermoso y casi tan imposible que tenerlo ahí a mi alcance me llena de una especie de sauce interior, de una verde lluvia de delicia que no debería terminar más. Pero muchos me han dicho que mi entusiasmo es una prueba de inmadurez (quieren decir que soy idiota, pero eligen las palabras) y que no es posible entusiasmarse así por una tela de araña que brilla al sol, puesto que si uno incurre en semejantes excesos por una tela de araña llena de rocío, ¿qué va a dejar para la noche en que den King Lear? A mí eso me sorprende un poco, porque en realidad el entusiasmo no es una cosa que se gaste cuando uno es realmente idiota, se gasta cuando uno es inteligente y tiene sentido de los valores y de la historicidad de las cosas, y por eso aunque yo corra de un lado a otro del Bois de Boulogne para ver mejor el pato, eso no me impedirá esa misma noche dar enormes saltos de entusiasmo si me gusta como canta Fischer Dieskau. Ahora que lo pienso la idiotez debe ser eso: poder entusiasmarse todo el tiempo por cualquier cosa que a uno le guste, sin que un dibujito en una pared tenga que verse menoscabado por el recuerdo de los frescos de Giotto en Padua. La idiotez debe ser una especie de presencia y recomienzo constante: ahora me gusta esta piedrita amarilla, ahora me gusta “L’année dernière à Marienbad”, ahora me gustas tú, ratita, ahora me gusta esa increíble locomotora bufando en la Gare de Lyon, ahora me gusta ese cartel arrancado y sucio. Ahora me gusta, me gusta tanto, ahora soy yo, reincidentemente yo, el idiota perfecto en su idiotez que no sabe que es idiota y goza perdido en su goce, hasta que la primera frase inteligente lo devuelva a la conciencia de su idiotez y lo haga buscar presuroso un cigarrillo con manos torpes, mirando al suelo, comprendiendo y a veces aceptando porque también un idiota tiene que vivir, claro que hasta otro pato u otro cartel, y así siempre.





¡¡¡ litem bi lait !!!

martes, 1 de marzo de 2011

... Presente precoz, futuro vivaz ...

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Pues bien, resulta que las telarañas que invaden este blog, que no se contraen ante la sola presencia de un visitador o un comentarista, y que crecen con cada ausencia de letras, se han convertido en el espacio donde a los cuatro vientos proclamo las dieciséis semanas de mis bebés. ¡Oh sí! Dos pedazos de cielo que crecen en la panza de su mamá y que llenan el presente de visiones felices del futuro. ¡Cuántas veces y cómo los he soñado!

¡Cuántas veces y cómo me los he imaginado bailando y retorciéndose entre mis brazos! Infinitas sonrisas que se vienen a mediados de este 2011. Hoy, mis bebés cumplen dieciséis semanas, cerca ya de la mitad del camino que se ha ido como agua. El palabrerío se agolpa a mi alrededor y la imposibilidad políticamente correcta de aislarme del mundo, no mueven ni un ápice mis ganas de sentirlos respirar tranquilos, de hacer todo por que sus vidas sean felices y de verme reflejado en sus ojos.

No se acaban las palabras del mundo, por supuesto, pero ellos son todo lo que ocupa mi cabeza..

...Todo.



¡¡¡ Letem bi lait !!!

lunes, 14 de febrero de 2011

... And i love her ...

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Aquí, de vuelta en donde todo comenzó, no tengo más palabras que las que son para ella. No tengo más en mi mente que ella, y ellos, y nosotros. No tengo más alma que la que compartimos todos los días. No tenemos una historia emocionante para las audiencias, no vivimos un amor tormentoso y prohibido y sin embargo, la suma de nuestras pieles tiene la cantidad exacta de calor para hacernos sudar, para hacernos vibrar.

Ha pasado tanto en tan poco tiempo. Diecinueve meses se antojan pocos si se comparan con toda la eternidad que nos aguarda. Hoy, y el día en que cumplimos un año con siete meses de felicidad, estuvimos separados por diferentes razones, todas éstas referentes a los trabajos aburridos y monótonos. Pero el sábado, nada en el universo puede compararse al despertar a su lado cada mañana, al hacer planes juntos y al crear y mejorar nuestra casa, la noche a su lado se miró mucho más clara y la luna se atisbó más cerca; la misma luna que un día me regaló. La misma luna que le mandó mis caricias mientras estuvo del otro lado del mundo.

En este momento y en este día la extraño más que nunca, las dos vidas que crecen en su vientre la cuidan mientras yo no puedo estar cerca. En este momento y en este día quisiera escaparme con ella a un lugar furtivo y detener el tiempo sobre su cuerpo. En este momento y en este momento específico, estoy enamorándome otra vez, más cada vez, más con cada latido y más con cada suspiro. En este momento y en este lugar no hay sitio en el mundo mejor que sus brazos. En este momento y en este día no tengo mayor sueño por perseguir que el que compartimos, el sueño de ser padres que sentimos cada día más real.

Lo único que tengo y lo único que necesito para ser completamente feliz es ver sus ojos (hermosos, perfectos) mirándome, diciendo com sólo ella sabe hacerlo que me ama y que no hay nada más importante que yo. Por ahora. Después, quiero verla mirando otro par de pares de ojos, cerrados descansando o abiertos explorando. Muero por verla cargando un par de bebés por la casa y por el parque y por la vida, alimentando a esas dos pequeñas moronas de felicidad que se desprendierons de nosotros para vivir sus propias vidas.

Sólo eso, hoy no hubo helado compartido ni paseos de la mano ni cena con velas ni teatro al aire libre ni besos y caricias en una calle oscura. Hoy existe el sentimiento y la certeza del futuro y el presente...

TE AMO ASTRID ...

martes, 1 de febrero de 2011

... Eco, ¿dónde estás? ...

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No soy semiólogo ni semiótico yo, ni nada parecido. Suelo no entender o entender todo mal. Tampoco soy un perro que se pone de panza cuando va a llover y mucho menos entiendo el porqué las abuelitas juran y perjuran que eso sucede en la realidad. No entiendo mucho de simbolismo y en el pasado he cometido errores que no por no ser garrafales son menos graves, al malinterpretar ciertas señales o ciertos gestos o ciertas muecas o ciertas palabras.

Tampoco soy muy dado a pensarlo todo más de una vez, a menos que sea en verdad importante. Soy un convencido de que una acción siempre genera una acción, aunque también pienso que no necesariamente tiene que ser ni de la misma fuerza ni en sentido opuesto. Newton no se equivoca, pero el pensamiento científico, crítico y experimental se cierra siempre al conocimiento intrínseco del ser humano. Miles de sensaciones que no tienen un fin último ni un objetivo delimitado, cientos de millones de conexiones y reacciones químicas no pueden darse por descontado ni mucho menos pueden ignoraras.

Es por eso que uno de mis profesores favoritos de toda la vida fue uno del que ya no recuerdo su nombre, y sin embargo me enseñó más de lógica mediante la interpretación de mis sueños que valiéndose de los silogismos tan redundantes. Los sueños pueden o no ser proféticos y/o representativos de la realidad. Mis sueños recientes acaso revelan mis deseos más profundos, y sin embargo, conscientemente sé que desde donde esté, me mira, nos mira y nos cuida ...


¡¡¡ Letem bi lait !!!

viernes, 28 de enero de 2011

... El día de ahora ...

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La vida está compuesta por pequeñas tragedias. Esto no es un secreto revelador ni mucho menos, simplemente es el reflejo de una realidad atronadora que se empeña en hacemos ver nuestra frágil y falible condición humana. Por muy blasfemo que pudiera sonar al recriminar y refunfuñar por mis acciones malhadadas, no soy quien para juzgar los designios de los hados o el destino funesto que tiene a bien reírse de mi pesar.

Nada del otro mundo, el día comenzó con la enorme calamidad de mi celular sonando para indicarle a mi puerquecito que era hora de levantarse. No conforme con eso, el día me tenía preparadas más sorpresas que no tuve más que recibir con una sonrisa sardónica iluminando mi redonda cara.

Para no hacer más olas, cuando regresé de la ducha, mi teléfono estaba más muerto que la credibilidad de Carlos Loret. Simplemente no encendió más. Resignado al ostracismo me enfrenté al tráfico intenso de la ciudad para llegar a tiempo al trabajo, al banco a hacer miles de pagos, a imprimir un par de documentos y, por añadidura, llevar al difunto móvil a la autopsia. Cabe mencionar que como mi mano izquierda es tan inútil que no sirve ni para usar un reloj, mi único contacto con Cronos era precisamente mi celular fenecido.

¡Estúpido iusacell y estúpida la hora en que decidí amarrarme a ellos por dos años! Sin garantía y sin servicio de celular, la PROFECO tendrá que ser por fuerza mi siguiente parada, pero esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.

Llegué tarde al trabajo, completamente ilocalizable y abrumado por el síndrome de abstinencia, el trabajo no tuvo peor día para presentar. Al anochecer, los brazos de mi amada me recibieron con otra noticia funesta: ¡las llaves del coche habían desaparecido! Maldecido por todos los hados revolví mi memoria sin encontrar el momento preciso de su pérdida, ni siquiera una mínima pista. Sin celular y sin coche, Astrid y yo enfrentamos el penoso peregrinar del peatón perezoso, y el camino a la casa estuvo lleno de sonrisas de complicidad y burlas hacia nuestro propio infortunio, para redondear un "gran día", el trabajo aburrido y monótono de Astrid tampoco presentó su mejor cara.

Cansados y fastidiados del mundo, nos fuimos a la cama con sonrisas y besos en los labios, con abrazos y caricias que nos dijeron que, a pesar de todo, mañana sería otro día, juntos... siempre.




¡¡¡ letem bi lait !!!




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viernes, 21 de enero de 2011

... Luiszcidez ...

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Uno no entiende de muchas cosas, por más que se presuma de una claridad de mente prodigiosa, uno no alcanza a entender la trascendencia de los propios actos. Por más que estén presentes en cada poro de la piel, por más que se carcajeen de las bromas matutinas, por más que se muevan cada vez que son enfocados, por más que bailen y duerman y canten y pateen y lloren y griten y piquen y duelan y extrañen y amen, por más que miren hacia el futuro no lograrán ponerme nervioso; no por ahora al menos.

No estoy nervioso por más que el mundo quiera cargar sobre mis hombros tamaña losa. No soy el primero ni seré el último hombre en enfrentar tal aventura... pero sí seré el mejor. Uno nunca está lo suficientemente preparado ni consciente para tales proezas, por eso lo son. Por eso existen los héroes que día con día cambian el mundo una gota de agua a la vez. Yo sólo aspiro a cambiarlo una morona a la vez, no por mí, no para mí por supuesto, para todos.

Así que déjenme disfrutar el proceso etapa por etapa, ya habrá tiempo para el estrés, los nervios, la ansiedad y el desenfreno. Por ahora estoy más emocionado y feliz de lo que había imaginado, es verdad que el sentir la cercanía es lo mejor que existe en el mundo para Astrid y para mí.

Déjenme vibrar con cada latido y sentir la vida como es: perfecta y fácil.

Déjenme mirar esos ojos con los míos propios.

Déjenme sentir su risa y cubrir su miedo.

Déjenme que les cuente un secreto ...




¡¡¡ letem bi lait !!!
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... Gracias Dios por los dones que voy a recibir ...