viernes, 28 de enero de 2011

... El día de ahora ...

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La vida está compuesta por pequeñas tragedias. Esto no es un secreto revelador ni mucho menos, simplemente es el reflejo de una realidad atronadora que se empeña en hacemos ver nuestra frágil y falible condición humana. Por muy blasfemo que pudiera sonar al recriminar y refunfuñar por mis acciones malhadadas, no soy quien para juzgar los designios de los hados o el destino funesto que tiene a bien reírse de mi pesar.

Nada del otro mundo, el día comenzó con la enorme calamidad de mi celular sonando para indicarle a mi puerquecito que era hora de levantarse. No conforme con eso, el día me tenía preparadas más sorpresas que no tuve más que recibir con una sonrisa sardónica iluminando mi redonda cara.

Para no hacer más olas, cuando regresé de la ducha, mi teléfono estaba más muerto que la credibilidad de Carlos Loret. Simplemente no encendió más. Resignado al ostracismo me enfrenté al tráfico intenso de la ciudad para llegar a tiempo al trabajo, al banco a hacer miles de pagos, a imprimir un par de documentos y, por añadidura, llevar al difunto móvil a la autopsia. Cabe mencionar que como mi mano izquierda es tan inútil que no sirve ni para usar un reloj, mi único contacto con Cronos era precisamente mi celular fenecido.

¡Estúpido iusacell y estúpida la hora en que decidí amarrarme a ellos por dos años! Sin garantía y sin servicio de celular, la PROFECO tendrá que ser por fuerza mi siguiente parada, pero esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.

Llegué tarde al trabajo, completamente ilocalizable y abrumado por el síndrome de abstinencia, el trabajo no tuvo peor día para presentar. Al anochecer, los brazos de mi amada me recibieron con otra noticia funesta: ¡las llaves del coche habían desaparecido! Maldecido por todos los hados revolví mi memoria sin encontrar el momento preciso de su pérdida, ni siquiera una mínima pista. Sin celular y sin coche, Astrid y yo enfrentamos el penoso peregrinar del peatón perezoso, y el camino a la casa estuvo lleno de sonrisas de complicidad y burlas hacia nuestro propio infortunio, para redondear un "gran día", el trabajo aburrido y monótono de Astrid tampoco presentó su mejor cara.

Cansados y fastidiados del mundo, nos fuimos a la cama con sonrisas y besos en los labios, con abrazos y caricias que nos dijeron que, a pesar de todo, mañana sería otro día, juntos... siempre.




¡¡¡ letem bi lait !!!




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viernes, 21 de enero de 2011

... Luiszcidez ...

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Uno no entiende de muchas cosas, por más que se presuma de una claridad de mente prodigiosa, uno no alcanza a entender la trascendencia de los propios actos. Por más que estén presentes en cada poro de la piel, por más que se carcajeen de las bromas matutinas, por más que se muevan cada vez que son enfocados, por más que bailen y duerman y canten y pateen y lloren y griten y piquen y duelan y extrañen y amen, por más que miren hacia el futuro no lograrán ponerme nervioso; no por ahora al menos.

No estoy nervioso por más que el mundo quiera cargar sobre mis hombros tamaña losa. No soy el primero ni seré el último hombre en enfrentar tal aventura... pero sí seré el mejor. Uno nunca está lo suficientemente preparado ni consciente para tales proezas, por eso lo son. Por eso existen los héroes que día con día cambian el mundo una gota de agua a la vez. Yo sólo aspiro a cambiarlo una morona a la vez, no por mí, no para mí por supuesto, para todos.

Así que déjenme disfrutar el proceso etapa por etapa, ya habrá tiempo para el estrés, los nervios, la ansiedad y el desenfreno. Por ahora estoy más emocionado y feliz de lo que había imaginado, es verdad que el sentir la cercanía es lo mejor que existe en el mundo para Astrid y para mí.

Déjenme vibrar con cada latido y sentir la vida como es: perfecta y fácil.

Déjenme mirar esos ojos con los míos propios.

Déjenme sentir su risa y cubrir su miedo.

Déjenme que les cuente un secreto ...




¡¡¡ letem bi lait !!!
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