lunes, 9 de febrero de 2015

… Fatuo ...

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Ninguno de nosotros está exento de nada en la vida. Es un hecho. Sin embargo, nada nos pone en mayor conflicto que el conocer a gente nueva, irremediablemente. Como animales sociales que somos, conocemos gente nueva todos los días, a todas horas, miramos a gente apachurrándose en el metrobús, en el tráfico metiéndose el dedo en la nariz en el coche de al lado, en el mismo trabajo, siempre hay algo nuevo, aunque todo sea una rutina. Para algunos, el cambio es rutina.

Muchas veces yo he platicado con Astrid sobre el absolutismo de decir y saber que somos el uno para el otro. Lo cuál no está a discusión ni admite duda alguna. Sin embargo, el gato de Schödinger aparece como siempre, o no, y salta siempre la pregunta. Amor aparte, ¿cómo sé con absoluta certeza que no existe nadie mejor que ella para mí? Aún mejor, ¿cómo puede estar segura ella de que no hay nadie que le sienta mejor que yo?

Las respuestas son simples: No se puede saber. Se quiere saber, se sabe y ya. Se siente. Son cosas que la mente no puede ni debería procesar. La verdad es que yo NO QUIERO que haya alguien mejor para mí que Astrid, la quiero a ella y nada más. Sé que le pasa lo mismo. Por eso somos el uno para el otro.

Sé que existe la posibilidad -aunque sea pequeñísima- de que haya alguien más guapo que yo, menos gordo, más alto, más güero, con un mejor discurso, con dientes parejitos, quizá que use boina o tenga el pelo menos parado, puede que tenga más barba, que use corbata para trabajar, con buen oído musical, con caderas de Cantinflas para bailar salsa, y que además pueda querer mucho a Astrid, pero mucho mucho. Porque es una gran mujer, ciertamente, la mejor del mundo.

Pero ella no lo vería así. Podría impresionarla y presionarla, pero ella seguiría queriéndome aún con mi pelo parado y mis dientes chuecos y mis pies de robot y mi pésimo oído y gusto musical.

Porque yo estoy consciente de que si un cerdo volara y se atravesara por mi camino una mujer, que todos los ojos del mundo consideraran mejor, yo no la vería. En mis ojos (verdes, hermosos) sólo vive ella. En mi falible condición humana, yo tampoco estoy exento de ser infatuado por una chispa adecuada, pero en el verde nada más hay espacio para una, para ella, que es todas las mujeres que necesito en la vida.






¡¡¡ letem bi lait !!!




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