viernes, 7 de noviembre de 2014

... And ignorance and hate mourn the dead ...

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Turn off your mind, relax and float down stream
It is not dying, it is not dying
Lay down all thoughts, surrender to the void
It is shining, it is shining
Yet you may see the meaning of within
It is being, it is being
Love is all and love is everyone
It is knowing, it is knowing
And ignorance and hate may mourn the dead
It is believing, it is believing

Lennon / McCartney




Hace mucho, mucho tiempo que nada me hacía hervir la sangre como ahora. Siempre trato de ser un hombre sencillo que aprecia el silencio. Yo me veo bonito siempre, aunque esté calladito o esté gritando, aunque tampoco me abstraigo de las situaciones exógenas o endémicas de mi mundo. De nuestro mundo, de este valle de lágrimas que les estoy dejando a mis hijos. De este intermitente sonar que no hace más que recordarnos que lo que no se ve, así siempre es mucho más grande y mucho más importante que lo que es evidente. Al mundo le dejaré un par de hijos bien educados y bien traumados, eso es inevitable.

Pero, ¿cómo explicar un entorno donde nada es predecible -más allá de los límites normales de la causalidad-? ¿Cómo hacerle ver a alguien completamente inocente de la imperiosa necesidad de tomar mi mano cuando es indispensable? ¿Cómo entenderlo yo mismo?

Octubre terminó, para mí y para mi país, con terror en el horizonte y noviembre volvió a comenzar con frío, como un avance gélido de lo que vendría. La desaparición forzada de cierto número de personas fue más que suficiente para resquebrajar el idealismo y prender una mecha que, de cualquier manera, parece se ha acortado con el paso de los años y con el paso de las calamidades. Aunque mi exterior sea un tanto cuanto de hojalata y por fuera parezca que por mis venas no corre más que escarcha, también soy de mecha muy corta. Lo bueno (o malo) es que también soy muy racional, así que esa parte de mí le gana siempre al arrebatado. Odio las injusticias, odio las reyertas insulsas, odio las discusiones pendejas, odio el pedo por el pedo. Pero odio más la incongruencia.

Me hierve la sangre cuando regañan o castigan a alguien injustamente, pero lo dejo pasar, pues si ese alguien no se defiende for reasons, no merece que lo defienda yo. Me hierve la sangre cuando hablan -aunque sea un poco- mal de alguien a quien conozco y quiero, pero lo dejo pasar, porque generalmente son cosas ciertas y que ni yo podría negar. Pero, antes de hoy, la última vez que sentí deseos de hacerle daño, físicamente lastimar a alguien, fue cuando unos imbéciles, dentro de un ritual satánico o algo peor, le sacaron los ojos a su hijo pequeño, tres o cinco años, ya no lo recuerdo. Las ganas enormes de salir a buscarlos, sacarles los ojos y luego patearlos hasta el hartazgo eran casi incontrolables. No conocía al niño ni nada, no conocía a los imbéciles ni sé nada de sus rituales o tradiciones o caca-en-la-cabeza, pero eso es indudablemente impresentable. No tenía ganas de lastimar físicamente a alguien desde que asaltaron a mi mamá, robándole la tranquilidad y el sueño.

Hoy, después de escuchar el mensaje de Jesús Murillo Karam, Procurador General de la República, a propósito de los más recientes avances en la investigación acerca de los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa (y ésta es la primera vez que yo escribo esa palabra), me hizo hervir como nunca antes.

Con ganas de lastimar y patear, en primer lugar, a los animales que cometieron semejantes actos -que no necesito ni voy a repetir aquí-, a los que los cometieron y a los que los ordenaron, por supuesto; después, a los que, a sabiendas de lo que podría suceder, los reclutaron y los impulsaron y los encubrieron y los solaparon; después, a toda la bola de pelagatos infames e infaustos que vociferan en contra de todo y a favor de nada.

Es mil por ciento válida la reclamación de los padres de esos individuos: "vivos de los llevaron, vivos los queremos", pero es simplemente una reticencia retórica, dicha para no aceptar que, pasado más de un mes de los hechos, bueno, para qué decirlo si sabemos la fuerza de las palabras que soltamos. Por cierto, si alguien conoce cómo se puede presentar con vida a alguien que ya no la tiene, me gustaría interceder por mi papá. Por si acaso. Yo lo entiendo, lo entiendo como alguien que perdió hace veinte años a un pilar fundamental; como alguien que perdió hace diez años a otro, y como alguien que no quiere perder más.

Las ganas de culpar a alguien, al Estado, a Enrique Peña, a Murillo Karam, a López, a Abarca, a la esposa, a la suegra, al padre, al hijo, al mal destino, a Thanos, a Messi y Cristiano, a LeBron, a quien quieran. Nada se gana con quemar un camión en la calle ni con robar un Walmart. Ni siquiera el vistazo con desdén que dan las autoridades a esos actos reprobables pero menores. Ni los metrobuses ni los aguacates tienen la culpa de la frustración colectiva que se siente. Una decepción enorme por saber que, pase lo que pase y resuélvase lo que se resuelva, ni nosotros ni los demás vamos a estar seguros en ningún lugar. Ni yo, aquí en mi incómodo encierro, ni los míos en sus vidas hechas.

Y no estamos seguros porque no sé de quién cuidarme, de aquellos corruptores que buscan secuaces o dianas, o de aquellos enojados con los corruptores que buscan paredes o esquirlas. No sé si le temo al autoritarismo o a la opinocracia. En este país, como en todos los demás y en esta época como en todas las demás, el mensajero es el principal destinatario -increíblemente- de los vituperios y las ganas que tiene la gente de hacer daño.

Que si Murillo estaba cansado, pues es un viejo. Que si Murillo veía a la cámara con desprecio, pues son palabras que nadie quiere decir jamás, es humana y jurídicamente entendible el desprecio que el primer abogado del país siente por estos hechos, por sus perpetradores y por sus ejecutores. Que si Murillo no le hizo caso a una reportera, pues ella quería ser la protagonista de una nota ya de por sí infame. Que si López y su camarilla impulsaron a tal o cual político sin conocer o sin importarles sus antecedentes, pues cada quien obtiene lo que se merece, tarde o temprano. Que si Ciro le habla con cariño al presidente, pues allá ellos y sus bocas. Que si a los automovilistas les molesta que les cierren las calles, pues a todos nos molesta todo. Y eso no va a cambiar. La revolución no va a ser televisada. La revolución está en las cabezas de los rojillos trasnochados y de ahí no va a salir.

Por otro lado y lo más importante, por supuesto que me indigna que cosas así pasen, por supuesto que me hace hervir la sangre la crudeza del mensaje y la ignorancia y el odio que se destila. Por supuesto que me súper caga la madre la brutalidad de la que son capaces los hombres, por supuesto que jamás apoyaré el malestar general por el bien mayor. Esa idea que se ha vendido desde siempre y que no ha traído sino desgracias cada vez que alguien la invoca.

La revolución llegará desde adentro. Al tiempo ...



The wrath of the fallen,
Is the worst to behold;
The arrogance of the skilled,
The confidence of the bold,
All pale before the Titan scourged,
Then risen,
Tiny before the wronged,
Breaking out of prison.
I've had enough of lies, unfairness.
My life is full of crime and indifference.
The anger builds, railing at injustice,
Forced to take the jokes and the insults, loud trumpets.
You can't escape, can't find a way, can't shake the chains,
You can't get out, you can't lash back, through your cage.
Finally you snap, mind maddened,
Froth at mouth, hands bloody, shackles shattered,
Finally you've lost control and hit back,
After so long, the best defense is attack,
They swarm you, mob you, the crowd is so fierce,
But nothing's stronger than the small with a knife to pierce,
Finally armed your weakness doesn't matter now,
You are equal with the privileged, the fat cows,
You have worked your whole life to no avail,
Finding rage is the secret to unveil,
Your puny outside, you're not small now,
All that's left of you, is a dread cloud.

Thomas Ware





¡¡¡ letem bi lait !!!






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