Aunque no todos entendamos de economía ni sepamos leer los indicadores de la sección de finanzas de los periódicos, a todos nos afecta la situación actual. Quizá sea una profunda recesión mundial, un error de cualquier mes del año o un simple catarrito a la economía nacional, pero lo que pasa en realidad es que nuestro bolsillo resiente todos y cada uno de los movimientos que tal vez no alcanzamos a entender.
Se nos repite por la televisión o por el radio que hay que comprar los productos “Hechos en México”, sin embargo no se nos explica el porqué. Muchas veces los productos mexicanos son más caros que los importados o son de menor calidad o tienen nombres menos bonitos.
Todos sabemos de cierto que la decisión de compra es individual y aunque haya toneladas de publicidad bombardeando nuestros sentidos en todo momento y en todo lugar, al final, en la tienda, frente al anaquel, estamos solos. ¿Qué nos hace decidir entre un producto y otro? No es cuestión de malinchismo ni tampoco de chovinismo. No hay que confundirnos.
En términos de mercado, los mexicanos somos irracionalmente fieles a nuestras marcas favoritas, es muy difícil que cambiemos “sólo por probar”. Los que han estado acostumbrados a consumir marcas extranjeras pensarán que son lo mejor y no comprarán los productos hechos en México, por el contrario, quien creció con una idea nacionalista preferirá los productos nacionales sin siquiera dudarlo, incluso sin saber si se pierde de mayores beneficios o servicios que una marca internacional pudiera ofrecerle.
Hablando de tecnología no hay mucho para donde hacerse, es cierto que existen armadoras de computadoras nacionales pero los componentes y partes son en su mayoría de procedencia extranjera. Una interesante analogía nos lleva a un ejemplo muy preciso:
Jugando al adivino, ¿qué pasaría si de pronto todos los mexicanos dejaran de consumir coca-cola para tomar solamente refrescos Lulú? Es divertido adivinar el resultado: Refrigeradores atiborrados de coca-cola porque sencillamente ya no se vende, las embotelladoras comienzan a cerrar rutas despidiendo a parte de su personal, la producción decrece y muchos obreros pierden también su trabajo, la bola de nieve alcanza al corporativo que decide retirar todas sus inversiones en el país al tener cero pesos de entrada de efectivo. Refrescos Lulú, por el otro lado, se enfrentaría a un desabasto sin precedentes en su historia declarándose incompetente para satisfacer la demanda, simple y sencilalmente explotaría. Seguramente esto nunca pasará y los escenarios que planteo estarían totalmente equivocados, sin embargo nos revela una situación para considerar.
Es cierto que parte de los ingresos que genera la venta de coca-cola en nuestro país se va a Estados Unidos. Pero también es cierto que el proceso de producción del refresco en México crea muchísimos empleos directos e indirectos, además de que su demanda inagotable no puede ser más que saludable para el mercado.
El consumir productos mexicanos ayuda a que todo el flujo de capital que se mueve con cada transacción permanezca en el país. Muchas naciones lo han experimentado en tiempos de guerra o crisis, no descuidaron su mercado interno y su economía se mantuvo activa.
Repito, no es malinchismo el pensar que una marca extranjera es mejor que una mexicana -lo es pensar que todas lo son, eso sí-, pero sí es chovinismo el asegurar contra toda prueba que una marca mexicana, por el simple hecho de serlo debe ser privilegiada sobre cualquier otra. Ambos extremos son malos. No debemos tolerar la venta de productos deficientes, sean nacionales o extranjeros; un buen producto siempre será un buen negocio para todos los involucrados.
Corresponde a los consumidores comparar, informarse, decidir su compra en valores de calidad, precio y servicio, no dejarse llevar solamente por el nombre o procedencia de algún producto. Lo mejor para comenzar a reactivar la maltrecha economía de un país es que la gente no deje de consumir.
Yo, por mi parte, pienso que un trio de McDonald’s no le llega ni a los talones a un buen plato de pozole acompañado por un sidral. Pero ese soy yo, ¿y ustedes?
Originalmente publicado el 16 de noviembre de 2009 en El Universal.
¡¡¡ letem bi lait !!!
2 comentarios:
Sssss... Editor.
Me cae que soy tu ídolo. (No, no me equivoqué, YO soy tu ídolo).
Por cierto, a mi no me gusta el pozole, pero tampoco me gustan las hamburguesas de McDonald's.
Preeeesumido!!
XD
Eso es todo partner!!!
Yo actualmente sólo voy a McDonalds por mi Mcflurry, de ahí en más, wacala cualquier comida rápida de los centros comerciales....
Bueno, el sushi tiene sus pros de vez en vez jijiji.
Saludos!
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