martes, 30 de junio de 2009

... Uno más uno igual a tres o cuatro ...

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No soy ingeniero yo, pero algo sé de matemáticas. Cuando era un imberbe ñoño secundarioso, en el remoto año de 1996, fui a la Olimpiada de Matemáticas. Sólo para sufrir una estrepitosa derrota contra un amarillo de ojos rasgados y piel cetrina que medía la mitad que yo y usaba un peinado de casco prusiano. Bueno, en realidad no fue así. En México las Olimpiadas de Matemáticas no son como en gringolandia, al menos las organizadas por la Universidad Nacional Autónoma de México (Premio Príncipe de Asturias de Humanidades - Patrimonio de la Humanidad - Hogar de los PUMAS). Simplemente consiste en un examen dificilísimo aplicado en un salón atiborrado con decenas de ñoños pubertos, divididos en categorías tan simples como la edad fisiológica. Por lo tanto no fui derrotado por un futuro genio de Singapur llamado Sang Nang, sino por cientos de futuros desempleados o subempleados o vaya la madre a saber en qué se convertirían esos prodigios de catorce años. (Si de algo estoy seguro, y eso sin necesidad de hacer cálculos sobresalientes, sino a ojo de buen cubero, que ni el diez por ciento de los ahí presentes dejarían de ser vírgenes al año siguiente, como yo, ja). Fue la primera vez que pisé el ITAM. Y fue increíble.

Cuando regresé a mi casa y mi mama vio la luz que salía de mis ojitos (verdes, hermosos), namás me dijo: "Es muy caro, necesitas estudiar más para que te den una beca". Pots, no es por nada, pero a pesar de que no soy ingeniero yo, pocas, muy pocas veces he estudiado para algo. Normalmente, poner atención en clase, hacer los trabajos y leer los reportes son suficiente fuente de aprendizaje. No es ñoñez (bueno, quizá sí un poco), pero de que hay gente a la que le cuesta trabajo aprender, hay. ¡Pobres!

Bueno, ya he dicho miles de veces que de poder cambiar una cosa de mi vida habría cambiado la universidad en la que estudié. Nada en contra de mi Alma Mater, pero siempre la sentí como un premio de consolación, o más bien un castigo por mi prisa, por mis ganas de no quedarme esperando un año sin hacer nada. La estúpida huelga de la UNAM fue la que dio al traste con todo. Pude haberme esperado y entrar a actuaría en la máxima casa de estudios, pude en realidad esforzarme para tener la beca del ITAM, pude seguir todo el camino para entrar a Diseño de la Comunicación Gráfica en la UAM o pude conseguir la beca para Comunicación en la Universidad Panamericana. Todas opciones reales y realistas. Pero terminé yendo al cadalso de mis habilidades y al patíbulo de mis ganas de aprender.

Poco a poco fui olvidando todos los números y poniendo mucho más atención a las letras. Mea culpa, lo sé, en un mundo ideal no tienen porqué ser excluyentes, pero lamentablemente así ha sido hasta ahora. Siempre tuve la curiosidad del porqué, en una cultura occidental con base numérica en diez, de pronto hay cosas que nos sacan de onda, como ciertos parámetros con base en doce.

¿No? ¿Nunca han pensado por qué los años se cuentan por diez? Décadas, siglos, milenios. Pero a su vez se dividen en doce meses.

De por sí uno es bestia con los números y luego se lo ponen más rudo, pero bueno, eso ya es manía. No es un conocimiento tan difícil tomando en cuenta que es algo con lo que hemos vivido siempre. Pero no siempre eh.

Los sumerios, esos viejos, viejísimos seres mitológicos (no son mitológicos ya sé) a los que se les da por llamar 'La primera y más antigua civilización del mundo', tiene toda la culpa. Desde tiempos inmemoriales, se dedicaron a observar el cielo y el movimiento de los astros. Los cuales tenían un comportamiento por demás regular, por lo tanto predecible, por lo tanto utilizable. Y lo hicieron. Comenzaron a ver figuritas entre las estrellas y a ponerles nombres de animales y cosas y otras rarezas. Luego los griegos se los pidatearon y de ahí salieron los doce signos del Zodiaco.

Ajá, doce y no diez. ¡Culpa de los sumerios! Es la misma razón por la que el año dura doce meses, el día veinticuatro horas (doce por dos), la hora sesenta minutos (doce por cinco) y el círculo 360 grados (doce por treinta).

Yo no sé si lo hicieron a propósito, o si por causas de la evolución ahora hemos perdido el sexto dedo en manos y pies. Pero de no ser así, ¡vaya bromita que nos jugaron a quienes todavía contamos con los dedos!

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Por cierto, hay nuevo post (medio polémico) en:




¡¡¡ letem bi lait !!!

4 comentarios:

Die Maan dijo...

ay si pues yo en la regiomontana pero no alcanze buena beca deportiva (prr a uds)

la chida de la historia dijo...

Yo feliz con lo que soy... aunque a ratos me odio por no ir por más ahora que tengo tantísimas ganas... Encuentra tu brújula, carajo!!!

Anyway...

Saludos!

Sachery Guevara dijo...

Siempre he sido mala para las matemáticas y me cuesta memorizar hasta un número de teléfono.

Hasta hace poco, habia creido que si eran inge. Pero despues del 11%, amm, ya era poco probable :P

charcos de lluvia!! dijo...

matematicas? tu? jajaja ñoño

ella regreso. lee aunque sea un pedacito de lo que fue, y de donde empezara a surgir de nuevo.

besos vaca tigre

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