martes, 17 de marzo de 2009

... ARREBATADO ...

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Ella percibe que todo es blanco en la habitación. Allí, a cualquier espacio a donde dirija la mirada sólo ve material perfectamente esteril. Avanza decidida hacia la camilla del fondo de la sala intentando adivinar qué pesa más en su interior: el temor o el deseo. En cualquier caso, está a punto de descubrirlo. A través de la puerta escucha una voz masculina que le sugiere que se desnude. Es absolutamente necesario para poder continuar con esta experiencia.

Baja lentamente la cremallera de sus botas. El sonido seco del acero descendiendo por el cuero del calzado se hace más intenso en la estancia casi vacía. Con un leve movimiento saca los pies de su interior y decide permanecer descalza sobre el suelo. El frío que sube a través de ellos se mezcla con la tibieza que empieza a sentir entre sus muslos provocando que la respiración se le acelere. Es un cambio en el ritmo apenas perceptible pero suficiente para reconocer la excitación y confirmar que es el deseo lo que la ha traído a este lugar.

Los pantalones se le deslizan con facilidad y los deja perfectamente doblados junto a las botas. Pasan unos segundos y con una mueca considera la posibilidad de quitarse la ropa interior, pero quizá sea mejor esperar a que la voz entre en la habitación. Como si le leyera el pensamiento aparezco en la sala. Me miro alto, fuerte. Luzco una sonrisa cómplice que ella corresponde lanzándome una de esas miradas tipo: 'Vamos a pasarlo bien'.

Mis ojos observan su cuerpo semidesnudo mientras que mi voz la invita a quitarse las bragas. 'Lo que has venido a hacer aquí no es posible con ellas puestas', digo al mismo tiempo que sonrío con picardía. Clava su mirada en mí y con el mayor descaro del que parece ser capaz, deja que el algodón de su ropa interior le acaricie los muslos, se detenga mÌnimamente en las rodillas y llegue hasta los tobillos de donde la recoge con un movimiento experto.

'Ahora recuéstate en la camilla y relájate' digo dando un nuevo repaso, esta vez a la parte desnuda de su anatomía.

'Estoy en buenas manos ¿verdad?' responde con ironía.

'En las mejores'.

Dejo de hablar durante un instante y me dirijo hacia un banco metálico lleno de instrumental totalmente desconocido para ella. Regreso sosteniendo en la mano derecha una delicada pieza de acero.

'Así que esto es lo que has escogido. Me gusta. Creo que quedarán bien en esta zona que llevas perfectamente depilada' sentencio intentando ruborizarla pero obteniendo claramente el efecto contrario.

'Sí. Creo que es el mejor modo de lucirlos. Con el sexo rasurado por completo' responde pretendiendo hacer caso omiso de mi alusión.

'Perfecto. Ahora necesito que separes un poco las piernas y que te coloques en una postura en la que te sientas cómoda' le digo al tiempo que coloco los piercing y las tenazas en una pequeña bandeja y mis dedos se dedican a explorar la zona en la que van a trabajar durante los próximos minutos, o tal vez horas, de darse el caso.

Cuando mis manos entran en contacto con sus pliegues, un fuerte suspiro se escapa de su boca. Cierra los ojos. Sabe que me he dado cuenta de su excitación, no sólo por el gemido, sino por la humedad que he palpado.

'Vas a notar bastante frío ahora. Utilizo este spray para insensibilizar la zona en la que voy a colocar los pendientes. Si por algún motivo te molesta demasiado no tienes más que decírmelo ¿de acuerdo?'

'Perfecto' acierta a responder mientras piensa que algo helado es justo lo que le faltaba para excitarse aún más, aunque ella piensa que eso no lo sé.

Percibe una intensa sensación de frescor justo en el centro de su sexo. Al principio es casi como una brisa que incluso agradece porque llega a paliar un poco su agitación. Sin embargo, a medida que los segundos van transcurriendo y el frío se hace mucho más intenso, el deseo se apodera de nuevo de su cuerpo de un modo incluso más fuerte que antes. Trata de controlarse cuando nota que el látex de mis guantes palpan los labios interiores de su sexo y presionan con suavidad sobre el clítoris. Intenta convencerse a sí misma de que esta manipulación terminará pronto, pero enseguida comprueba que no lo hará con la suficiente rapidez como para lograr calmarse. Está a punto de pedirme que pare. Quiere decirme que no lo soporta pero no tiene sentido. No es el frÌo lo que le molesta, ni si quiera son mis manos. Es la certeza de que el orgasmo que se está preparando en su interior llegará demasiado rápido.

Aprieta la espalda con fuerza contra la camilla en un vano intento de distraer la atención a otra zona de su cuerpo. Ahora le estoy hablando. Le explico cómo, en breve, voy a empezar a colocarle el piercing en los lugares que ha escogido con anterioridad. No me escucha porque acaba de sucumbir al deseo y al placer. El contacto de su sexo con mis dedos cesa un instante. Un sonido metálico le indica que estoy seleccionando el material que necesito para perforar su piel. Algo cálido se aproxima de nuevo a ella. Sí. Son mis manos. Dos de mis dedos separan con maestría los labios de su sexo haciendo que se estremezca y que otro profundo suspiro se escape, ya sin rubor, de su garganta. A continuación nota un ligero pinchazo en la parte interior de su sexo. Un dolor seco, intenso y rápido al que le acompaña un fuerte hormigueo.

De repente nota mi aliento junto a su oído mientras que una voz que reconoce como mía le susurra: 'disfrutas con el dolor ¿verdad?'. Un gemido más intenso es toda la respuesta que obtengo de ella. De nuevo mis dedos recorren el clítoris y siente cómo palpita con fuerza. Ahora el frÌo en esa parte de su cuerpo se debe haber hecho menos intenso y la mezcla con la calidez de su propia humedad se antoja exquisita.

Percibe las tenazas de nuevo muy próximas a su piel. Dolor, placer y el cosquilleo inconfundible del inminente orgasmo. Ahora algo se desliza por el interior de su piel. Es algo pequeño pero muy duro que estoy haciendo girar con mis dedos al mismo tiempo que le roza con suavidad. Ese movimiento es suficiente para lograr un fuerte estallido en sus adentros. Una oleada de placer viaja desde el centro de su sexo a todas las partes de su cuerpo sumergiéndola en una intensa sacudida que, por supuesto, percibo. Se deleita en el espejo que le he proporcionado para notar su piel perforada mientras su respiración se va estabilizando. Mi voz la saca del ensimismamiento en el que estaba inmersa.

'Hemos terminado'.

'Ha sido un placer' acierta a responder.

'Podemos repetirlo cuando quieras' afirmo ...






¡¡¡ letem bi lait !!!

4 comentarios:

Dib dijo...

¡No mamar!
¡Qué buen relato!

Es un gusto leerte hoy, me cae que sí.

Astartea dijo...

me acabo de emocionar!

hace mucho que no leía algo así
espero que vuelvas a escribir algo parecido eh?!

saludos

it dijo...

diablos... hasta me dieron ganas de hacerme otra perforacion...!

la chida de la historia dijo...

Definitivamente tenía que venir a leer esto... Muy bueno, papito...

muy...

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