martes, 10 de agosto de 2010

... Yo no te pido la luna ...

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Algo hay de mariachi en mí que me impide pedir. Los que más me sobreestiman dicen que es porque me siento superior a todos y por eso soy incapaz de pedir nada prestado. Yo no lo creo; es verdad que me siento superior a todos, bueno, no, ¡lo soy! Pero esa es otra historia y debería ser contada en otra ocasión. Lo verdaderamente relevante de todo esto es que me siento verdaderamente incapacitado para pedir cosas prestadas, ya sea dinero o posesiones.

He pensado y repensado que puede deberse a diferentes cosas, cada una aplicable a determinadas situaciones que pudieran o no acontecer. Explico:

Por un lado, está mi timidez galopante que sólo se puede entender al ver el violento mundo en que vivimos. Nerds y vivales enfrentados en la eterna lucha de poderes en la cual no cabe un chico lindo. Los nerds siempre serán nerds, no importa qué tan de moda se pongan, y yo, a pesar de poder ser el rey de los ñoños, no me veo renunciando desde morro a ese dulce, dulce placer que representan las mujeres. Tampoco, por supuesto podría ser un vivales, pues esa misma timidez galopante me anticipa y no me deja burlarme de los demás -en su cara, por supuesto-.

Cierto es también que el complejo de superioridad denota a su vez alguna traza de inferioridad. Les digo a todos que me creo mucho, se los hago creer para que no se den cuenta de mi falta de autoestima. No soy psicólogo yo pero, no estoy de acuerdo con este postulado. No al menos en mi caso. Es verdad que a veces me siento malo, inútil y desechable, pero generalmente eso tiene que ver con el estado que guarde mi irreconocible cabello. Un bad hair day puede arruinar mi ánimo mucho más que el rechazo a una solicitud de empleo o que mi mujer me diga tedejo; pero también debo reconocer que lo mío ya no es una serie de desafortunados bad hair days, sino una larga y compleja bad hair life. Acéptolo, mi cabello es un desastre hipercreciente.

Pero me desvío del tema. Me cuesta mucho trabajo pedir prestado. La tesis que he aceptado es la de la herencia. Mi abuelo jamás creyó en los bancos y cuando lo hizo, se endeudó hasta el cuello tomándole décadas subsanar el préstamo con miles de intereses. Mi madre compraba juguetes distintos, individuales e indivisibles para mí y para mi hermano con el fin de que no intercambiáramos ni prestáramos; curiosa manera de educar que no necesariamente comparto, pero funcionó, de alguna forma. Invariablemente, cada que mi hermano y yo intentábamos algún trueque, terminábamos a gritos y golpes cual sindicato y empresa.

Sería yo un pésimo niño de la calle. Me refiero a que seguramente pasaría de largo frente a la inmensa mayoría de las personas antes de estirar la palma de mi manecita de princesa en busca de una generosa dádiva de la caridad. ¡No señor! Si fuera un niño de la calle yo, me sentaría con mis mejores y menos mugrientos harapos a esperar a que las almas condicionadas por su bondad intrínseca, se apiadaran de mi hambruna y me regalaran un par de mendrugos para llevar a casa.

Solicitar empleo también ha sido un suplicio de vida. O estoy sobrecalificado o mis pretenciones salariales les parecen estratosféricas a los pobrecitos hombres y mujeres de recursos humanos que me han entrevistado a lo largo de esta vida petaca. A mi primer empleo en la radio caí del cielo, según palabras de mi entonces jefe. Al corporativo fraudulento mandé una solicitud, me llamaron, me entrevistó un takataka en inglés medio chafa y me dijo que me había quedado. A la segunda radio entré por recomendación, y con cinco patrocinadores detrás, ya quería ver yo el productor que no me contratara. Después, por casi tres años fui mi propio jefe y no tuve que pedir trabajo a nadie. A la televisión del infierno cancunense llegué casi por casualidad cuando ya me estaba viendo sirviendo café en Starbucks o hamburguesas en McDonald's. Al malhadado Boletín entré después de una tortura de entrevistas y más entrevistas. Ahora, justo en este momento estoy esperando una respuesta que interiormente conozco ya, pero que debe ser corroborada con una enredadera de bits que pongan mi nombre o mi CURP en una pantalla; no ha sido fácil, pero esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.

Lo peor en la vida para mí es pedir dinero. No me gusta prestar, por lo tanto no me gusta pedir. Aunque sé que lo pagaré, en plazos o con intereses, no me gusta pedir. Siento que muero un poco cuando pido dinero prestado, a mi familia, amigos, conocidos o a quien sea. Me siento mal, sudo por todos lados y enrojezco como saladet. No me gusta exponerme ante los demás y creo firmemente que el pedir dinero prestado es una manera tácita de aceptar la debilidad y la necesidad. No que sea malo por fuerza, sino que hay ocasiones en las que preferiría contar mis monedas de a peso que pedir prestado para el metrobús. Es extraño. ¿O lo soy yo?

¿Alguien lo había pensado?



¡¡¡ letem bi lait !!!

6 comentarios:

la chida de la historia dijo...

Lo sé y te entiendo porque me pasa exactamente lo mismo... incluído el complejillo ese de: 'yo soy yo y que muera mi abuela'... Lo cierto es que, aún con toda tu mamonería, hay mucha gente que te quiere y siempre vas a tener alguien cerca que te tienda la mano... Y espero que pronto nos des la buena noticia y te den la chamba que esperas ansioso...

Un abrazo.

G L O R I A dijo...

Oh por Dios!
Pero sí el ser nerd no implica privarte de las mujeres! Claro que no! jajajjajajajajajjajajajajajajajajjajajajajajajajajajajajajajajajaja!
Dejaré de proyectar mis traumas amorosos.
En mi muy particular punto de vista, los hombres pierden mi respeto si me piden dinero prestado, la verdad no tiene nada de malo en pedir ayuda cuando se necesita pero no se que pasa en mi cabeza, es como si de repente se me cayeran del pedestal, no sé, creo que el hecho de pedir cualquier cosa prestada denota debilidad, y la verdad me caga la gente débil.
(Creo que tengo mentalidad medio machista, ¿no? Pinches ideas pueblerinas!)
ABRAZO

Ana Marinera dijo...

jijiji pues es un poco de tu personalidad, pero está chido que te sientas más jaja, creo que es inevitable cuando te rodeas de gente que no te ayuda a pensar lo contrario.
Suerte con el futuro trabajo, y me encanta que trates según tú de "analizarte seriamente" y termines admitiendo que te vale, que así eres y qué...

Ana Marinera dijo...

jijiji pues es un poco de tu personalidad, pero está chido que te sientas más jaja, creo que es inevitable cuando te rodeas de gente que no te ayuda a pensar lo contrario.
Suerte con el futuro trabajo, y me encanta que trates según tú de "analizarte seriamente" y termines admitiendo que te vale, que así eres y qué...

jess dijo...

Jajajaja opino lo mismo que INDESEADA, la neta si a mí un hombre me pide dinero prestado, se ve así como pfffff.... como shu, shu!

Por otra parte, yo soy de la idea que "el que nada debe, nada tiene.".

Y por eso siempre estoy en créditos bancarios snifffff.

Saludos partner!

Elphaba dijo...

Mmmm yo también odio pedir cosas, dinero, permisos a mi jefe, explicaciones, ropa, etc. Y odio que me pidan todas esas cosas a mí.

Es gracioso, pero cuando llego a un nivel de confianza con alquien que me permite estar segura de que lo de nosotros no es pedir y dar, sino compartir, entonces lo disfruto enormemente y dejo de acaparar mis juguetes. Creo que sobra mencionar que eso me pasa muy poco y con muy pocas personas.

Je t'aime!!

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