miércoles, 24 de marzo de 2010

... Todos los huevos en la misma canasta ...

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Una interesante filosofía (whatever that means) es andar por la vida suponiendo y presuponiendo que todos los demás son bien pendejos hasta que demuestren lo contrario. Sí funciona, y funciona muy bien de hecho.

Y no es difícil, en realidad basta con ver más que las caras, los gestos de la gente que camina por la calle, o que entra al metro cual sanguijuela en busca de un incómodo espacio donde posar sus almorranas; las profundas muecas de miserabilidad que pone la gente cuando espera el autobús, cuando hace fila en un starbucks o cuando sale del cajero automático volteando para todos lados.

Contadas son las excepciones a la regla. Ese tipo de personas, sin importar el sexo, la edad o la cara de pendejos que seguramente tienen, te impactan. Dejan una huella profunda en el subconsciente al verlos por primera vez. La primera impresión jamás se olvida, dicen. Es el tipo de persona que no necesita demostrar que de pendejo sólo tiene la cara, pues en realidad es un gran anti-pendejo. O algo así. Química, puede ser.

Se nos dice desde pequeños que no juzguemos un libro por su portada, pero no se nos explica cómo es que vamos a elegirlo sin ver su presentación. Aquí es donde todo el contexto pierde su congruencia y comienzo a decir disparates. No está padre la teoría de la hiper-pendejibilidad; su única ventaja es que si no mantienes expectativas sobre la gente, éstos no te decepcionan, eso es un hecho.

Las personas, gracias a su falible condición humana, son pendejos por naturaleza. Repito, yo tiendo a pensar que todos lo son hasta que demuestren lo contrario. Es sencillo, el que nada debe, nada teme; el que nada sabe, nada demuestra. El que nada sabe, sirve para reirse un rato de él, pero eventualmente será desechado. Uno que ha demostrado a fuerza de grandeza su falta relativa de pendejez, será acreedor a un sitio en el Olimpo de mis admiraciones. No tengo que decir que admiro a tan pocos...

Integralmente hablando, digo. Tengo un amigo que es el mejor en lo que hace, bueno, no, aún no, pero es joven y talentoso y no tengo duda de que será grande entre los grandes. No soy un melómano aferrado yo, pero mi amigo es el mejor músico que he conocido. Lo admiro por eso. Sin embargo, por otro lado, es un ñoño inenarrable que siente un miedo atroz de hablarle a cualquier mujer que se le ponga enfrente. No es feo, es alto y delgado como el papá de Stuart Little Gregory House hace veinte años. Ahora que comienza a ser famosón y conocidín, no le faltan fanses y groupies, sin embargo, él permanece impávido.

Suelo pelearme con mi madre porque ella es una feroz defensora de Daniel Coleman y su payasada esa de "Inteligencia emocional". Yo clamo y reclamo que es una reverenda invención para vender libros y adiestrar mentecillas. Aunque a veces, casos extremos como el de mi amigo me hacen dudar. Pero no.

El conocer a las personas por sus letras es distinto. pero esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión ...

No hay manera, no hay conclusión y no hay forma de librarse de la pendejez humana. Dios es listillo y sabe que no puede poner todos sus huevos en la misma canasta, sobre todo una canasta que pasa demasiado tiempo colgada del brazo de ese gran pendejo que es el hombre ...



¡¡¡ letem bi lait !!!

2 comentarios:

la chida de la historia dijo...

Y estoy tan de acuerdo contigo...

ya extrañaba leerte por aquí... =(

Abrazos, hermanaco!

Elphaba dijo...

Mmmm...

No, pues sí, los huevos...

Y los pendejos...

Y la inteligencia...esteee emocional...

¿Papas?

Creo que este post lo escribiste para ordenar tus ideas ¿verdad?

¡Ja! Bueno, ¡de todas formas me gustó!

Je t'aime!

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