.
¿Qué se necesita para ser un mito?
Escritores van y escritores vienen y escritores mueren y millones de ellos nacen a cada instante. Alguna vez caí en la trampa de la página en blanco, esa bestia negra -por disonante que suene- que nos amenaza a todos los que pretendemos dejar una huella en tinta indeleble, o al menos en bits eternizados.
El año 1968 representó un cisma, no sólo en México. De nuevo, escritores fueron y vinieron con todo el derecho que les dio el haber estado en sus veintes cuando aquello ocurrió, pero casi sin ningún mérito específico. No es lo mismo estar en el medio de una balacera espectacular y sobrevivir para contarlo, que haber estado cuidando a los gatitos y vivir cuarenta y dos años hablando sobre lo mismo.
Pues yo estoy en mis veintes altos en esta época de sangre y balas y tristeza y desolación nacional. Y me aterra sobremanera escribir siempre de lo mismo. Y me da muchísimo miedo sobre todo, el ostracismo, la indiferencia. Monstruo publicitario ya por formación, ya por defecto, ya por antonomasia; si soy ignorado, dejo de existir. Si la vida pasa por mí pero no deja huella en mis letras, entonces las letras no tienen sentido alguno.
Me pasó el día haciendo preguntas y leyendo literatura 2.0 e interactuando con otros como yo. La frescura que un par de chicos ávidos de aprender algo de mí es en verdad revitalizante, por el contrario, la desvergûenza y cinismo de un grupo que ha perdido el respeto por sí mismo son devastadores. Tampoco puedo negar que el simple hecho de mancillar un trabajo impreso mal hecho con tinta roja es placentero, sin embargo, la viga en mi propio ojo no deja de atizar mis párpados cada vez que los cierro. ¿Cómo puedo juzgar la calidad de un escrito si hace mucho que no escribo nada? Ciertamente les sería de mucha mayor utilidad leer mis textos que asistir a mis clases.
Cierto es también que el bloqueo es un mito, si no escribo nada es que no tengo nada que contar al mundo o no es momento de decirlo, o tal vez que soy demasiado perezoso para sentarme frente al monitor a aporrear el teclado. No hay preocupación, o no debería. El mundo sigue girando a pesar del silencio de estas letras. Escribir es como comerse una naranja, no hay cosa más difícil que quitar la cáscara, después, todo es dulce.
De nadie ni de nada es la culpa. La besta negra de la página blanca se manifiesta como una cofradía de lucecitas y botones y colores que distraen la atención sin que uno se de cuenta. Por la noche, al poner las repeticiones de Futbol Picante no puedo evitar echarle un vistazo rápido al facebook y otro al reader. Suficiente para quitarme media hora o más de sueño, del sueño que no se recupera al dormitar en el transporte público ni al quedarse cinco minutos más escuchando la alarma sonar inexorablemente.
Aunque quizá sea culpa mía y de mi reticencia a leer mientras escribo. Es decir, en noviembre pasado pasado y muy seguramente (ojalá) en el siguiente, cuando estuve y esté envuelto en un viaje escribidero, me abstuve y me abstendré de leer lo contemporáneo y temporal para concentrarme en mis propias ideas y así no tener asideros para cuando me caiga. No pretendo ni jamás lo haré descubrir el hilo negro. Me sucede que al trabajar, no me gusta ni leer otras cosas ni escuchar música no instrumental; las letras son el motor y me llaman poderosamente la atención, aún siendo ajenas, aún siendo irrelevantes. No hay ideas originales y todas las palabras existen ya, sin embargo, es deber de un mono escribiente el ponerlas en un orden preciso. Yo soy ese mono. Mil como yo lograremos vencer a la diosa del tedio literario y al despertar, una obra en ciernes estará concebida.
Esto viene a cuento pues en las próximas semanas se dará un fallo que llevo meses esperando. Todo puede pasar y estoy preparado como desde siempre para una estrepitosa derrota, sin embargo, ahora hay una (¿o un par? ¿o un trío?) razón, no, LA MÁS PODEROSA de las razones para abogar y rezar y cruzar los dedos por que llegue. La victoria en el concurso nos dará la entrada a la mejor de las victorias, la más deseada y la más esperada.
Las galletas de pipeta vendrán por el fruto de esas letras o por el fruto de otro tipo de trabajo, pero vendrán. Con ellas, espero, llegará el torrente de ideas, pensamientos e inspiraciones que prometen hacer de nuestras letras las mejores del mundo; de nuestras manos, las más hábiles; de nuestros esfuerzos, los más eficientes, y de nuestras vidas, las más felices (rompiendo nuestro propio récord).
¡¡¡ letem bi lait !!!
martes, 29 de junio de 2010
... La página en blanco ...
Vainilla con:
amar,
bloqueo,
destino,
Fairy Goddess,
galleta,
historias,
libertad de expresión,
libros,
noviembre,
palabras
viernes, 11 de junio de 2010
... ONCE in a lifetime ...
.
Decían los antiguos que el número once es cabalístico, de buena suerte pues. No sé qué tan cierto sea eso; lo único cierto en el mundo es que ya no tengo memoria de que el once haya sido de mal augurio para mí. Al contrario. Después de todo, LO MEJOR sólo puede pasarte UNA vez en la vida, lucky fella...
Alguna vez conté que en Digital 99.3 decían que justo a la 1:11 marcada en un reloj digital debías pedir un deseo y sería cumplido. ¿Por quién? No es realmente importante, la magia residía en los tres unos con dos puntitos parpadeantes.
Hoy, once de junio, se hacen once meses del mejor día de mi vida (hasta entonces). Once meses que han hecho renacer la vida que solía pasar por mí, pero no quedarse. Once meses que, en retrospectiva, han sido el principio de lo mejor de mi vida, de nuestra vida. Quizás haya uno o dos viajes en puerta, quizás el futuro luce amenazante pero alentador y esperanzador, lleno de vida y de vida y de más vida. Once meses que se dicen fáciles y han pasado rápido, pero que nos han demostrado nuestra fortaleza inherente a nosotros mismos. Once meses en los que el amor ha crecido exponencialmente a cada instante.
No hay prisa ni viento en contra. Leí que alguien dijo una vez que cuando la persona con quien deseas pasar el resto de tu vida llega, no puedes esperar a que comience el resto de tu vida. El presente y futuro de la mía comenzó hace once meses y no puedo decir que me muero porque arranque pues cada día a su lado es una aventura, cada hora junto a ella es el cielo.
=====
Curioooosamente, el once de junio da inicio el Mundial de Futbol, con la Simulación Mexicana inaugurándolo y bueno, ya habrá tiempo para hablar de eso. Tenemos un laaaaaaargo mes (que se nos hará brevérrimo), para esperar y vivir todo lo que suceda de aquí hasta que cumplamos un año de completez y felicidad.
Ah sí, también el once de julio es la final del Mundial. Ups.
¡¡¡ letem bi lait !!!
Decían los antiguos que el número once es cabalístico, de buena suerte pues. No sé qué tan cierto sea eso; lo único cierto en el mundo es que ya no tengo memoria de que el once haya sido de mal augurio para mí. Al contrario. Después de todo, LO MEJOR sólo puede pasarte UNA vez en la vida, lucky fella...
Alguna vez conté que en Digital 99.3 decían que justo a la 1:11 marcada en un reloj digital debías pedir un deseo y sería cumplido. ¿Por quién? No es realmente importante, la magia residía en los tres unos con dos puntitos parpadeantes.
Hoy, once de junio, se hacen once meses del mejor día de mi vida (hasta entonces). Once meses que han hecho renacer la vida que solía pasar por mí, pero no quedarse. Once meses que, en retrospectiva, han sido el principio de lo mejor de mi vida, de nuestra vida. Quizás haya uno o dos viajes en puerta, quizás el futuro luce amenazante pero alentador y esperanzador, lleno de vida y de vida y de más vida. Once meses que se dicen fáciles y han pasado rápido, pero que nos han demostrado nuestra fortaleza inherente a nosotros mismos. Once meses en los que el amor ha crecido exponencialmente a cada instante.
No hay prisa ni viento en contra. Leí que alguien dijo una vez que cuando la persona con quien deseas pasar el resto de tu vida llega, no puedes esperar a que comience el resto de tu vida. El presente y futuro de la mía comenzó hace once meses y no puedo decir que me muero porque arranque pues cada día a su lado es una aventura, cada hora junto a ella es el cielo.
=====
Curioooosamente, el once de junio da inicio el Mundial de Futbol, con la Simulación Mexicana inaugurándolo y bueno, ya habrá tiempo para hablar de eso. Tenemos un laaaaaaargo mes (que se nos hará brevérrimo), para esperar y vivir todo lo que suceda de aquí hasta que cumplamos un año de completez y felicidad.
Ah sí, también el once de julio es la final del Mundial. Ups.
¡¡¡ letem bi lait !!!
Vainilla con:
amar,
apego,
Fairy Goddess,
galleta,
la extraño,
Luis,
mi bella dama,
musas
lunes, 7 de junio de 2010
... De mente abierta ...
.
Hace poco menos de un año, alguien escribió en este blog, pretendiendo humillarme o insultarme, que yo no era "un techado de virtudes". Después de darle vueltas y vueltas a un asunto que yo creía olvidado, resulta que la piel de la gente es más sensible de lo que su áspero exterior enseñaría.
Resulta que uno no puede reirse socarronamente de la gente porque llaman a sus guardias, que raudos y presurosos acuden en su defensa y exponen sus más bajos valores y espetan epítetos al objeto de su odio iguales o peores que los que real o imaginariamente ofendieron a su amo.
No es por nada en especial, sin embargo he estado pensando últimamente en las cosas que odio de internet, de facebook, de twitter, de los blogs, etc. Después de limpiar los restos de sesos del piso cuando mi cerebro estalló por la sobrecarga de información a la que fue sometido, decidí que no era nada extraño. En realidad odio del mundo virtual lo mismo que odio del mundo real. Quizá la única excepción sería que odio a los habitantes que confunden el mundo virtual con el real.
Alguna vez quise ser más activo en facebook, pero el grave déficit de cosas interesantes que comentar me lo impidió. En twitter, vaya que hay cosas interesantes y gente interesante en mi timeline. Por lo mismo, disfruto enormemente leer en orden inverso los twitts de la gente a la que sigo, la que no me sigue y la que sí; no soy partidario de utilizar twitter como mensajero, así que no suelo enviar mensajes arrobados, mucho menos retwittear cualquier babosada sólo para incluir mi propia babosada relativa. Sólo en casos excepcionales y cuando la babosada es tan grande que no puede quedarse en mi cabeza. En algún momento #Confesé que sólo utilizaba twitter para actualizar mi estado de facebook; eso fue la maldición porque la aplicación que hacía eso chafeó y no se pudo más. Ahora lo he remediado y soy igual de feliz que antes.
Me caen mal los quejicas que apelan a un patrioterismo pitero y se rasgan las vestiduras en contra del Gobierno, de Javier Aguirre, de British Petroleum, de Juan Molinar, de Eduardo Bours, etc. No hay mucho para donde hacerse, los llorones quejicas nunca van a estar a gusto con nada, si Andrés López llena el Zócalo con acarreados dirán que ellos están con él por sus ideas, no por su popularidad; si lo hace Marcelo Ebrard dirán que es un engañabobos tremendo.
Son muchas las cosas que odio de internet, pero odio lo mismo de la gente de huesos y carnita. El chisme barato, la indignación gratuita, los tarados que le mandan mensajes a los 'famosos' en twitter diciéndoles idioteces para llamar su atención, los que creen que los 'famosos' leen sus mensajes y sobre todo creen que les importa, los que tienen su timeline lleno de mensajes a otros haciéndola incomprensible, los que hablan de un solo tema, los que quieren hablar de todos los temas, los que escriben muchas idioteces y los que escriben pocas.
Odio recientemente la aplicación de facebook que publica en el muro la canción que se escucha en ese momento. ¡A nadie le importa! Si facebook proclama que una imagen vale más que mil palabras; twitter, la inmediatez del pensamiento, la irrelevancia de pensar antes en lo que se va a decir a continuación. Me he cansado de escribir en los trabajos de mis alumnos: "Piensa las frases antes de escribirlas". Pareciera que todo el mundo piensa con la cola y escribe con la ídem, pensé que era un cierto defecto de formación que se corregiría al hacerlos escribir más cada vez, pero no. Escriben como hablan, las exposiciones han sido un suplicio eterno, frases inconexas y realidades alternas en las que cada quien se entiende como se le da la gana. Los verbos parecen conjugaciones aleatorias de un retraso mental evidente. Aunque de cierta manera, tenía razón. Es un defecto de formación total, desde la cuna; no sé qué orgullo sienten los padres de mis 'estudiantes universitarios' cuando ven las calificaciones de ciertos de ellos. Es una verdadera lágrima.
Tampoco puedo negar el placer que estas experiencias me están dando, sin embargo no es lo mismo tratar de convencer a un grupo de pubertos nacidos después de 1990 (wtf! =() de los beneficioss que tendrán en su vida al saber escribir y hablar correctamente, que convencer a un grupo similar de los beneficios que una materia irrelevante les puede otorgar, sobre todo a éstos en específico que, si mi oráculo no me engaña, la inmensa mayoría desertará o trabajará manejando un bicitaxi, poniendo uñas francesas o dando clases en esta misma universidad. Doh!
¡¡¡ letem bi lait !!!
Hace poco menos de un año, alguien escribió en este blog, pretendiendo humillarme o insultarme, que yo no era "un techado de virtudes". Después de darle vueltas y vueltas a un asunto que yo creía olvidado, resulta que la piel de la gente es más sensible de lo que su áspero exterior enseñaría.
Resulta que uno no puede reirse socarronamente de la gente porque llaman a sus guardias, que raudos y presurosos acuden en su defensa y exponen sus más bajos valores y espetan epítetos al objeto de su odio iguales o peores que los que real o imaginariamente ofendieron a su amo.
No es por nada en especial, sin embargo he estado pensando últimamente en las cosas que odio de internet, de facebook, de twitter, de los blogs, etc. Después de limpiar los restos de sesos del piso cuando mi cerebro estalló por la sobrecarga de información a la que fue sometido, decidí que no era nada extraño. En realidad odio del mundo virtual lo mismo que odio del mundo real. Quizá la única excepción sería que odio a los habitantes que confunden el mundo virtual con el real.
Alguna vez quise ser más activo en facebook, pero el grave déficit de cosas interesantes que comentar me lo impidió. En twitter, vaya que hay cosas interesantes y gente interesante en mi timeline. Por lo mismo, disfruto enormemente leer en orden inverso los twitts de la gente a la que sigo, la que no me sigue y la que sí; no soy partidario de utilizar twitter como mensajero, así que no suelo enviar mensajes arrobados, mucho menos retwittear cualquier babosada sólo para incluir mi propia babosada relativa. Sólo en casos excepcionales y cuando la babosada es tan grande que no puede quedarse en mi cabeza. En algún momento #Confesé que sólo utilizaba twitter para actualizar mi estado de facebook; eso fue la maldición porque la aplicación que hacía eso chafeó y no se pudo más. Ahora lo he remediado y soy igual de feliz que antes.
Me caen mal los quejicas que apelan a un patrioterismo pitero y se rasgan las vestiduras en contra del Gobierno, de Javier Aguirre, de British Petroleum, de Juan Molinar, de Eduardo Bours, etc. No hay mucho para donde hacerse, los llorones quejicas nunca van a estar a gusto con nada, si Andrés López llena el Zócalo con acarreados dirán que ellos están con él por sus ideas, no por su popularidad; si lo hace Marcelo Ebrard dirán que es un engañabobos tremendo.
Son muchas las cosas que odio de internet, pero odio lo mismo de la gente de huesos y carnita. El chisme barato, la indignación gratuita, los tarados que le mandan mensajes a los 'famosos' en twitter diciéndoles idioteces para llamar su atención, los que creen que los 'famosos' leen sus mensajes y sobre todo creen que les importa, los que tienen su timeline lleno de mensajes a otros haciéndola incomprensible, los que hablan de un solo tema, los que quieren hablar de todos los temas, los que escriben muchas idioteces y los que escriben pocas.
Odio recientemente la aplicación de facebook que publica en el muro la canción que se escucha en ese momento. ¡A nadie le importa! Si facebook proclama que una imagen vale más que mil palabras; twitter, la inmediatez del pensamiento, la irrelevancia de pensar antes en lo que se va a decir a continuación. Me he cansado de escribir en los trabajos de mis alumnos: "Piensa las frases antes de escribirlas". Pareciera que todo el mundo piensa con la cola y escribe con la ídem, pensé que era un cierto defecto de formación que se corregiría al hacerlos escribir más cada vez, pero no. Escriben como hablan, las exposiciones han sido un suplicio eterno, frases inconexas y realidades alternas en las que cada quien se entiende como se le da la gana. Los verbos parecen conjugaciones aleatorias de un retraso mental evidente. Aunque de cierta manera, tenía razón. Es un defecto de formación total, desde la cuna; no sé qué orgullo sienten los padres de mis 'estudiantes universitarios' cuando ven las calificaciones de ciertos de ellos. Es una verdadera lágrima.
Tampoco puedo negar el placer que estas experiencias me están dando, sin embargo no es lo mismo tratar de convencer a un grupo de pubertos nacidos después de 1990 (wtf! =() de los beneficioss que tendrán en su vida al saber escribir y hablar correctamente, que convencer a un grupo similar de los beneficios que una materia irrelevante les puede otorgar, sobre todo a éstos en específico que, si mi oráculo no me engaña, la inmensa mayoría desertará o trabajará manejando un bicitaxi, poniendo uñas francesas o dando clases en esta misma universidad. Doh!
¡¡¡ letem bi lait !!!
Vainilla con:
arte,
internet,
Luis,
odio a la gente,
que plantón
martes, 1 de junio de 2010
... Words of wisdom ...
.
Me he evitado por todos los medios leer o ver o escuchar o algo sobre el par de conciertos que Paul McCartney, reseñas, críticas, podcasts, programas de televisión, etc. Todo esto, claro, después de haber vivido una de las experiencias más sui generis de la vida. No es por nada, pero las sesenta mil personas menos una que vieron al músico bajo la lluvia (las personas, no el músico) me vienen valiendo reverenda sombrilla. Era un mundo subpluvial en el que sólo cabíamos dos. Una especie de burbuja parejera que nos aislaba, a ella y a mí y nos inundaba de melodiosos temas interpretado por el más grande de los Beatles vivientes.
El hombre que regrababa las canciones después de que sus felas escarabajos salían del estudio para cambiar un par de notas que no le parecían, tocando cada uno de los instrumentos con la misma o mayor maestría que los ejecutantes originales.
El pasado viernes, el concierto en el mejor escenario en el peor lugar (el caos a la salida lo demostró) distaba un par de horas de comenzar cuando mi amor de mi vida mía de mí y yo llegamos sin tráfico y con expectativa de lluvia. Parecía que llovería, aunque las nubes sobre el Foro Helios, traviesas, se contoneaban al ritmo de la música amenizadora de la espera; iban y venían asustando a más de un gremlin que se paseaba entre los pasillos de la sección platino. Nada más que sillas de fiesta cubiertas por una módica bolsa de plástico destinada a hacer las veces de impermeable cuando Tláloc hiciera su triunfal aparición para llorar a los caídos y emocionarse con las leyendas.
La luz natural se acababa y mientras la espera se volvía desespera, mi mente volaba dieciséis o diecisiete años en el pasado cuando mi madre quería que yo aprendiera a tocar la guitarra. Recuerdo perfectamente mi primera guitarra, café de atrás y amarilla de adelante, con cuerdas de metal que me lasrimaban mis dedecitos. Yo le decía a mi santa madre de todos los ángeles que no quería ir a clases de guitarra, que mis dedecitos regordetes sufrían, primero al cargar un pesado estuche negro de mafioso y segundo, al inmolarse con tan agresivas cuerdas de lámina filosa. "Voy porque tú quieres, no porque yo lo desee", siempre era mi respuesta. Mi madre solía callarme la trompa con una simple frase: "Tienes que aprender para que le cantes a tu papá Let it be". ¡Sopas!
Let it be era justamente la canción que me estaban enseñando. He de decir ahora que el profesor de guitarra no era para nada bueno, es decir, tocaba muy bien (la guitarra) pero no enseñaba muy bien a tocar (la guitarra). Todo lo que aprendí en el tiempo que fui a clases fue a pisar ciertas cuerdas en ciertos espacios con los dedos de la mano izquierda y a pellizcar con el dedo índice y el dedo mayor de la mano derecha la cuerda correspondiente en el agujero... y las notas se iban por el agujerooooo. Aprendí la melodía de Let it be, las mañanitas, Yesterday y ya. Las he olvidado ahora, así como olvidé el Himno a la alegría y Martinillo.
Mi padre, en ese entonces recién separado y divorciado de mi mamá, era demasiado joven como para haber sido fans de The Beatles en su apogeo, aprendió a escucharlos por sus hermanos mayyores, me imagino. Yo me acuerdo del disco blanco que nunca escuché en acetato, pero sobre todo de Sgt. Peppers con su portada multicolor y su reverso con las letras de las canciones y Paul de espaldas. Recuerdo sobre todo mi canción favorita de ese disco: She's leaving home... canción que a nadie le gusta, o al menos nadie le presta atención jamás, pero que tiene la letra más desgarradora que un padre pudiera escuchar. Entonces yo estaba lo más lejano que se pudiera a la posibilidad siquiera de ser papá. Ahora, el momento está cerca, y esa canción me parte el alma más que nunca.
Lo único que tenía claro es que desde siempre he sabido que la canción favorita de la vida de mi papá fue precisamente Let it be. Mis daddy issues volaban y se entregaban al maremoto de abrazos con Astrid y notas con Paul y palabras y luces tintileantes y agua cayéndome en el rostro y agua saliendo de mis ojos (verdes, hermosos).
Las luces se apagaron, Paul McCartney se sentó al piano y los acordes universales comenzaron. Tun tuntuntun "When i find myself in times of trouble...". El chillido de la muchedumbre (aaaaaaaah) se escuchaba a lo lejos, pero yo sólo miraba al hombre de casi setenta años, casi nada encorvado ante el majestuoso piano cantando, sintiendo. En ese momento, las palmas de mis manos se abrieron, mi mirada se dirigió al cielo desde donde caían las lágrimas de mi padre por saber que yo estaba ahí, quizá cumpliendo uno de sus sueños o quizá no, pero estaba escuchando su canción favorita de la propia voz del autor y siendo ejecutada por sus propias manos. Me rendí, mi garganta se abrió y las estrofas salieron como si no fuera yo quien las cantara. Y no era, o en parte.
Solamente me faltan siete años para tener la edad que tenía mi papá cuando se murió. No sé de qué manera medir mi vida comparada con la suya, acaso no lo quisiera tampoco; lo que sí sé es que aunque no sea ni la mitad del hombre que puedo llegar a ser, sí soy muchísimo más del doble del hombre que era hasta hace un año. No debo cargar el mundo sobre mis hombros y sin embargo no me pesa ni me pesará jamás hacerlo, por ella, por ellos. Las noches solitarias están a punto de acabar y toda la completez que siento en mi pecho se multiplicará exponencialmente.
Terminó Let it be y el silencio se rompió con un atronador aplauso que no pudo sacarme de mis pensamientos. Astrid estaba junto a mí, cómo desde siempre debió haber sido y como siempre será. Cerró los ojos, y entonces la besé ...
¡¡¡ letem bi lait !!!
Me he evitado por todos los medios leer o ver o escuchar o algo sobre el par de conciertos que Paul McCartney, reseñas, críticas, podcasts, programas de televisión, etc. Todo esto, claro, después de haber vivido una de las experiencias más sui generis de la vida. No es por nada, pero las sesenta mil personas menos una que vieron al músico bajo la lluvia (las personas, no el músico) me vienen valiendo reverenda sombrilla. Era un mundo subpluvial en el que sólo cabíamos dos. Una especie de burbuja parejera que nos aislaba, a ella y a mí y nos inundaba de melodiosos temas interpretado por el más grande de los Beatles vivientes.
El hombre que regrababa las canciones después de que sus felas escarabajos salían del estudio para cambiar un par de notas que no le parecían, tocando cada uno de los instrumentos con la misma o mayor maestría que los ejecutantes originales.
El pasado viernes, el concierto en el mejor escenario en el peor lugar (el caos a la salida lo demostró) distaba un par de horas de comenzar cuando mi amor de mi vida mía de mí y yo llegamos sin tráfico y con expectativa de lluvia. Parecía que llovería, aunque las nubes sobre el Foro Helios, traviesas, se contoneaban al ritmo de la música amenizadora de la espera; iban y venían asustando a más de un gremlin que se paseaba entre los pasillos de la sección platino. Nada más que sillas de fiesta cubiertas por una módica bolsa de plástico destinada a hacer las veces de impermeable cuando Tláloc hiciera su triunfal aparición para llorar a los caídos y emocionarse con las leyendas.
La luz natural se acababa y mientras la espera se volvía desespera, mi mente volaba dieciséis o diecisiete años en el pasado cuando mi madre quería que yo aprendiera a tocar la guitarra. Recuerdo perfectamente mi primera guitarra, café de atrás y amarilla de adelante, con cuerdas de metal que me lasrimaban mis dedecitos. Yo le decía a mi santa madre de todos los ángeles que no quería ir a clases de guitarra, que mis dedecitos regordetes sufrían, primero al cargar un pesado estuche negro de mafioso y segundo, al inmolarse con tan agresivas cuerdas de lámina filosa. "Voy porque tú quieres, no porque yo lo desee", siempre era mi respuesta. Mi madre solía callarme la trompa con una simple frase: "Tienes que aprender para que le cantes a tu papá Let it be". ¡Sopas!
Let it be era justamente la canción que me estaban enseñando. He de decir ahora que el profesor de guitarra no era para nada bueno, es decir, tocaba muy bien (la guitarra) pero no enseñaba muy bien a tocar (la guitarra). Todo lo que aprendí en el tiempo que fui a clases fue a pisar ciertas cuerdas en ciertos espacios con los dedos de la mano izquierda y a pellizcar con el dedo índice y el dedo mayor de la mano derecha la cuerda correspondiente en el agujero... y las notas se iban por el agujerooooo. Aprendí la melodía de Let it be, las mañanitas, Yesterday y ya. Las he olvidado ahora, así como olvidé el Himno a la alegría y Martinillo.
Mi padre, en ese entonces recién separado y divorciado de mi mamá, era demasiado joven como para haber sido fans de The Beatles en su apogeo, aprendió a escucharlos por sus hermanos mayyores, me imagino. Yo me acuerdo del disco blanco que nunca escuché en acetato, pero sobre todo de Sgt. Peppers con su portada multicolor y su reverso con las letras de las canciones y Paul de espaldas. Recuerdo sobre todo mi canción favorita de ese disco: She's leaving home... canción que a nadie le gusta, o al menos nadie le presta atención jamás, pero que tiene la letra más desgarradora que un padre pudiera escuchar. Entonces yo estaba lo más lejano que se pudiera a la posibilidad siquiera de ser papá. Ahora, el momento está cerca, y esa canción me parte el alma más que nunca.
Lo único que tenía claro es que desde siempre he sabido que la canción favorita de la vida de mi papá fue precisamente Let it be. Mis daddy issues volaban y se entregaban al maremoto de abrazos con Astrid y notas con Paul y palabras y luces tintileantes y agua cayéndome en el rostro y agua saliendo de mis ojos (verdes, hermosos).
Las luces se apagaron, Paul McCartney se sentó al piano y los acordes universales comenzaron. Tun tuntuntun "When i find myself in times of trouble...". El chillido de la muchedumbre (aaaaaaaah) se escuchaba a lo lejos, pero yo sólo miraba al hombre de casi setenta años, casi nada encorvado ante el majestuoso piano cantando, sintiendo. En ese momento, las palmas de mis manos se abrieron, mi mirada se dirigió al cielo desde donde caían las lágrimas de mi padre por saber que yo estaba ahí, quizá cumpliendo uno de sus sueños o quizá no, pero estaba escuchando su canción favorita de la propia voz del autor y siendo ejecutada por sus propias manos. Me rendí, mi garganta se abrió y las estrofas salieron como si no fuera yo quien las cantara. Y no era, o en parte.
Solamente me faltan siete años para tener la edad que tenía mi papá cuando se murió. No sé de qué manera medir mi vida comparada con la suya, acaso no lo quisiera tampoco; lo que sí sé es que aunque no sea ni la mitad del hombre que puedo llegar a ser, sí soy muchísimo más del doble del hombre que era hasta hace un año. No debo cargar el mundo sobre mis hombros y sin embargo no me pesa ni me pesará jamás hacerlo, por ella, por ellos. Las noches solitarias están a punto de acabar y toda la completez que siento en mi pecho se multiplicará exponencialmente.
Terminó Let it be y el silencio se rompió con un atronador aplauso que no pudo sacarme de mis pensamientos. Astrid estaba junto a mí, cómo desde siempre debió haber sido y como siempre será. Cerró los ojos, y entonces la besé ...
¡¡¡ letem bi lait !!!
Vainilla con:
apego,
arte,
blog-me-do,
canción,
existencia,
Fairy Goddess,
hombres,
la extraño,
Luis,
musical,
nostalgia,
Pablo,
recuerdos,
universo
Suscribirse a:
Entradas (Atom)