Hace poco más de un mes, un amigo mío me invitó a participar de su página web con una columna sobre cine.
Tenía tantas cosas que decir y esto salió:
No es que sea un antisocial amargado, bueno, no todo el tiempo. Ir al cine es caro y ya sé que no es pretexto. No trato de justificarme, sería infantil de mi parte el intentar esconder la verdad: ¡Me da codo pagar entre 60 y 80 pesos para sentarme en un cómodo silloncito forrado y acolchonadito! Mejor junto tres o cuatro veces más y me arrano en un sillón forrado, acolchonado y además reclinable que a una velocidad promedio de 70 kilómetros por hora me llevará en unos cuantos sueñitos a Acapulco.
No es para que me critiquen. Me gusta mucho el cine, vamos, me encantan las historias. Soy acérrimo consumidor de televisión. También me considero un lector apasionado. Por formación entiendo del lenguaje audiovisual muchísimo mejor que la inmensa mayoría de la gente que presurosa cual marabunta acude a una ‘sala tipo estadio’ a retacarse una bolsota de palomitas de ayer y unas tortillas de antier fritas cubiertas de ‘imitación de aderezo tipo queso’ y chilitos de lata para la gastritis. Pero eso no tiene nada que ver. Simplemente no soporto el ritual del ‘ir-al-cine’, por ponerle un nombre.
Ir al cine en lunes es una lágrima. Solitarios, mamás con bebés llorones, y el extraño hombrecito toqueteándose bajo la gabardina en las primeras filas. Los empleados aún cansados del trajín del domingo y el fin de semana que te atienden con toda la desidia del mundo, como si esperaran que uno se desespere hasta el punto de quiebre y mejor decida ir de compras o a caminar que meterse a ver una película.
¿El martes? ¿El martes qué? Los martes no deberían existir. Absolutamente nada interesante pasa los martes. Bueno, en Estados Unidos a veces hay elecciones, una vez al año el Juego de Estrellas del beisbol , el Día del Veterano, etc. Pero estamos en México (bueno, yo) y aquí los martes son de muerte lenta. Qué inmensa flojera ir al cine un martes cualquiera. Te encuentras dos o tres parejitas calenturientas de adolescentes nice, de esos a los que papi les paga las salidas con la ‘noviecita-fácilmente-impresionable’. “O sea güeeeey, mi novio no es nada naco, me lleva al cine los martes, no los miércoles como toda la chusma”. Bah.
Y qué decir del tan temido miércoles. 2x1 en casi cualquier cine, desde los antiguos galerones de mil asientos hasta los modernos complejos ‘multiplex’. ¿Dos por uno? Sí, claro. En realidad es mucho más barato ir al cine cualquier día entre semana antes de la 1 p.m. Pero eso es otra cosa. Desde la llegada de los cines multisala, ‘ir al cine’ se convirtió en una experiencia que ya poco o nada tiene que ver con vivir una historia en la pantalla. Con descubrir las emociones que el director nos ha querido transmitir (afortunadamente o no, lo logre o no es otra cosa) o regocijarnos con una fotografía soberbia. O no tanto, pero todo trabajo fílmico tiene un valor por si mismo. En gustos se rompen boletitos a la entrada. Los ‘multicines’ han hecho que ‘ver una película’ sea únicamente el pretexto para salir de casa, ir al centro comercial más cercano o al más nuevo o al que esté de moda, comer palomitas con harta salsa, chismorrear en el baño de mujeres; de paso comprar ropa o música, helados y un regalo para mamá.
El problema de los miércoles es la fauna tan variada que puede encontrarse, desde la taquilla atascada. Fila para leer las reseñas en el display, fila para comprar los boletos, fila para la dulcería, fila para ponerle chilito a las palomitas, fila para entrar a la sala, fila para el baño y hasta fila para hacer fila. Por eso la gente acaba cansada de la cola. Si a una sala promedio le caben 80 o 100 personas, seguramente estará al 98 % de su capacidad, sobre todo en las funciones de la tarde.
Me agrada que el fenómeno del chistosito que grita: “¡Ya llegué!” cada vez sea menos frecuente. Aunque sigue siendo un recurso recurrente en las parodias o sketches de naquitos cinéfilos. Cuando llega a pasar, los espectadores que ya se encuentran (in)cómodamente sentados esbozan una sonrisa de pena ajena y algunos acaso murmuran: “Pobre diablo”. Pero todo naco tiene su contraparte guarra y si se encuentran en la misma sala de cine, el primer chistosito recibirá una mentada en forma de silbatina, acompañada de las consecuentes carcajadas de la mitad de la audiencia. ¿Por qué será que sólo pasa los miércoles? Obvio, hay más gente y los luciditos parece que se excitan ante las multitudes.
Ahora, si ir al cine en martes es una muerte lenta comparable a un estado de coma, un miércoles por la tarde/noche es como dos años en el Gulag esperando la muy soviética ejecución estalinista. Si ya se sufrió en las interminables filas (por no hablar del estacionamiento, que es otro gran dramita), el martirio no termina, al contrario crece exponencialmente al momento de entregar el boleto doble para que sea salvaje e indiferentemente mutilado por el sonriente uniformado de gorrita. Claro, llevas el boleto apenas sujeto por las puntas de dos deditos porque en una mano van los nachos, en la otra el refresco y bajo el brazo las palomitas. Si logras volver a sujetar el remanente del boleto de nuevo, la primera prueba estará superada. La segunda y más difícil viene al entrar a la sala en completa oscuridad, aquí hay dos opciones: a) deambular por el pasillo casi a ciegas buscando infructuosamente por un par de asientos vacíos o b) permanecer de pie frente a la pantalla tapando la vision de unos cuantos y esperar a que los ojos se acostumbren a la falta de luz. La tercera prueba de habilidad multiplexística consiste en llegar a estar sentado sin derramar nada, lease palomitas y/o refresco. Nadie supera esta prueba.
Un hombre o una mujer de talla grande sufrirá para llegar al asiento si no está en la primera butaca junto al pasillo. Pero aún y cuando corra con suerte y esté disponible aún ese lugar, sufrirá lo indecible al tener que levantarse o encoger hasta límites inimaginables las rollizas piernas cada que algún vecino de fila se levante al baño o a la dulcería, y de nuevo cuando vuelva.
El piso lleno de manchas de queso, salsa, líquidos y restos de palomitas parecerá una alfombra comparado con esa horrible sensación de humedad y mugritud que existe al tocar el asiento con las manos. Por otra parte, es miércoles, dado que la audiencia se conforma en su inmensa mayoría por desempleados, estudiantes, profesionistas de medio pelo, burócratas entristecidos y secretarias con sus jefes, casi nadie se queda a leer los créditos; de hecho, parece que les urge abandonar la sala antes de que se haga la luz (sobre todo a los jefes). Por karma o influencia de Murphy (no Eddie), el hombre abotargado de la butaca del pasillo sera el único que querrá quedarse al final de los créditos, lo cuál le plantea otro problema. No puede permanecer sentado porque a sus vecinos de fila les urge escapar para ir al baño, por el ‘refill’ del refresco, a que no les cobren otra hora de estacionamiento o qué se yo. Pero el abotargado no puede quedarse parado en el pasillo porque impide el paso de los urgentosos de las filas posteriores.Entonces no le queda más remedio que bajar las escaleras a regañadientes y quedarse viendo la pantalla corriendo riesgos de tortícolis aguda en la primera fila ya vacía y procurando tampoco estorbar a la chica carilinda a quien la camiseta bordada con el logotipo de ‘Cine-equis’ se le ciñe tan delicioso a sus curvas provocando pensamientos tan... aaaaah sí, la chica que intenta sin éxito barrer el piso y levantar cantidades industriales de palomitas caídas a la vez que intenta encaminar a la masa hacia la salida invitándolos a depositar su basura en la enorme bolsa que ella ha dispuesto para tal fin. Ahora todos los problemas de la entrada se presentan de nuevo, ahora con la incorporación de ese nuevo factor: La prisa.
Los empleados de las cadenas de cine se declaran aliviados de que el miércoles haya terminado. Les queda un día de relajamiento para encarar con todo el fin de semana. ¡Esa es la actitud! El jueves en el intrincado mundo de los cines multiplex es como el martes pero reloaded. No por nada es mejor conocido como ‘hueves’.
Viernes, sábado y domingo son miércoles revolutions. Todas las ‘virtudes’ intrínsecas a un miércoles de cine se acentúan, con el agravante de que la gente está de peor humor ya que no se ahorran la mitad en las entradas, y además hay chamacos corriendo por todo el complejo. Claro, ya hay tiempo y ganas de sacar a orear a los escuincles y que hagan destrozos en otros lugares diferentes de la casa.
Me parece que queda claro el punto. ¡No me gusta ir al cine! Vamos, el ver una película es un placer que se disfruta mejor en soledad. Así como leer un libro emocionante, hacer ejercicio, masturbarse, ir al baño, o dormir a pierna suelta. Algunos dirán: “Es que la fotografía hay que apreciarla en la pantalla grande” Puede ser, pero en el Cineplex de mi querida micrópolis hay que dar gracias al cielo más divino si el cácaro logra centrar la imagen y calibrar adecuadamente el proyector. Prefiero esperar al DVD o mejor aún, al Blu-Ray.
Ver las películas que me gustan, cuando yo quiero, comiendo lo que me gusta, con la compañía que yo elija. En mi casa, con plena libertad de zamparme dos litros de refresco sin preocuparme de que tenga que ir al baño a media película, justo en la escena clave para antender toda la trama. ¡Bendita pausa!
Experiencia fílmica o experiencia digital. Da lo mismo. Lo importante son las historias. Siempre lo han sido y hoy no tiene porqué ser diferente. Mañana puede que sea otra historia.
¡¡¡ letem bi lait !!!
6 comentarios:
Ahhhh!!!... no puedo decir absolutamente nada más que: Soy tu fansss!!!!!
Besotes!!
[ya ya ya ya.. lo leí, por fin!!!!... ¿contento????]
Hey que buen articulo, perfecto para una seccion de cinefilos, fijate que yo no odio ir al cine del todo pero todo lo que comentas es cierto, muchas personas mas que para ir a apreciar la pelicula solo van porque es ritual de novios, o de miercoles o cosas asi.
Ah y lo de la empleada estuvo buenisimo jaja me recordaste al patan de mi exnovio
jaja, yo voy al cine los Sábados antes de las 2pm, estamos casi siempre solo 5 personas, cuesta $25 y está acabado de limpiar por la noche del viernes, así que es genial, además aquí hay tantas salas que todavía huelen a nuevas, cuando comienzan a pegarse los zapats en la alfombra nos vamos al cinepolis nuevo y listo.
Pues a mi si me agrada ir al cine, aunque lo que dices es bien cierto, especialmente los miercoles!! una amiga les dice "miercoles de dos piojuno" jajaja.
La verdad lo unico que me puede porner como energumena la gente que habla, el celular que no apagan y que todavia tienen el desacro de contestar gritando! grrrr
Asi que de preferencia, prefiero comprar las peliculas y verlas agustito en mi casa :)
tal vez tengas razón, pero tu AL IGUAL que los otros 5 que escriben saben que digamos lo que digamos y nos cuenten lo que nos cuenten JAMAS sera la misma sensación ver no se un ejemplo DIA DE LA INDEPENDENCIA en cine [claro!! remontate a ese año verdad, en la actualidad ya nada te podria sorprender] que en tu supermegahyperbluray [y obvio, primero hay que juntar pa uno!!]
mas bien el meoyo de todo este desmadre es el gran desgaste que tienen tanto los cines [basta recordar que ahora lo que era UN CINE actualmente son "hasta" 10 salas!!] como las producciones [pagar por ir a ver LA LEYENDA DE LA NAHUALA, no mamen!!], el 90% de su mayoria son un asco. y si no es un asco se asombran porque actuo bien [recordemos al guason que hasta oscar le quieren dar, vale madre]
y eso, ni con un mentado ultraamegahyperblueray lo salvas!
madres... yo igual consumo un chingo de cine cada salidita me chingo como 300 pesos :S
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