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Faltan solamente tres meses para navidad. Pronto, los centros comerciales desecharán los ya predecibles disfraces de calabaza y maniquíes mostruosos que gritan y se encienden cuando uno les golpea el pecho, para dar paso a las esferitas y los hielocos navideños.
No soy un grinch de la navidad, no Jesús no. Tampoco soy un apoltronado que viste de rojo durante los doce días que duran las celebraciones del nacimiento de ídem. Digamos que soy, como en las generalidades de mi vida; un apasionado de los momentos más que de las épocas; de las compañías más que de los acontecimientos; del presente más que del pasado, y de la historia del futuro más que del destino.
Antaño, mis primos y yo le pedíamos regalos al niño Dios, en reemplazo del europeo San Nicolás y al cocacolero Santa Claus. Las ardillitas me trajeron el conocimiento del Santo Clós aunque nunca le pedí regalos. Los Reyes Magos eran mi onda.
Hoy, cuando el mundo alrededor parece más que perdido y la podredumbre social que ni va ni viene vislumbran una mejoría, leo palabras de amigos y no tanto que me hacen reírme de ellos. Todos, todos en el mundo sin excepción quieren encontrar al amor de su vida, algunos con más desesperación y quedadez que otros, pero aunque lo nieguen y pongan mil pretextos, la tristeza por no encontrar su símil se revela en mayor o menor medida, sólo es cuestión de observar.
Me río pero sé de cierto que un paso en falso dado en el último año y medio pudo haberme privado del ser completo. Agradezco siempre por todo lo que tengo y todo lo que me ha sido otorgado, y pienso en lo afortunado que soy. Además, como siempre, digo que cada uno tiene y obtiene lo que se merece, así que yo me merezco todo lo bueno que me está pasando en este momento y para el futuro.
Además, hoy que sé que el paso más pequeño a la felicidad sí tiene un precio (ya pagado) no me siento con el derecho de pedir nada para navidad. Nada para pedir a Santa Clós, pues lo que tengo y tenemos es lo más perfecto que pudiéramos desear. Nos merecemos esta felicidad pues creémos en Él y en sus dones, lo honramos con cada acto de nuestras vidas y lo tenemos siempre presente en nuestros pensamientos. La torta vino antes y seguramente traerá otra...
...el futuro...
¡¡¡ letem bi lait !!!
sábado, 25 de septiembre de 2010
... Nada para pedir a Santa ...
Vainilla con:
amar,
apego,
Fairy Goddess,
galleta,
Luis,
Pablo,
palabras,
Pelando la banana
viernes, 17 de septiembre de 2010
... Apologista del desaire ...
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Sè de cierto y quiero pensar que todos lo hacen, que a nadie le gusta sentirse abandonado. No dejado ni suplantado ni substituido, simplemente abandonado. Como este blog.
Fue bueno, muy bueno, no como válvula de escape sino como fiel reflejo de mis andanzas y aventuras. Nunca pretendí entenderme ni lograr que otros lo hicieran, tampoco era el objetivo el instruir ni construir ni destruir. Vamos, sólo es un blog, con todas las incoherencias que nacen de él, fuerte blog débil. Un blog que es todos los blogs del mundo. Un Sancho Panza que está siempre al pendiente de lo que hace el ingenioso hidalgo. Una Penélope que aguarda siempre, paciente, esperanzada...
Sin embargo no deja de ser sólo un blog. Un blog que nace, crece, se reproduce y no muere, no al menos hasta que colapsen todos y cada uno de los servidores de Blogger en Silicon Valley o en algún lugar de ese tipo.
La Galleta de Vainilla soy yo y no puede haber mejor cronista de la historia de mi vida que el de la letra, pero todo tiene un ciclo natural, y el de las letras en este espacio claramente ha caído en un letargo tan profundo que no se ve sino maleza y oscuridad.
No siento tristeza ni frustración como cuando escribía para callar los demonios y para evitar moldearme letras en los brazos con navajas de afeitar; al contrario, hoy tengo el alma limpia y llena de toda sensación positiva y engendradora que pueda existir. No tengo miedo del porvenir pues tengo la mejor compañía del mundo mundial. No siento gana alguna de borrar ni un acento de este blog pues lo que queda es todo lo que importa, lo que se fue y lo que nunca salió no tiene relevancia ninguna.
La Galleta de Vainilla quedará siempre aquí, igual que yo, que como Luisz no desapareceré jamás y me verán y me leerán siguiéndolos y leyéndolos cuando sus letras me atrapen. No es cuestión de tiempo, es cuestión de prioridades y hoy, en lugar de contar historias y anécdotas, sueño con crear miles nuevas, todas jamás contadas: la historia más grande del mundo está por comenzar, con el universo entero como testigo. Siendo así, las trece horas con cuarenta minutos del diecisiete de septiembre de dos mil diez, me constituyo en el ciberespacio para agradecer los caracteres que me otorgaron, buenos y malos, geniales y no tanto.
Sè de cierto y quiero pensar que todos lo hacen, que a nadie le gusta sentirse abandonado. No dejado ni suplantado ni substituido, simplemente abandonado. Como este blog.
Fue bueno, muy bueno, no como válvula de escape sino como fiel reflejo de mis andanzas y aventuras. Nunca pretendí entenderme ni lograr que otros lo hicieran, tampoco era el objetivo el instruir ni construir ni destruir. Vamos, sólo es un blog, con todas las incoherencias que nacen de él, fuerte blog débil. Un blog que es todos los blogs del mundo. Un Sancho Panza que está siempre al pendiente de lo que hace el ingenioso hidalgo. Una Penélope que aguarda siempre, paciente, esperanzada...
Sin embargo no deja de ser sólo un blog. Un blog que nace, crece, se reproduce y no muere, no al menos hasta que colapsen todos y cada uno de los servidores de Blogger en Silicon Valley o en algún lugar de ese tipo.
La Galleta de Vainilla soy yo y no puede haber mejor cronista de la historia de mi vida que el de la letra, pero todo tiene un ciclo natural, y el de las letras en este espacio claramente ha caído en un letargo tan profundo que no se ve sino maleza y oscuridad.
No siento tristeza ni frustración como cuando escribía para callar los demonios y para evitar moldearme letras en los brazos con navajas de afeitar; al contrario, hoy tengo el alma limpia y llena de toda sensación positiva y engendradora que pueda existir. No tengo miedo del porvenir pues tengo la mejor compañía del mundo mundial. No siento gana alguna de borrar ni un acento de este blog pues lo que queda es todo lo que importa, lo que se fue y lo que nunca salió no tiene relevancia ninguna.
La Galleta de Vainilla quedará siempre aquí, igual que yo, que como Luisz no desapareceré jamás y me verán y me leerán siguiéndolos y leyéndolos cuando sus letras me atrapen. No es cuestión de tiempo, es cuestión de prioridades y hoy, en lugar de contar historias y anécdotas, sueño con crear miles nuevas, todas jamás contadas: la historia más grande del mundo está por comenzar, con el universo entero como testigo. Siendo así, las trece horas con cuarenta minutos del diecisiete de septiembre de dos mil diez, me constituyo en el ciberespacio para agradecer los caracteres que me otorgaron, buenos y malos, geniales y no tanto.
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Luis
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