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Alguna vez di un instructivo un poco detallado y un mucho manchado acerca de los gimnasios y su fauna particular. Hoy, contaré de mi enésimo primer día de gimnasio en busca del cuerpo perfecto para gustarle más a mi mujer que los anuncios de Dior.
Como buen ciudadano ignorante, he firmado un contrato como conejillo de indias, me pagarán dinero por aprender a hacer cosas que después haré y me pagarán dinero. Por lo tanto, mis horarios en las siguientes semanas serán, por decir lo menos, horribles, sin horas de entrada ni de salida; pero, en compensación, cortos, cortísimos. Hoy, por ejemplo, entré a las doce y salí a las cinco. Nada mal, creo
Con el tiempo como mi mejor aliado, decidí por fin evitarme los pretextos y acudir al gimnacio con mi pans, cinturón y guantes, además de una toallita, aunque olvidé un cilindro con agua.
Entonces me topé con otro hombre comprometido con su país, trabajador y asertivo, haciendo ejercicio a las ocho de la mañana. El pobre hombre corría y corría por la máquina de banda sin fin y gemía gemidos gemidosos de cuando en cuando. Nada para escribir a casa. El problema llegó cuando me acomodé en la máquina junto a la suya, hago eso que hacemos todos los hombres cuando nos encontramos a un congénero: comparar mi estatura con la suya. Quedé satisfecho al comprobar que, si me mantenía completamente erguido y derecho, le llevaba unos buenos centímetros de ventaja; pero al mirar hacia abajo, me encuentro con un par de pies que parecían salidos de los más profundos anales de Liliput. ¡Un par de papas de cambray envueltas en zapatillas deportivas blancas! (Que por su parte, jamás, jamás de los jamases, deben ser utilizadas)
No pude contener una risotada que disfracé de cansancio y tos.
¿De verdad puede un hombre vivir con pies tan pequeños? ¿Se lo llevará el viento mientras espera el autobús? ¿Se caerá en cualquier frenón del metro por leve que sea? ¿Tendrá que dar dos pasos en cada escalón aunque sea una de escalera de caracol? ¿Se mojará la camisa cuando lava los trastes por estar más cerca de lo normal?
Todas estas interrogantes no dejaron de revolotearme en la sesera y mientras tanto, miles y miles de hombres caminaron junto a mí con sus pies pequeños en busca del valle encantado, dando millones de pasitos para llegar a su destino. Hombres altos con pies pequeños y hombres pequeños con pies aún más pequeños.
Nunca me había puesto a pensar en lo afortunado que soy al tener estas patotas de tamal con que Dios me bendijo: ¡Mis sandalias me sirven para caminar sobre la arena como sobre seda! ¡Si me coloco en buena posición, jamás me caeré en el transporte público! ¡No puedo utilizar esos espantosos y homosexuales zapatos puntiagudos que están tan de moda!
Es que, no conozco en verdad la medida estándar en pies de hombres. Sé que depende enteramente de la talla y el peso, de la alimentación durante el crecimiento incluso. De cualquier manera, arbitrariamente he implementado la nueva clasificación discriminatoria para que le regalen zapatos a sus hombres.
- Hombre de más de 2.00 mts. = ¡No me preguntes MONSTRUO, cómprate un par de bambinetos!
- Hombre de entre 1.90 mts. y 1.99 mts. = Calzado de esquiador o botas de luchador del número nueve.
- Hombre de entre 1.80 mts. y 1.89 mts. = El calzado de las estrellas, lo mejor de lo mejor, zapatillas de Rey, tenis Jordan y zapatos Doble-Ferragamo del número ocho u ocho y medio.
- Hombre de entre 1.70 mts. y 1.79 mts. = Zapatos medianos, tenis Reebok, Hush Puppies y Capa de Ozono del número siete.
- Hombre de entre 1.60 mts. y 1.69 mts. = Bubble gummers, Baby Caterpillar, chanclas meadas, zapatitos de charol con agujetas de color de rosa y babuchas de Hecali del número seis.
- Hombre de entre 1.50 mts. y 1.59 mts. = Zapatillas de Marylin Mensón, zapatos de tacón, huaraches de sorgo, chanclitas hechas con pvc reciclado y alpargatas del número cinco.
- Hombre de menos de 1.50 mts. = ¿Tú qué? ¡Ni existes!
¡¡¡ letem bi lait !!!
lunes, 23 de agosto de 2010
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2 comentarios:
Pues uno de mis exnovios calzaba del 11 y batallaba mucho para encontrar zapatos.
Pues yo no sé mucho de tamaños de pieceses... pero puedo decir que mi hombre los tiene de la medida necesaria... Lo cierto es que, a partir de que leí tu post, no puedo alejar de mi cabeza la imagen de pequeños hombrecillos saltarines... con ropa típica irlandesa... con cachetes brillosos... Ay! ya... por favor!...
jajajajaja...
Saludos.
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