miércoles, 19 de noviembre de 2014

… Dividing cruelty from the tenderness ...

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En pleno dos mil catorce, parece que las profecías inquisidoras se volvieron realidad en una escala impresionante. Ya se ha hablado hasta el hartazgo que el verdadero Gran Hermano no es más que un montón de bots, Pequeños Hermanos con un smartphone en mano. Nada puede pasar sin que quede registro fotográfico o audiovisual de tal hecho. Para lo que no estábamos preparados era para la dictadura de la opinocracia. Cualquiera con dos dedos de frente puede abrir una cuenta en tuíter y escupir sus pensamientos más inmediatos al mundo. No que eso sea necesariamente malo, sino que las intenciones rara vez son honorables -entendiéndose por honorables cualquier cosa creada por el hombre pensante, o no-. No me gusta mal entender las cosas, pero la opinorrea es de las cosas que más detesto en la vida.

Opinamos sobre todo, sabemos de todo y nos quejamos de todo. Creemos que nuestra ira infinita alcanzará de tal manera a los objetos de nuestra furia y los golpeará tan fuerte que podremos sentirnos triunfadores, superiores. Desgraciadamente, esto es cierto en la mayoría de las veces. Si nos tratan mal en un restaurante: ¡quejas en tuíter y en facebook para que todos mis amigos sepan lo horrible que es! Si nos tratan mal en el trabajo: ¡quejas en tuíter y en facebook para que la gente sienta lástima por mí! Si no nos gustó el más reciente capítulo de Laura en América: ¡quejas en tuíter y en facebook para que deporten a esa maldita vieja infernal! Si no me gustan los quejosos: ¡quejas en tuíter y en facebook para que desaparezcan de mi vista!

Nada nos gusta, nada nos entretiene más que la queja. Trasladar este universo podrido a la literatura podría ser prácticamente desastroso. También estoy harto de las críticas sin fundamento. De esperar grandes cosas cuando ni siquiera se aprende a apreciar las pequeñas. Estoy hablando de la generalidad. Por formación, empatía y deseos, jamás demeritaría una obra publicada, sea cual sea, sin haberla leído antes. Incluso la literatura catalogada como "basura" tiene su mérito en la creación de la necesidad y expansión del mercado. El mundo literario es un todo, muchachos. Nadie se puede abstraer ya en una sola ida romántica de las letras. ¡Qué más quisiera yo! Pero si he de escribir para vivir, siempre tendré en mente el entorno y las necesidades, conviviendo con las ideas y las cosquillas en los dedos.

No conozco a nadie que haya leído LOBOS, de Xavier M. Sotelo, pero durante mi prolongado periodo de invalidez, me encontré con un tuíter repleto de comentarios e invitaciones a leer esta novela. Me llamó la atención particularmente porque la mercadotecnia en internet, actualmente, se limita a ser chistoso y cagarla para obtener notoriedad. Y bueno, la mayoría de los tuits eran RTs de dos de mis cuentas favoritas: @megustaleermx y @megustaescribir. Eso fue importante. Decidí comprarlo (encargarlo, pues mi limitada movilidad me impide ir al Sanborns siquiera).

Entre lecturas atrasadas, investigaciones infructuosas y mis propias letras, apenas ayer terminé -en un par de horas- de leer LOBOS. Y vaya sorpresa que me llevé.

Entiendo que el autor es comunicólogo o comunicador, como prefiera. Él quizá de formación, yo de experiencia y trayectoria. Él trabajó en cine, así como yo, antes de que muchas cosas pasaran. Es un apasionado de los videojuegos y yo me quedé en el súper nintendo. En fin, empatía que se le dice.

Todo lo anterior viene a cuento porque yo tenía expectativas divertidas con el libro. La promesa de devolver a los hombres lobo a su estatus de bestias instintivamente asesinas era francamente atractiva. Conforme avanzaba la lectura, no sabía si estaba leyendo Fallas de origen de Daniel Krauza, pero con lobos y cosas sobrenaturales, y sin tantas groserías ni drogas, o Compro, luego existo de Guadalupe Loaeza, pero con menos dinero y con lobos y cosas sobrenaturales. Sí, aún no decido si comparto o no la forma de narrar de Xavier, sin embargo, su concepción primigenia como guión de cine me dio una clara muestra de que las letras son el refugio perfecto para lo que los encargados del dinero en el medio no quieren o no pueden hacer. ¿He dicho que no sé si comparto la forma de narrar? No es relevante, simplemente porque, aunque no sin cierta incomodidad, la verdad es que Xavier me estaba narrando su historia, no lo que yo quería leer de su historia. Y eso es más que respetable.

No sé qué me gustó más del libro ciertamente no el estilo, pero ese es mi problema, no de Xavier, quien teje de muy buena manera las partes de la historia para concluirlas en un final tan abierto como adecuado. El que todas las mujeres estén buenísimas me queda claro que es por su ubicación geográfica, ya que sabemos empíricamente que Guadalajara alberga cuerpos (y hombres lobo) de miedo, pero sería un necio si se lo reprocho, yo también prefiero escribir erotismo con mujeres guapas que con espantajos, ¡mátenme! La personalidad de cada uno de los personajes está tan bien descrita que no necesita mayor comentario, aunque me intrigó desde el principio mi incapacidad de predecir quienes serían los supervivientes (No es spoiler porque se anuncia en las primeras páginas).

Todos estos detalles, entre otras maravillas, como la tensión sexual entre los personajes, el triunfo del amigo friendzoneado, los sueños reales y los saltos temporales, hacen de LOBOS una obra que leería otra vez. Y vaya manera de terminar, con el final abierto para la segunda parte: "Un hombre lobo tapatío en París" …




¡¡¡ letem bi lait !!!




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1 comentario:

la chida de la historia dijo...

… yo solo quería leer TU novela… U.u

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