martes, 20 de abril de 2010

... Yo a ti ...

.


No quiero quemar mucho del texto que me ha inspirado a escribir esta entrada, en parte porque la autora no sabe que lo estoy citando, además de que (espero) será uno de los trancazos al alma en la próxima edición de Blog me do. Es un texto triste que me arrancó un sollozo y me anudó la garganta por un momento, sin embargo tiene una frase que, como flashback me atacó y retumbó en mi historia:

"... reías cuando sabías que mi "Y-yo-a-ti" significaba estar acompañada. Y que estabas, aun así, tan seguro de mi amor por ti."


Y yo a ti.

Por mucho tiempo, desde que en mis entrañas se siente ese extraño calorcito que te empuja a decir "te amo", me fastidió la existencia la frase subsecuente: "y yo a ti".

No estoy seguro de qué tanto sea cosa mía y qué tanto sea influencia del conocido y bien-amado gag de las series y películas estadounidensianas. Ya saben, el chico o la chica que se anima a decir "te amo" antes que el otro y recibe como respuesta un simple "gracias", o un seco beso en los labios, o un grosero "nos vemos después", o un mercantilista "¿cuánto te debo?". La semana pasada vi en una de mis series favoritas, en el capítulo de estreno, el cuasi-final de la pareja paradójica protagónica, porque el nerd irredento le dice a la mesera rubia aspirante a actriz que la ama, recibiendo un puñetazo justo enmedio de los lentes disfrazado de "gracias".

Dicen que en mi vida petaca he sido un tanto cuanto ligero a la hora de hablar de mis sentimientos. Dicen que siempre había tendido a exagerar los cosquilleos que me provocaban ciertos expecímenes del sexo opuesto con el sexo dispuesto, o no. Mi pretexto era que las quería a todas por igual y no podría haber dicho sensatamente si esa punzada en el ego era necesariamente amor, deseo, fraternidad o calentura. Por tanto dicen y dicen bien que en el pasado, las palabras "te amo" salían con singular alegría de mis labios listas para estrellarse en la cara de la primera mujer que estuviera dispuesta a guiñarme el ojo o a encerrarme entre sus muslos. También solía creer que tenían razón los que afirmaban que un "te amo" en la cama tiene la misma validez que un gemido de placer. Perhaps.

Por eso me retumbaba en mis centros el recibir como respuesta "y yo a ti". Por eso, después de cada encuentro o cada llamada telefónica que terminaba con un "y yo a ti", me hacía la promesa rompible a mí mismo de que en el futuro próximo, contendría mis "te amo" para mí y me los reservaría para esgrimirlos en forma de "y yo a ti" si la interfecta se animaba a decirlo primero. Sobra decir que fallé miserablemente en todas y cada una de las oportunidades.

Para mí, el hecho de pronunciar las palabras era un himno melódico, un "te amo" en mi voz tendría la sonoridad del latir de mi propio corazón, ¿por qué no habría de esperar el recibir una muestra sonora del latido que me acompañaba? ¿No debería haber esperado sincronía? ¿No debería esperar reciprocidad?

Todas esas respuestas llegaron a mí hace nueve punto tres meses, cuando mis labios mordisqueaban cartílago auditivo para no soltar palabras, y mis manos apretujaban piel y sábanas, cuando ella se mordía la lengua y repetía que estaba a punto de soltar una estupidez. No lo era, obviamente. Era la sensación vívida de un corazón con su símil a punto de explotar.

Ese día, así como cada uno de los que le han seguido hasta ahora, me di cuenta de que lo importante no son las palabras que se pronuncian. Cuando a flor de piel se lleva la certeza de lo que ha sido eterno, lo mismo da un "te amo" que un "te quiero" que un guiño o que un "y yo a ti". Retórica. No es la métrica con la que sus labios perfectos de corazón recitan las palabras, sino el fuego que se filtra a través de sus párpados cerrados o el calor que irradia cuando me mira y me dice que me ama, aun sin palabras.

He amado y me han amado, de eso no tengo duda, y aunque suene a eufemismo desatado por la serotonina, es verdad: un "te amo" dirigido a ella no tiene punto de comparación con cualquier otro que haya pronunciado jamás. Un "te amo" o un "y yo a ti" recibido de su voz es la música más tierna que he escuchado nunca, es saber que el cielo existe y que está aquí, junto a mí, dormida entre mis brazos por momentos en espera del gran día en el que nuestros sueños ya no se separen para dormir.

Hoy no me molesta el "y yo a ti". Hoy no podría ni siquiera imaginar callar mis "te amo". Hoy, al leer el texto que les compartiré próximamente (lo prometo), pude por fin poner palabras a esa sensación de paz, por saber que el amar de verdad no significa esperar una respuesta, sino darla, aunque no haya habido una pregunta de por medio.

Aunque la pregunta tácita siempre es: "¿Me vas a amar toda la vida?"

Obvio sabes la respuesta.

5...2...1...




¡¡¡ letem bi lait !!!

3 comentarios:

Dib dijo...

¡No mamar!
¡Pero qué buen post! Desde aquí, en este momento uso toda la autoridad y el peso que tengo como miembro de la comunidad de Blog Me Do para proponer que este texto aparezca en la revista, pero ipso-facto.

He dicho.

Tal vez me gustó tanto porque me identifiqué tanto contigo...

mO* dijo...

¡me gusta, me gusta, me gusta, me gusta!

Elphaba dijo...

¡Yo a ti! ¡Yo a ti! ¡Yo a ti! ¡Yo a ti! ¡Yo a ti! ¡Yo a ti! ¡Yo a ti! ¡Yo a ti! ¡Yo a ti! ¡Yo a ti! ¡Yo a ti! ¡Yo a ti! ¡Yo a ti! ¡Yo a ti! ¡Yo a ti! ¡Yo a ti! ¡Yo a ti!

¡SIEMPRE!

Je t'aime!!

Related Posts with Thumbnails

... Gracias Dios por los dones que voy a recibir ...