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He perdido la cuenta de las apologías del abandono que he escrito en los últimos, ¿qué? ¿cuatro años? Todas las profecías del fin del blogger se cumplieron como fichas de dominó en perfecto acomodo. Sí, me enamoré. Sí, cambié de temas mundanos y ácidos a rosas y románticos. Sí, fui -y soy- feliz y la musa de la dicha es la más gûevona de las nueve, nada comparable a los torrentes de letras que inspira la tristeza y la musa del amor mal correspondido.
Pero terco como puedo llegar a ser, no pienso dejar que las celebraciones por las trescientas entradas de mi blog queden sin una buena dosis de palabrería barata, en serio barata. Porque desde que mi ópera prima fuera bateada de la manera más ruin por un par de editoriales y concursos, no pude sino proponerme vivir de mis letras en un mediano plazo. No creo que vaya a resultar sencillo ni mucho menos, pero confío en mi capacidad y en las necesidades de un mercado en el que cualquier idiota es un reconocido y connotado escritor. Bueno, pues este idiota quiere ser un reconocido, connotado, o al menos pagado escritor.
Trescientas veces he escrito en este blog, obviamente ha sido menos en cuanto menos ha sido el tiempo disponible y las ganas de gritar ideas a un mundo cada vez menos proclive a escuchar. No merezco ni siquiera la pena de gastar segundos leyendo sobre mis alergias gatunas, pero sí creo ser merecedor al menos de una oportunidad de ser leído, escuchado y visto por alguno de esos cabrones de los que hablaba en la entrada pasada. Un cabrón con dedo flamígero que las pueda todas y que le guste mi estilo, o no.
Trescientos soldados fueron los que llevó Leónidas -en teoría- a la guerra contra Xerxes, y trescientas ganas multiplicadas por millones son las que tengo de extender mis plumas y escribir y escribir. Sé que no es fácil y sé que nadie regala nada. Pero el escribir un poco cada día, un párrafo, una idea, en la computadora, en el celular o en una servilleta, es la disciplina que necesito para comenzar. No necesito una beca del FONCA ni la quiero. Lo que necesito es un ojo inquisidor que, calidad mediante, ponga su ídem en mis letras para su deleite personal, y posteriormente del mundo entero.
Los sueños de la autopublicación en un país de lectores de revistas semi pornográficas no son sueños realistas. Guajiros los llamarían unos; fumados, otros. La hipérbole del drama cotidiano, está presente en el inmenso y creciente mercado de los lectores de tuits que, si bien no representan un grupo demográficamente solvente, sí constituyen una audiencia constante. Nada les gusta pero todo consumen. No creo que esté del todo bien dirigirse hacia ese sector, pero es un comienzo.
Las épocas doradas del blog han muerto desde hace años y la inmediatez y precocidad de un tuit lo puede todo. Al menos hasta ahora. La promesa de un libro al término del año va como por la mitad, y al parecer, el tiempo seguirá siendo propicio para completar la faena, cueste lo que cueste.
Bueno, no. Cueste lo que cueste no.
¡¡¡ letem bi lait !!!
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2 comentarios:
Si, que cueste lo que cueste.
300 ya y vuelvo aquí gracias a un comentario en una de mis "cartas al postre".
Lástima que las épocas doradas del blog se sientan tan lejanas. Yo por mi parte te felicito por seguir en lucha, siendo siempre tan tú.
Un abrazo, Vanilla Cookie.
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